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Del genocidio al infanticidio

Las víctimas de ayer, a quienes se recuerda cada enero cuando se cerró el campo de Auschwitz, comparten la misma sangre de los que hoy son victimarios, torturadores, asesinos.

Las lecturas bíblicas de esta Semana Santa nos convocan a recordar el sufrimiento de María como madre y de Jesús martirizado por el Sanedrín de los judíos (que lo juzgó y condenó) y los soldados del imperio más poderoso sobre la tierra, que dio las armas para clavarlo en la cruz, coronado de espinas y humillado hasta su último suspiro.

Los poderosos crucifican a los inocentes.

Las marías que fueron a visitar su sepulcro y lo encontraron vacío, la Magdalena que habló con el Rabí, la samaritana que nunca olvidó el agua que compartieron, tienen los rostros de miles de mujeres palestinas que cada día lloran por un hijo asesinado, herido, mutilado, hambriento, sediento.

UNICEF calculaba al inicio de este mes de abril de 2025 que la media diaria (repito, diaria) en Gaza es de 100 (¡cien!) niños asesinados o heridos. Más de un millón de niños sobreviven en condiciones tan precarias que ni los perros de sus vecinos podrían soportar.

Cerca de 25 panaderías, casi las últimas desde los bombardeos israelíes contra objetivos civiles, tuvieron que cerrar porque no consiguen gas ni harina. Hace semanas que los soldados judíos impiden el ingreso de ayuda humanitaria para los niños palestinos. En estos días, bombas destruyeron uno de los últimos hospitales porque había la sospecha de que algún combatiente era atendido en un quirófano. Entre los muertos estaba un niño.

Una madre corría desesperada. Había salido un momento y al retornar su vivienda estaba destrozada. Con alaridos de loba que sólo una madre puede comprender buscaba a sus tres pequeñas desaparecidas bajo los escombros. Tampoco estaban su esposo, ni sus sobrinas ni su cuñada.

Naciones Unidas calcula que mínimamente han sido asesinados 15 mil niños por ser palestinos. Bombas, disparos, ametrallamientos, allanamientos han causado heridas a otros 34 mil menores, a veces cuatro o cinco hermanos o el hermanito mayor lleva el cuerpo inerte de su hermanita.

Las cifras de los asesinatos ordenados por Benjamín Netanyahu y su equipo superan todos los horrores de los Herodes que persiguieron a inocentes para matar al Cristo, al Mesías. La misma idea del actual gobierno de Tel Aviv: hay que matarlos antes que crezcan porque cada chiquillo palestino puede ser un futuro rebelde.

También Caifás, el sacerdote judío de la secta de los saduceos, buscó un pretexto para condenar a quien acusaba de infiel, igual que ahora usan la palabra “terrorista” para torturar y encarcelar a adolescentes. Los salvajes interrogatorios logran enloquecer a los presos que son devueltos a sus familias como harapos y con la prohibición de realizar cualquier declaración o denuncia.

Los militares hebreos intentaron justificar la masacre de paramédicos que vestían uniforme rojo y blanco y estaban en ambulancias. Otra vez el escudo de “terroristas de Hamas” hasta que el casual hallazgo del celular de uno de los ajusticiados y la equivocación de los nombres redactados por autoridades judías demostró que eran inocentes víctimas. Su pecado era ayudar a los heridos. “Un error” admitió Israel.

La prensa internacional califica lo que sucede actualmente en Gaza como un enorme infanticidio. Por su parte, las organizaciones humanitarias intentan continuar con su trabajo para proteger y ayudar a los niños, pero su personal también es herido o asesinado.

Entre los objetivos principales de los bombardeos están las escuelas y los hospitales. Los médicos son otro de los blancos principales del genocidio israelí contra el pueblo palestino. Detienen a salubristas en todo el territorio gazatí.

También han sido asesinados más de doscientos periodistas, algo que no sucedió en ninguna otra masacre. Reporteros palestinos muertos, heridos, con sus familias también como blanco de la represión de las tropas judías.

“El mundo no puede cruzarse de brazos”, reclamó UNICEF, mientras la Agencia de la ONU para Refugiados Palestinos (UNTWA) exigió poner fin al sufrimiento de la población en la Franja. Decenas de imágenes de inocentes muertos, heridos, hambrientos, deambulando por las calles en este inmenso campo de concentración recuerdan una y otra vez al Holocausto.

Las víctimas de ayer, a quienes se recuerda cada enero cuando se cerró el campo de Auschwitz, comparten la misma sangre de los que hoy son victimarios, torturadores, asesinos.

Colonos hostigan, disparan, atacan a los pobladores en Cisjordania y en Jerusalén Oriental. Son tantos los dramas, que ya no asombran.

Sin embargo, Bolivia calla, los bolivianos no protestan, los periodistas no tienen solidaridad con sus colegas. Las crueles imágenes se difunden poco o nada.

Una vez más, Cristo es crucificado. Mejor es mirar a otro lado.


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