Repensando la evaluación como un proceso formativo más allá de la calificación
La evaluación en el ámbito educativo juega un papel fundamental en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. A través de la evaluación, los profesores pueden obtener información valiosa sobre el progreso y logro de los estudiantes, lo que les permite tomar decisiones para mejorar la calidad de su educación.
Es importante entender que la evaluación debe ir más allá de ser un simple proceso sumativo de calificaciones y ser considerada como un proceso formativo de retroalimentación, identificación de situaciones de mejora y apoyar el desarrollo continuo de los estudiantes. En muchas ocasiones la evaluación se ha convertido en sinónimo de calificación numérica que determina el éxito o el fracaso de los estudiantes. Este enfoque no solo les genera presión y estrés, sino que también les limita su desarrollo y aprendizaje. Además, tiende a valorar solo los resultados finales sin tener en cuenta el proceso de su aprendizaje y las dificultades que pueden haber enfrentado los estudiantes.
Los maestros debemos ser conscientes de que al evaluar los conocimientos de los estudiantes estamos autoevaluándonos la calidad de enseñanza que hemos dado, el esfuerzo y la dedicación de ellos mismos y el apoyo brindado por los padres. Por ello, atribuirles a los estudiantes bajo rendimiento sin ver sus dificultades es injusto, más bien debería ser una oportunidad que puedan aprender y mejorar progresivamente.
Por ello, es fundamental cambiar esta perspectiva y considerar la evaluación como un proceso formativo. Esta clase de evaluación se centra en el progreso y desarrollo de los estudiantes, brindándoles la oportunidad de aprender de sus errores, corregir y mejorar sus debilidades. De esta manera, la evaluación permite a los estudiantes reflexionar sobre su proceso de aprendizaje y tomar las medidas necesarias para su mejora continua.
La evaluación como proceso formativo tiene un enfoque integral que se lleva a cabo durante todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Lo que da paso a los profesores a usar estrategias y técnicas para evaluar el nivel de compresión de conocimientos y habilidades que desarrollan los estudiantes, que incluyen la realización de proyectos, trabajos en equipo, exposiciones orales, debates, entre otros, que atraigan su atención y les desafié a reflexionar, expresar e intercambiar ideas. Estas actividades no solo evalúan el resultado final, sino también el proceso de trabajo, la capacidad de análisis y síntesis, la creatividad, el pensamiento crítico, entre otras, que son importantes para el desarrollo integral de los estudiantes.
Es importante considerar la evaluación como un proceso continuo y no solo de algunos momentos. Los estudiantes deben recibir retroalimentación constante sobre su desempeño y tener la oportunidad de realizar ajustes en su proceso de aprendizaje. Esto les permitirá identificar sus fortalezas y debilidades, centrarse en situaciones donde debe mejorar y desarrollar habilidades de autorregulación y autogestión del aprendizaje.
El aprendizaje y la evaluación es un proceso formativo práctico, construido socialmente, donde el interés del estudiante por lo que aprende es lo más importante. Los estudiantes son participantes activos de su formación como sus profesores, comparten metas de aprendizaje y comprenden cómo van progresando, cuáles son los pasos siguientes que necesitan dar y cómo darlos. El proceso de seguimiento tiene el propósito de obtener información sobre el progreso y de esa forma identificar las necesidades y limitaciones de aprendizaje para dar retroalimentación.
La retroalimentación formativa del aprendizaje no es más que una de las funciones pedagógicas de la evaluación. Por lo mismo, toda evaluación educativa siempre será formativa, ya que la retroalimentación es parte de la misma. Consiste en la recomendación que se les da a los estudiantes para modificar su pensamiento o comportamiento con la finalidad de mejorar su aprendizaje. Una vez que ellos entiendan qué deben hacer para mejorar y por qué, tomaran control de su propio aprendizaje, lo cual les permitirá desarrollar un aprendizaje autónomo.
La evaluación sin retroalimentación es como caminar a ciegas sin la posibilidad de dar con tu objetivo porque no sabes hacia dónde vas. La retroalimentación te permite ir directo hacia tu objetivo para proporcionarle la información que puede utilizar para mejorar su rendimiento. Una adecuada recomendación puede llevar al estudiante a niveles de rendimiento mucho más alto y en algunos casos mucho más rápido de lo que te hubieses esperado.
En conclusión, es necesario repensar el enfoque de la evaluación y considerarla como un proceso formativo más allá de las calificaciones. La evaluación debe centrarse en el aprendizaje y desarrollo de los estudiantes a través de la retroalimentación, ofreciéndoles la oportunidad de aprender de sus errores y mejorar de manera continua.