Tarija de antaño
La llegada de un gigante a la Tarija de antaño
El gigante Camacho se alojó en el hotel Plaza, instalándose en una pieza sobre la calle, a la que para ingresar se tenía que pagar un “real” para los grandes y “medio” para los pequeños



Años antes cualquier acontecimiento que tenía lugar en Tarija generaba gran revuelo, así la llegada de los circos era todo un fenómeno. Cuentan que debido a la distancia no fueron frecuentes las visitas de éstos y otros espectáculos ambulantes de relieve, pero cuando esto sucedía todos se daban cita a las funciones.
Así, de vez en cuando alguno que otro circo distraía a la gente con sus payasos, acróbatas y demás artistas. Las carpas se levantaban en alguno de los tambos o en las pampas viejas. “Yo recuerdo haber ido a ver los pocos que llegaban, ninguno trascendental, pero siempre novedosos como diversión”, recuerda la anciana Carmiña Castillo.
Relata que también llegaban determinados personajes únicos que entonces los llamaban “fenómenos” y motivaban comentarios por la novedad. Uno de estos acontecimientos muy recordado fue la llegada del gigante Camacho, que según recuerdan, hizo su ingreso a la ciudad durante la noche para llamar más la atención.
Éste se alojó en el hotel Plaza, instalándose en una pieza sobre la calle, a la que para ingresar se tenía que pagar un “real” para los grandes y “medio” para los pequeños. La gente se llenó formándose un gran alboroto y muy apenas se podía conseguir ingreso en medio de los apretujones.
La historia del gigante
El gigante Camacho fue un emblemático cochala de gran estatura, que amó, triunfó y murió inesperadamente. Nació en Jaihuayco en 1899 y fue bautizado con el nombre de Manuel María el 5 de agosto por el cura interino Pastor Gonzáles, de la Parroquia de San Antonio. Era hijo legítimo de Pablo Camacho y de Juliana Medrano, y tuvo los siguientes hermanos: Pablo, Dorotea, Tomás, Filomena y Victoriano
Su vida transcurrió como la de cualquier otro, hasta que un día en 1932, cuando tenía 28 años, el vehículo de un diplomático argentino de apellido Seleme, se enfangó cerca de su casa. Un vecino le sugirió al infortunado: "Aquí cerca vive un joven grande y fuerte que le puede ayudar". Y así lo hizo, Manuel sacó el auto usando solo la fuerza de sus brazos.
Perplejo, así quedó el diplomático que rápidamente lo contactó con amigos que lo lanzaron al ring. "Macho Camacho", fue el nombre que adoptó aquel hombre de pueblo que, sin tener ningún entrenamiento ni vocación, fue enfrentado con grandes figuras internacionales del boxeo, que lo llevaron a recorrer el mundo.
Cuentan que con solo verlo los contrincantes se asustaban, más aún en una ocasión un campeón mundial estuvo a punto de matarlo. Los registros dan cuenta que cuando estaba en el “cachiscán” (un combate popular donde todo vale), su contrincante lo tendió al suelo y estaba a punto de matarlo. En eso reaccionó, levantó al hombre en sus brazos y le quebró la columna en su rodilla. Murió.
Camacho recorría todos los departamentos de Bolivia y su sola presencia siempre era un espectáculo en todas las regiones. Cuentan que periodistas de todo el mundo se daban cita y él siempre vestía de terno y corbata. También tenía una horma especial para sus zapatos.
Camacho en Argentina
Después de la guerra del Chaco (1936), Camacho se encontraba en Tucumán. Tenía 35 años de edad, trabajosamente hablaba en quechua y algo en castellano, y era casado y padre de dos niños. Calzaba 53.
Lo apodaron el “Rascacielos Humano” y fue exhibido en el “Cine Moderno” antes de seguir viaje a Buenos Aires. Desde entonces se decía “es un Camacho”, para referirse a alguien de estatura mayor de la habitual.
En Buenos Aires se exhibió en el “Gran Circo Norteamericano”; medía 2.32 metros y pesaba 176 kilogramos. Durante los años cuarenta, recorrió varias capitales de Sudamérica. Visitó quizá por última vez Jaihuayco en 1949.
La prensa decía de él lo siguiente: “Manucho, es ahora la representación genuina del trashumante diplomático sin etiqueta de nobleza, ni blasones de rancia prosapia, pero eso sí con la sincera admiración de ser el ‘gigante boliviano’…”. Su último oficio habría sido de domador de fieras.
Manuel Camacho murió en Buenos en 1952 o 1953; uno de sus hijos hablaba de un posible envenenamiento. Su esqueleto permaneció durante 20 años en un museo argentino y otros 20 en uno de Nueva York. Él mismo habría vendido en vida su esqueleto.
Muchas personas en Cochabamba relatan que cuando Camacho estaba en la Llajta, gustaba mucho de estar con sus amigos, en la chichería o jugando la bocha, un juego de antaño con pelota de madera.
Apuntes sobre la temática
Familia
Manuel Camacho (1904-1951), nació y creció, y creció, y creció hasta a una altura de 2.35 metros, en el seno de una familia quechua dedicada a la fabricación de ladrillos, en la zona agrícola de Jayhuayco, al sur de la ciudad.
Casamiento
Se casó con Vicenta Jaldín y tuvo cuatro hijos: Gerardo, Apolinar, Valentina y Raúl Manuel; tres nacidos en Cochabamba y uno en Buenos Aires. Se dice que tuvo dos hijos con una bailarina rusa o polaca, del mundo circense.
Desfiles
En la celebración de los 100 años de independencia del país, las autoridades lo llevaban a desfilar junto al cuerpo diplomático y al Ejército. Él no era autoridad ni había ido al cuartel. Lo llevaban por presumir y decir que la raza de Bolivia era imponente, fuerte.