La falacia de la unidad

Leí hace días un artículo que explicaba como “La Marcha por la Democracia”, organizada por Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo (MAS), no era una marcha sino más bien un desfile, un desfile donde el oficialismo y su jefe de partido mostraron todo su poder.

Comulgué inmediatamente con esta idea, pues entenderla de otra manera sería un error garrafal. A la usanza de los desfiles militares, esta marcha fue una demostración de poder, de poder de convocatoria, de movilización y el mensaje que mandó fue por demás claro “podemos pelear en la calle”, esa misma calle que habían perdido el 2019 antes de la renuncia del ex mandatario.

Y es que la calle se volvió el campo de batalla y la obsesión de todo el sistema político boliviano; el oficialismo está decidido a mostrar que ellos pueden ganarla como en el 2008; Por otra parte, a la oposición política con representación parlamentaria tampoco le queda otra opción que hacer de la calle su reducto, su última defensa.

Varios parlamentarios no solo han mencionado esta idea, sino que la convirtieron en su slogan “la calle habla cuando el parlamento no puede”; No olvidemos que fue esta idea la que llevó a las recientes movilizaciones en contra de 2 leyes promulgadas por una arrolladora mayoría parlamentaria favorable al partido de gobierno.

Pero, y aquí reside el meollo del problema, la oposición política carece de militancia para sostener movilizaciones. Por lo mismo, su apuesta fue encender el descontento entre las clases medias urbanas, para que “voluntariamente” sean estas las que lideren y mantengan las movilizaciones.

Dejaremos para otro momento el debate sobre esta idea, porque lo que ahora nos interesa es entender como una oposición política con representación parlamentaria, da por perdido el espacio de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) y trata de llamar a la movilización (qué en el fondo del discurso no es más que una confrontación física, porque eso es ni más ni menos, el concepto de “ganar la calle”)

La oposición parlamentaria carece de militancia, de estructura política y por supuesto de unidad entre las dos fuerzas políticas contrarias al MAS (CREEMOS y COMUNIDAD CIUDADANA).

Podrán decir que esta aseveración es por lo menos temeraria, pero antes de condenarme es importante analizar los hechos acaecidos los últimos meses que demuestran inequívocamente esta verdad.

Por primera vez en muchos años (no sé si por primera vez en la historia) las fuerzas opositoras no son partidos políticos, son alianzas coyunturales que carecen de coerción, de ideología, de identidad política.

Fueron alianzas formadas al calor del momento y hoy por hoy, su “alianza” se basa en un oponerse al partido de gobierno, pero nada más. “Recuperar la libertad, el Estado de Derecho y enfrentarse a la dictadura”, no son coincidencias programáticas, son reacciones que ocultan el tema de fondo, la carencia de ideología política que les permita construir identidad.

¿Qué hay más allá del MAS para las fuerzas de oposición? ¿Qué propuestas tienen para la administración del país?, decir por ejemplo que es importante recuperar la independencia judicial no es una propuesta para gobernar en sí misma (no digo que no sea necesaria la reconstrucción de una justicia independiente del poder ejecutivo) lo sería si el objetivo fuera cambiar la matriz del Estado, cambiar el modelo de Estado centralista y hegemónico por otra cosa, ¿Cuál? ¿Cómo y para qué?

¿Qué harán con el Estado si logran acceder a él? Decir detener los abusos de poder y la “persecución política” es una generalidad, porque ambas son prácticas que hemos visto a lo largo de los años, en gobiernos de izquierda y también de derecha.

Sin una identidad política clara, cualquier alianza estará tarde o temprano condenada al fracaso. ¿qué pasó cuando una senadora de CC dijo que su “partido” tiene más coincidencias programáticas con el MAS que con CREEMOS?

¿Qué está pasando con las brigadas parlamentarias en el país? Tomaré de ejemplo el caso del Beni para aportar a la tesis de este artículo. En el Beni había una supuesta alianza entre CC y CREEMOS, que entre otras cosas definía una alternancia en el ejercicio de la presidencia de la Brigada Parlamentaria del Beni.

Este año le tocaba asumir a CREEMOS la presidencia, pero CC argumentando que su aliado no cumplió con el convenio, se rehusó a darle la presidencia.

“El convenio decía que ellos tenían que apoyarnos en la sub nacional, y no lo hicieron, ellos rompieron el convenio”, declararon parlamentarios y militantes de CC. Pero ¿por qué esperar al cambio de mando para denunciar la ruptura? ¿por qué no hacerlo en el momento del supuesto incumplimiento?

Por su parte CREEMOS no se preocupó del convenio todo el año, ya que la gestión estuvo marcada por un franco distanciamiento, mientras unos iban por un lado, los otros simplemente no aparecían.

Y ahora, a pesar de haber una orden directa de su estructura nacional, CC del Beni se rehúsa a darle la presidencia a su supuesto aliado. La cosa ha pasado a mayores y derivó en acusaciones públicas y mutuas (ambas bancadas se han dicho de todo) provocando que ya 3 sesiones se hubieran cancelado y las asperezas lejos de disminuir, hubieran aumentado.

Si tuvieran puntos coincidentes ¿importaría quien tiene el control de la presidencia de la Brigada Parlamentaria?, Si esto está pasando en el Beni que tiene un número reducido de parlamentarios, ¿qué está pasando en el resto del país?

El Beni es el claro ejemplo de lo que pasa en esta alianza, cuyos componentes no tienen claro cuál es su identidad y qué esperan conseguir en el ejercicio del poder, demuestra además que estas fuerzas políticas no son partido, y que la estructura nacional poco o nada gravita en las regiones ¿podemos llamar partidos políticos a estas fuerzas, en estas condiciones?

Y más importante aún, ¿son estas fuerzas políticas con representación parlamentaria las llamadas a lideran la oposición boliviana?, si esto es así, ¿Cuál es su propuesta al país?, y ojo volvemos a remarcarlo, pedir que se vaya el MAS no es una propuesta de gobernabilidad, es una reacción política.

Mientras en el Beni aún no hay nuevo directorio de la brigada departamental, la oposición tilda de comprados a los participantes de la marcha organizada por el MAS y se aferra a la esperanza de poder movilizar a las clases medias urbanas, y por ahí en algún golpe de suerte ganar una elección y gobernar Bolivia, pero para ellos en el fondo todo lo demás “se irá construyendo en el camino”.

Y por supuesto, un sector de la ciudadanía y en pleno ejercicio de su derecho, sigue anhelando una oposición que logre derrotar al partido de gobierno, pero más que eso, que le pueda mostrar al país una nueva forma de gobernar, que no sea solo un cliché para las redes.


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