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Octubre

Estaba echado yo en la tierra, enfrenteel infinito campo de Castilla,que el otoño envolvía en la amarilla dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente abría el haza oscura, y la sencilla mano abierta dejaba la semilla en su entraña partida honradamente Pensé en arrancarme el corazón y echarlo, pleno de su sentir alto y profundo, el ancho surco del terruño tierno, a ver si con partirlo y con sembrarlo,

la primavera le mostraba al mundo el árbol puro del amor eterno. 26 Me basta así, de Ángel González

Si yo fuese Diosy tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti;

lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño -de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso-; entonces,

si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste

por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar si yo fuese

Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra,

Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego- callas… (Escucho tu silencio.

Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres. Me basta.)


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