Sembradores de vocación

La vocación es el deseo o inclinación que tiene cada persona a una profesión o acción, según sus características personales como: la personalidad, la motivación, sus habilidades y capacidades que, se ven reflejadas en sus intereses y en sus preferencias.

Nuestros sueños y anhelos; aquello que nos inspira y la expresión de nuestros valores son signos de nuestra vocación, mismos que están relacionados a conductas y normas de vida que aprendemos desde el hogar y que hacen que procedamos con corrección, haciendo siempre el bien.

La vocación es la felicidad interior que siente una persona cuando desempeña un trabajo que le estimula, lo motiva, lo ilusiona y lo motiva a ser un profesional o un trabajador con ganas de trabajar y ser importante.

Para conocer la vocación de sí, es necesario realizar un autoexamen juicioso de sus potencialidades y gustos, cotejándolos con los requisitos que debe cubrir su talla en el ejercicio de un trabajo o profesión; pues, ¨no todos somos buenos para todo; pero, todos somos buenos para algo¨ y, que importante es saber cuál es ese algo en el que nos podamos distinguir por lo significantemente positivo que es jugar siempre al mejor.

Identificar nuestra vocación implica descubrir aquello que nos interesa, aquello en lo que somos buenos y que nos permitirá sentirnos realizados y plenos en nuestra vida laboral. Es en este punto donde la escuela/educación escolar juega un papel preponderante. Es acá donde el profesor o profesores deben demostrar su calidad de sembrador de vocaciones. Es el punto en el que deben conjugar acciones y responsabilidades entre padres de familia, profesor/profesores y estudiantes, que cuidadosamente deben ir anotando en su hoja de vida, los elementos llamados: personalidad, intereses, talento, aptitudes y habilidades.

Cuando los padres de familia comprenden a plenitud su rol de crianza/educación y sabe llevar muy en cuenta la vida diaria de sus hijos, intercambiar opiniones entre consortes, dialogar con el estudiante, hacer lo propio con los profesores e ir formando criterio de lo que a medida que crezca y pase de cursos hasta la conclusión de su ciclo escolar, para tomar de manera conjunta (padres e Hijos con el criterio del profesor) la decisión más acertada para sus estudios superiores, evitando decisiones improvisadas que pueden llevarlo al fracaso.

La vocación de un estudiante es el motor que lo conduce a su desarrollo académico, se dice que: “Quien ama su trabajo, jamás trabaja” (claro, siempre disfruta de lo que hace); para el estudiante pasaría lo mismo si tiene vocación en su carrera, no sufrirá con la carga al ser una intensión estable para llevar a cabo algo que es significativo para si mismo y es de importancia para la colectividad, más allá de lo personal.

Es de mucha importancia valorar las inteligencias de los estudiantes conforme las inteligencias múltiples descubiertas por Howard Garner; es decir, conocer las inteligencias que predominan en el grupo, saber cuáles trabajan habitualmente y cuales tienen menos activas, a la vez que, diversificar las estrategias de aprendizaje, lo que potencializarán el rendimiento académico. En los cursos superiores de secundaria se deben realizar rondas de orientación vocacional.

Un buen profesional docente tiene una inclinación natural a trabajar con mucho entusiasmo, dedicación, responsabilidad, compromiso y plena confianza en el poder que tiene la educación, para formar bachilleres íntegros, con buenos niveles académico – científicos y, a la vez, con solvente identificación de su vocación; por lo que, bien puede ser considerado un sembrador de vocaciones.


Más del autor