La salud de las cuentas fiscales ya preocupaba antes de la llegada del coronavirus
Bolivia: La pandemia presiona a la balanza fiscal
La necesidad de contrarrestar los efectos de la pandemia conllevó la puesta en marcha de diversas políticas fiscales. Esto ha aumentado la vulnerabilidad de la ya frágil situación fiscal del país.



En el año 2019 el país presentó el déficit fiscal (en relación al PIB) más elevado de toda América Latina. Con 7,2% Bolivia superó a Brasil, país con el cual había empatado en este preocupante indicador el año 2018, con un 8,1%. Es así que la situación fiscal del país era de por si preocupante antes de la pandemia.
Sin embargo, el conjunto de políticas implementadas para contrarrestar la llegada de la Covid-19 ha incrementado el gasto gubernamental. Gran parte de este se financiará con deuda ‒interna y externa‒, debido a la reducción de las recaudaciones tributarias como consecuencia de las medidas de confinamiento y la consiguiente crisis que se ha desatado en la economía boliviana.
El sector fiscal recibirá una presión sin precedentes en los siguientes meses. Es muy probable que a medida que pase el tiempo, los distintos niveles de gobierno se topen con un espacio fiscal cada más reducido para operar frente a la crisis. En este sentido, la gestión fiscal debe ser tratada con cautela, priorizando la salud y el bienestar social.
Un abultado déficit fiscal
Un postulado central de las recetas neoliberales ha sido siempre la de promover balanzas fiscales con nulo o muy poco déficit. Pero se debe diferenciar una política neoliberal que trata de disminuir la presencia del Estado en la economía, de un manejo ineficiente y poco saludable de las finanzas públicas.
El que Bolivia haya llegado a tener el déficit fiscal relativo al PIB más elevado de la región, tiene que ver con cómo, en los últimos años, el nivel de gasto público no se correspondía con la situación económica del país.
Si bien hasta el año 2014 Bolivia tuvo un cómodo superávit fiscal ‒como consecuencia de los elevados precios internacionales de las materias primas‒ esto cambió drásticamente desde el año 2015. En ese momento los precios de las materias primas cayeron, sin embargo, el aparato estatal no contrajo su nivel de gasto, todo lo contrario.
Según la Fundación Jubileo, el gasto corriente del Estado continúo incrementándose de manera preocupante luego de la bonanza económica. “Los niveles alcanzados por estos gastos y su persistente crecimiento representan un riesgo latente de insostenibilidad de las finanzas públicas, considerando la verdadera disponibilidad de ingresos públicos, los que nuevamente se reducen”.
En los últimos años el Estado boliviano ha estado gastando mucho más de lo que dispone. En 2017 el déficit fiscal respecto al PIB fue de 7,8%, el 2018 de 8,1% y el 2019 de 7,2%. Y, como se sabe, el déficit se financia con endeudamiento. Lo que tiene que ver, de manera directa, con que la deuda pública externa del país se haya incrementado en los últimos años, pasando de $US 9.428 millones en 2017 a $US 11.268 millones en 2019.
Respecto a esta situación, la CEPAL señala que: “los déficits fiscales acumulados durante la última década han conllevado un incremento concomitante en los niveles de endeudamiento público en América Latina”.
“Después de haber registrado una leve contracción entre 2010 y 2011, la trayectoria de la deuda pública bruta de los gobiernos centrales en la subregión fue de crecimiento constante, de modo que dicha deuda pasó del 29,8% del PIB en 2011 al 45,2% del PIB en 2019”. En el caso de Bolivia, para 2019 la deuda externa ascendió a 36% del PIB.
El impacto de la pandemia en las cuentas fiscales
Si bien se espera que los efectos de la pandemia se vean reflejados con claridad en las cuentas fiscales desde el segundo trimestre del año ‒datos que aún no han sido publicados‒, en los tres primeros meses ya hubo un impacto considerable.
Según datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, la tendencia de los indicadores que componen la balanza fiscal ha adquirido la siguiente dinámica: los gastos suben (no la inversión) y los ingresos disminuyen.
“El deterioro de las finanzas públicas, que ya presentaba un riesgo de insostenibilidad, ahora se agravará más”. Fundación Jubileo
Los egresos corrientes del sector público se incrementaron de Bs. 17.764 millones en el primer trimestre de 2019, a Bs. 20.274 millones en el mismo trimestre de este año. Estos incrementos se dieron principalmente en el ítem de “Transferencias corrientes” y en el de “Gastos no identificados”.
Solo disminuyeron los egresos correspondientes al ítem de “Egresos de capital”; es decir, la inversión. Estos disminuyeron casi en la mitad, pasando de Bs. 6.393 millones en el primer trimestre de 2019 a Bs. 3.705 millones en el mismo trimestre de este año. Se puede suponer que gran parte de los recursos que estaban destinados a inversión están siendo reencausados a gastos para enfrentar la pandemia.
Por el otro lado, los ingresos del sector público vienen en caída. Los ingresos corrientes correspondientes al primer trimestre del año pasado eran de Bs. 25.597 millones, mientras que para el primer trimestre de este año alcanzaron un monto de Bs. 23.174 millones.
Como era previsible, los ingresos más afectados fueron los de recaudación tributaria, los cuales disminuyeron casi en Bs. 2.500 millones de bolivianos respecto al primer trimestre del año pasado.
Un pronóstico preocupante
Como señala la CEPAL “la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) ha originado la mayor crisis sanitaria, humana, económica y social que el mundo haya enfrentado en el último siglo” […]. Es innegable que América Latina y el Caribe enfrenta una de las crisis humanas, económicas y sociales más graves de los últimos tiempos, que se ve agravada por las debilidades socioeconómicas estructurales de la región”.
En un reciente informe que este organismo internacional ha publicado hace pocos días, se señala que la economía regional tendrá un crecimiento negativo que en promedio será del 9,4% durante el año 2020. Siendo Países como Brasil, Argentina, Perú y Venezuela los más afectados.
Si bien el producto interno bruto boliviano tendrá una caída menos estrepitosa en relación a los otros países, la contracción esperada del 5,2% de su economía no deja de ser en extremo preocupante.
Cuando la pandemia comenzaba, el Banco Mundial estimó que el déficit fiscal podría alcanzar un 8% del PIB a finales del 2020. Sin embargo, esta estimación ha quedado rebasada por la magnitud de la crisis. Se espera que sea mucho mayor, aunque por el momento estas cifras no han sido actualizadas.
Si se realiza una sencilla estimación en la que se considere la caída del PIB señalada por la CEPAL y un déficit fiscal optimista para 2020 ‒que no sobrepase con mucho el déficit de 2018, el más elevado del último quinquenio‒, tenemos que para este año el déficit fiscal podría exceder sin problemas el 9% del PIB.
Política fiscal necesaria para enfrentar la pandemia
Las consecuencias derivadas de la pandemia están generando una presión sin precedentes sobre las cuentas fiscales de todos los países alrededor del mundo. El denominador común es: aumento del gasto público y disminución de los ingresos. Sin embargo, las políticas fiscales son fundamentales para enfrentar esta pandemia.
“La política fiscal se convierte en una herramienta fundamental para que los países y la comunidad internacional impulsen medidas precisas y oportunas que permitan contener la crisis a través del cuidado de la salud y la protección del bienestar de las personas, así como acelerar la capacidad de reactivación de la economía conforme se vaya superando la crisis sanitaria”, señala la CEPAL.
Cabe recalcar, sin embargo, que en Bolivia el énfasis de la política fiscal ha sido puesto en la reactivación económica en función del capital financiero y de las grandes empresas, descuidando el bienestar de las personas y, en especial, el cuidado de la salud.