¡Qué importante es el maestro! 

Los cimientos de todas las civilizaciones tienen su origen en los maestros, por ser quienes despiertan en sus estudiantes la inteligencia al facilitarles procesos que desarrollan su mente, la potencian y promueven la construcción de saberes mediante vivencias y experiencias pedagógica y técnicamente generadas al interior de las instituciones educativas. 

Para que sea posible crear una nueva cultura, una nueva estructura, una nueva civilización; es preciso que el maestro este más allá de los límites de la sociedad y sus exigencias. Pero si sólo le interesa la técnica de cómo enseñar al estudiante sin cultivar la inteligencia del mismo maestro, resulta ocioso e innecesario aprender sólo la técnica e impartirla de manera transmisiva.

El maestro que nada exige para sí, que no se vale de su trabajo como medio de adquirir posesión, poder y autoridad e induce al estudiante a potencializar sus conocimientos no para beneficiarse siguiendo una línea impuesta político partidariamente; sino dándole instrumentos para desarrollar su inteligencia y potenciando de esa manera la suya también; se convierte en el maestro ideal. 

El maestro así, ocupará ciertamente el principal lugar en la civilización en la que no fueron precisamente los ingenieros, los técnicos u otros profesionales quienes constituyeron sus cimientos. Son verdaderos maestros los que, al estar por encima de la sociedad y no hallarse coaccionados partidariamente por los gobiernos de turno, no actúan a pie juntillas bajo las normas de manera mecánica, sino que aprovecha al máximo para formar ciudadanos inventivos.  Que importante es que el interés del maestro no sea sólo enseñar para el examen, sino cultivar la inteligencia. Esto ayudaría a los educandos a poner todo lo suyo y vérselas más ventajosamente a futuro, con fructífero éxito en la resolución de los problemas de la vida al ser más competentes y más eficientes.

El filósofo hindú Jiddu Krishnamurti dice: “para comprender que papel la educación puede desempeñar en la crisis mundial del presente, debemos comprender cómo la crisis ha llegado a producirse. Si eso no lo entendemos, la mera edificación sobre los mismos valores, en el mismo terreno, sobre los mismos cimientos, traerá más guerras, nuevos desastres. Tenemos, pues, que investigar cómo ha llegado a producirse la crisis actual, y al comprender las causas, comprenderemos inevitablemente, que clase de educación necesitamos”. 

El problema se nos presenta ahora aún peor, al ser la misma educación que atraviesa por una crisis agigantada debido a la pandemia del coronavirus que obligó a cambiar el paradigma ya obsoleto de la educación presencial de 1717-1794 y aplicar otras modalidades educativas como la llamada virtual y la denominada a distancia.

La aplicación de las modalidades virtual y a distancia requirió profesionales docentes que además de pedagogos sean técnicos en el manejo y uso de medios tecnológicos del aprendizaje (teléfono celular, Tablet, computador). Para estos tipos de educación se requiere profesores capaces de elaborar materiales audiovisuales (PowerPoint, CD de audio, módulos de enseñanza-aprendizaje en plataformas virtuales, podcast, etc.) que además de desarrollar la asignatura, deben desarrollar las habilidades de sus estudiantes para el buen manejo de estos medios tecnológicos a usar. 

Los profesores de ahora, además de saber plenamente la materia, los talentos, capacidades y habilidades detalladas en los primeros párrafos de esta lectura, deben ser múltiples en varias otras habilidades abrazadas a las psicopedagógicas, filosóficas y científicas que antes les exigía la profesión.

La pronta e inteligente acción y reacción de la inmensa mayoría del profesorado desmarcado plenamente de meros empleados de escuela y que pusieron en alto su vocación profesional, acompañados de la actitud responsable de los padres de familia y del gobierno en sus diferentes niveles, para adecuarse a las circunstancias; salvó en algo el desastre en el que quedamos a fines de febrero 2019. 

Al finalizar la presente gestión es importante capitalizar lo aprendido, perfeccionarlo, generalizarlo y aplicarlo sin vuelta atrás; aplicando esta vez como nunca la sabia frase popular: “no hay mal que por bien no venga”; no hacerlo así sería dilapidar el esmero y esfuerzo entregado; sería una pérdida para Bolivia. 

170 mil soldados de la educación (docentes en el país urbanos y rurales) muy actualizados, potencializados en su sabiduría por encima de semejante crisis sanitaria generada por la pandemia; debe constituirse en un significativo ejército para el cambio que nos debe servir de capital viviente de buen nivel profesional para dotarnos de la educación que siempre quisimos y a la que tenemos derecho todos los bolivianos, para el progreso del país. “Ser maestro es la manera más humilde de vivir, pero la forma más digna de morir”.  


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