El encuentro

Le he encontrado en el sendero.

No turbó su ensueño el agua

ni se abrieron más las rosas;

abrió el asombro mi alma.

¡Y una pobre mujer tiene

su cara llena de lágrimas!

 

Llevaba un canto ligero

en la boca descuidada,

y al mirarme se le ha vuelto

grave el canto que entonaba.

Miré la senda, la hallé

extraña y como soñada.

¡Y en el alba de diamante

tuve mi cara con lágrimas!

 

Siguió su marcha cantando

y se llevó mis miradas...

Detrás de él no fueron más

azules y altas las salvias.

¡No importa! Quedó en el aire

estremecida mi alma.

¡Y aunque ninguno me ha herido

tengo la cara con lágrimas!

 

Esta noche no ha velado

como yo junto a la lámpara;

como él ignora, no punza

su pecho de nardo mi ansia;

pero tal vez por su sueño

pase un olor de retamas,

¡porque una pobre mujer

tiene su cara con lágrimas!

 

Iba sola y no temía;

con hambre y sed no lloraba;

desde que lo vi cruzar,

mi Dios me vistió de llagas.

Mi madre en su lecho reza

por mí su oración confiada.

Pero ¡yo tal vez por siempre

tendré mi cara con lágrimas!


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