Investigación con impacto
Quizás algunos de ustedes recuerden lo difícil y, sobre todo, lo caro que era llamar al extranjero hace 25 años. Una llamada desde los Países Bajos a Bolivia costaba, en el año 2000, un euro por minuto utilizando la empresa de comunicaciones más económica. Si corregimos esa cifra por la inflación, hoy equivaldría a unos 1,70 euros por minuto. Sin embargo, hoy en día casi nadie paga esa cantidad por una llamada; de hecho, la mayoría de las personas se comunica gratuitamente. Gracias al Internet, contamos con aplicaciones que nos conectan de forma fácil y económica con todo el mundo.
Esta facilidad de comunicación ha sido una gran ayuda para las empresas de todo el mundo, permitiéndoles producir sus productos de manera más eficiente, lo que en última instancia beneficia a toda la población. Pero las nuevas tecnologías no se crean por sí solas: requieren inversiones en investigación.
La investigación ocurre en diferentes entornos: empresas, universidades, institutos gubernamentales. Pero lo esencial es que la investigación tenga valor para la economía. Los retornos de la inversión en investigación pueden variar entre cinco y cien veces el monto invertido. A veces, incluso tenemos suerte. Por ejemplo, cuando Alexander Fleming descubrió la penicilina, su impacto fue enorme: salvando millones de vidas hasta el día de hoy. En otros casos, la investigación no lleva a ningún resultado concreto. Pero si no se intenta nada, nunca se logrará nada.
Podemos identificar cuatro formas distintas en las que la investigación impacta en la economía. Primero está la generación de nuevos conocimientos e ideas que se traducen en dispositivos, materiales o medicamentos innovadores. Estas invenciones benefician directamente al inventor, al productor y al usuario. Segundo, está la base para la mejora continua, donde los nuevos conocimientos permiten que las máquinas, dispositivos y técnicas sean cada vez más eficientes, impulsando así la productividad. Tercero, está la aplicación del conocimiento: no basta con generar ideas, también es necesario aplicarlas. Esto requiere una concentración de habilidades que transformen la investigación en beneficios económicos reales. Y finalmente, los impactos indirectos, que a veces son difíciles de monetizar, como los avances en seguridad nacional, protección del medio ambiente o salud pública.
La investigación es fundamental para una economía y puede acelerar el desarrollo. Sin embargo, para que genere un buen retorno, es crucial considerar desde el inicio cómo sus resultados pueden tener un impacto.