Las vacunas derrotadas por su sistema de comercializacion

Al contrario de lo que opinan los “antivacunas”, estas no son derrotadas por la enfermedad, más bien al revés; día a día muestran sus efectos positivos (y los centros de terapia intensiva constituyen una constatación concreta al respecto). Sin embargo, quien realmente está venciendo a las vacunas y anulando sus beneficios, es el sistema de comercialización que se usa para venderlas/distribuirlas. 

En ese sentido el surgimiento de la nueva variante del coronavirus, la denominada Omicron, muestra una vez más el fracaso de la denominada “economía de mercado”, en relación a las políticas mundiales de salud. Veamos los datos: a principios de diciembre de este año, se calculaba que aproximadamente 268,6 millones de personas se habían infectado debido a la pandemia y que, de esa cifra, 5,3 millones habían fallecido. Si esos son los daños en términos de sufrimiento y pérdidas de vidas humanas, los perjuicios económicos resultan cuando menos difíciles de calcular; la ralentización de la economía ha traído innumerables perdidas, y esos efectos dan pie a otras hambrunas, enfermedades, muertes, etc.  Hay que decir que la respuesta de la industria farmacéutica también fue importante; en poco tiempo se desarrollaron las vacunas que hoy están protegiendo millones de vidas. Y, sin embargo, la propiedad sobre las patentes de las mismas, ha generado un cuadro en el que se estima que solo un 20% de la población de los países de ingresos bajos y medios estará vacunado hasta el fin de este año. Esto significa que las posibilidades de que sigan apareciendo nuevas variantes tipo Omicron, son innumerables.

1.     Joe Biden y el poder las grandes compañías.  No fueron ni Maduro, ni algún otro líder de la izquierda radical los que plantearon la “suspensión temporal de las patentes de las vacunas contra el coronavirus, mientras dure la pandemia” en mayo de este año. Fue el mismo presidente de Estados Unidos, personaje al que nadie (salvo algunos alucinados seguidores de Trump, como los que atacaron el capitolio en los días de la transición presidencial) podría describir utilizando epítetos tales como “comunista”, o similares. El razonamiento expuesto por Katherine Tai, la representante del país del norte en la organización Mundial de Comercio (OMC) al hacer conocer la propuesta, fue impecable: “Esta es una crisis de salud mundial y las circunstancias extraordinarias de la crisis de la pandemia de la covid 19 exigen medidas extraordinarias”. Está claro que la postura de Biden y de su gobierno no respondió a un impulso caritativo: se trató más bien de una defensa racional de sus propios intereses: en la medida en que la pandemia no termine, la economía global seguirá afectada, por tanto, sus propias compañías y ciudadanos. Por otra parte, al no vacunarse gran parte de la población, el covid puede seguir generando variantes (que es lo que está ocurriendo hasta ahora), las que inclusive pueden desafiar la efectividad de las vacunas desarrolladas. Lo increíble en todo caso, fue el poco efecto que tuvo la propuesta del que se supone es el gobierno del país más poderoso de la tierra; han pasado seis o siete meses desde que fue hecha, y el tema ni siquiera es parte del debate global, lo que prueba el poder extremo de las grandes compañías (y por consiguiente la debilidad de los gobiernos nacionales).

 

2.     El Estatismo, la iniciativa privada y el tema de la “codicia”. Hace tiempo quedo demostrado y “asumido” por el conjunto social, que la extrema estatización lleva al fracaso de los modelos económicos. La experiencia la vivió el estado soviético apenas fue creado; el propio Lenin tuvo que formular la NEP – Nueva Política Económica en 1921, donde se daba amplio espacio para la iniciativa privada para poder recuperar la economía, y se puede afirmar que el hecho de que posteriormente Stalin, en 1931, la hubiera derogado retornando a un estatismo secante, constituye una de las causas para que a la postre, decenios después la Unión Soviética implosionara. El problema es que la postura diametralmente contraria al estatismo secante, el “ultraliberalismo”, no solo que no es percibido como un peligro para la supervivencia de la humanidad, sino que se ha convertido en la ideología dominante de esta. Veamos dos ejemplos concretos: por una parte, el modelo de acumulación y explotación sin control de los recursos naturales hace imposible parar el fenómeno del calentamiento global (los expertos dicen que en unas décadas será imposible “vivir” en el día por el calor, por lo que todas las actividades humanas tendrán que desarrollarse en la noche, uno entre otros efectos, que probablemente conduzcan a la ruina de la especie), por otra el mayor fenómeno de gestión del conocimiento de la historia de la humanidad, el internet, manejado según criterios puramente “privados” lo único que ha logrado es privilegiar temáticas como la pornografía o el odio, sobre la ciencia, la educación, etc. Si quisiéramos argumentar en forma simple sobre los beneficios en el ámbito estrictamente económico de combinar regulación estatal (en serio) con iniciativa privada, bastaría con ver el ejemplo de China, que en menos de cuarenta años ha pasado de país subdesarrollado, a potencia mundial, combinando un agresivo apoyo a la iniciativa privada con una fuerte regulación y planificación estatal. El tema es que la victoria cultural del neoliberalismo de los años ochenta, nos convenció de que la cualidad central en los seres humanos es la “codicia”, cuando más bien los modernos estudios antropológicos van descubriendo que la cualidad central que hizo del “homo sapiens” la especie dominante, fue su capacidad de una amplia colaboración colectiva social.

3.     La humanidad en el ridiculo. El tema de las vacunas coloca a la humanidad en el ridículo a varios niveles. El primero, el inmediato, es el de una situación en la que las grandes farmacéuticas que fueron subvencionadas con miles de millones de dólares por parte de los distintos estados para desarrollar las actuales vacunas, se niegan a “soltar” las patentes a fin de no resignar un solo dólar en sus posibilidades de ganancia. El segundo ámbito del ridículo tiene una dimensión mayor: es el de una sociedad global, que incluye al resto de las grandes empresas “no farmacéuticas”, que tiene que soportar una prolongación innecesaria de la crisis económica y sanitaria, a pesar de que tiene en sus manos las herramientas para solucionarla inmediatamente. Eso es lo que entendió Biden, y por eso propuso lo que debería ser un acto elemental en estas circunstancias: “la liberación temporal de las patentes de vacunas mientras dure la pandemia”. Sin embargo, la poca respuesta del resto del mundo, nos muestra hasta qué punto estamos sumidos en nuestras pequeñas miserias, mientras el conjunto del mundo avanza hacia la ruina global.


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