Puente millonario: Santificado sea tu Nombre
Tarija, una ciudad que parece suspendida en el tiempo, tiene espasmos de lucidez frente a su realidad. Hoy, el debate no es solo arquitectónico, o utilitario sino profundamente social: ¿cómo debe llamarse el nuevo puente? ¿“04 de julio” o “puente millonario”?
La realidad se teje desde quien nombra, pues el acto de nombrar no es inocente: delimita y encierra, define lo que es y lo que no es. El lenguaje es el cincel del poder, cargado con los pesos culturales, políticos y económicos de quien lo empuña. Cada palabra es un espejo que solo se refleja para aquellos que comparten ciertos códigos de grupo y contextos históricos compartidos.
En este caso, el puente es mucho más que una estructura funcional: es un símbolo, un lienzo donde la élite tarijeña intento pintar sus anhelos étnicos (delirios). En sus inicios, el puente quiso ser una copia fiel de un puente emplazado en España, reforzando esa idea de mestizaje idílico Andaluz que cree tener la “muy leal y muy fiel”, en este sentido la elite busca legitimarse como un eco europeo, y hacer del puente un espejo lejano de España, ahí su idea primaria de que se llame “puente 04 de julio” e inaugurarlo en dicha fecha. Pero el agua que corre bajo ese puente es la del Guadalquivir tarijeño, que irónicamente arrastra su propia historia y todos los males del tercer mundo.
Sin embargo, cuando las élites intentan materializar discursos grandilocuentes en políticas públicas, el otro debe ser apartado del paisaje idílico. Se invierten millones en banderas gigantes y mástiles imponentes, símbolos de un orgullo que pretende ocultar la precariedad: techos de calamina, casas sin revoque, barrios sin agua potable ni alcantarillado. La Tarija mayoritaria, que jamás será "andaluza", es borrada del relato oficial. Bajo la luz de estos símbolos, la pobreza se hace invisible.
Pero las mentiras tienen grietas, y los discursos, límites. En Radio Fides, por ejemplo, Julio César bautizó estas obras con nombres que resonaron como un eco incómodo: “mástil millonario”, “puente millonario”, “concejal de la buena vida”. Su ironía desenmascaró lo que todos sabían: la corrupción y el surrealismo fueron los hechos cotidianos de la gestión de Paz, solo cabe recordar al “compadre río”.
Hoy, la disputa por el nombre del puente tiene dos bandos: el pueblo, que clama por llamarlo “puente millonario” en un gesto de resistencia; y las élites, que buscan nombres cívicos o religiosos como “San Roque” o “04 de julio”. Santificar el puente no es más que un intento por blindarlo de críticas. ¿Quién se atrevería a cuestionar a un santo? ¿O a una fecha regional? – Cuestionar a Dios, a la Patria y al hogar es de salvajes, seguramente afirmaría algún “caballero o dama” de las buenas costumbres y la “decencia”.
Detrás de esta disputa por nominar un puente, se esconde una crítica más profunda: no solo al mestizaje idílico que las élites defienden, sino al poder mismo, no contra la alcaldía o la gestión de X o Y alcalde si no, es una crítica a su fuente primordial y su forma de reproducción “la rosca”, podemos decir que, critica al nepotismo crónico e institucionalizado como valor social.
Es una batalla por los significados, donde nombrar un puente como “millonario” no es solo un acto de ironía, sino un recordatorio del despilfarro y la corrupción de una era que enriqueció a unos pocos, mientras la mayoría subsiste. “Puente millonario” es una interpelación directa, un dedo que señala los excesos de quienes, bajo la bandera del regionalismo, justificaron su enriquecimiento personal.
Entonces ya es fácil apreciar que la razón de la disputa por el nombre del puente, no es una cuestión de regionalismo, catolicismo o buenas costumbres sobre una obra civil, si no el evitar las criticas a las formas que se ejerce el poder en Tarija y la forma en que se contará la historia, que no será igual si el puente lleva el nombre de “millonario” o lleva el nombre de algún santo.
En una Tarija golpeada por una década de crisis económica, amplificada por la crisis económica nacional, no puede pensarse que todo siga igual, no se puede salir de una crisis siendo el mismo y la disputa por el nombre del puente evidencia que el tejido social se está agrietando, el monopolio simbólico de las instituciones regionales sobre la gente se resquebraja, hay ecos de crítica, Aunque el puente tal vez nunca se llame “millonario”, su historia queda guardada como testimonio de un pasado que el poder no podrá enterrar, o al menos eso se espera.