León XIV y la recuperación de la Doctrina Social Católica

El pontificado del Papa Francisco (1936–2025) representó un viraje decisivo en la Iglesia Católica: la opción preferente por los pobres se tradujo en políticas efectivas. Cuestionó al capitalismo, abogó por la paz, defendió la soberanía de los países del Sur Global, y promovió valores como la igualdad, la solidaridad y el respeto al otro. Estas posturas provocaron el rechazo de las derechas mundiales, que lo acusaron de “comunista”, precisamente porque su mirada se dirigió a los marginados, no a los poderosos.

Francisco retomó la Doctrina Social de la Iglesia (DSC) originada con León XIII y la encíclica Rerum Novarum (1891), pero desde una óptica latinoamericana. Este documento pontificio se sustentó en la Biblia y avanzó en la condena tanto del liberalismo como del socialismo, al mismo tiempo que, en una época de ascenso capitalista, alentó la intervención del Estado para orientar la justicia, armonizando a patronos y trabajadores, pero inclinándose por éstos, a los que había que reconocer descansos, un salario justo, asociaciones obreras, pero no huelgas (https://t.ly/sNgMF). Pío XI la profundizó en Quadragesimo Anno (1931, https://t.ly/TGhPs), reconociendo el dominio dictatorial del capitalismo y planteando el bien común como fin del Estado.

La Rerum Novarum y la Quadragesimo Anno fueron hitos en la interpretación de la Biblia por parte de la Iglesia. Ambas defendieron la justicia social aunque orientadas por el rechazo al socialismo, buscando una vía alternativa centrada en la caridad cristiana, el bien común y la dignidad del trabajo. Sin embargo, en América Latina la recepción de la DSC fue desigual. Mientras en el siglo XIX la Iglesia se alió con los partidos conservadores, en el siglo XX la doctrina fue impulsada por sectores juveniles católicos, como en el caso ecuatoriano. Esos sectores impulsaron la constitución de la Confederación Ecuatoriana de Obreros Católicos (CEDOC) en 1938. Pero, la jerarquía eclesiástica solía mostrar recelo, temiendo asociaciones con el marxismo.

El Concilio Vaticano II (1962) convocado por Juan XXIII y la Conferencia de Medellín (1968) marcaron una renovación profunda. En Medellín, la Iglesia latinoamericana denunció las “estructuras de pecado” del capitalismo y reivindicó la opción por los pobres, incluso aceptando la posibilidad de la lucha armada como respuesta a la miseria y la explotación. Esta postura derivó en una “iglesia popular”, cercana a los movimientos sociales y reprimida por las dictaduras militares, como ocurrió con el asesinato del arzobispo Óscar Romero y los mártires de la UCA en El Salvador.

La conferencia de Medellín llevó la línea de la liberación social a una nueva etapa. Utilizó categorías marxistas para analizar la realidad, denunció el imperialismo, y reconoció que el cambio era inevitable, aunque debía intentarse por vías pacíficas. De allí emergieron los cristianos de base, la teología de la liberación, los curas revolucionarios y los católicos socialistas. Estos sectores sufrieron persecución bajo las dictaduras militares que asolaron el Cono Sur.

Los partidos demócrata-cristianos y socialcristianos, como el COPEI venezolano o el PDC chileno y también el PDC ecuatoriano (1964), asumieron en sus inicios la DSC como base de sus propuestas reformistas. Sin embargo, con el avance del neoliberalismo y el colapso del socialismo, estas agrupaciones abandonaron sus raíces doctrinarias. El caso ecuatoriano es ilustrativo: el Partido Social Cristiano, fundado por Camilo Ponce a inicios de la década de 1950 como un movimiento político, se transformó desde los años 70 en representante de la oligarquía de Guayaquil, desligado por completo de la DSC. Este partido nunca planteó una política de abierta promoción de los derechos laborales. Le interesó más fundamentarse en la perversa ideología de la “libertad económica”.

La DSC también dialogó con el marxismo en América Latina. En la década de 1970, universidades públicas como las de Ecuador estaban impregnadas del pensamiento marxista, aunque con frecuencia se trataba de una versión dogmática. Mientras tanto, en la Universidad Católica de Quito, se impartía la cátedra “Marxismo y Cristianismo”, a cargo de un brillante profesor jesuita, quien ofrecía una crítica fundamentada del marxismo desde la perspectiva de la DSC. En el país surgieron movimientos como la Izquierda Cristiana, que integraron elementos del marxismo y del catolicismo en la lucha por una sociedad más justa. Así, el marxismo en América Latina no solo vivió en los partidos políticos, sino también en quienes, sin definirse como marxistas, compartían su crítica al capitalismo y su aspiración de una sociedad equitativa.

Durante su pontificado, Francisco actualizó la doctrina social proponiendo medidas concretas como la reducción de la jornada laboral y la renta mínima universal, convergentes con propuestas de organismos como la CEPAL. También fue enfático al condenar los paraísos fiscales, en un contexto en que los “Papeles de Pandora” (https://t.ly/Etqwj) revelaban evasiones fiscales cometidas por mandatarios latinoamericanos.

Pero la historia latinoamericana demuestra que las doctrinas en favor de los pobres son sistemáticamente atacadas. La DSC no ha sido la excepción. Las ideas de Francisco, orientadas a despertar conciencia en sociedades marcadas por la desigualdad, enfrentaron el rechazo de élites que promueven un modelo empresarial-neoliberal, opuesto a la economía social impulsada por gobiernos progresistas.

En este contexto, cobra relevancia la elección de León XIV (Robert Francis Prevost) como sucesor de Francisco. De hecho su nombre evoca la herencia intelectual del papa León XIII y sus propósitos sociales. De origen estadounidense, pero con una larga trayectoria en Perú, conoce de cerca la realidad latinoamericana. Su pontificado podría representar la continuidad del legado de Francisco y una reafirmación de la DSC frente al capitalismo deshumanizante. Su experiencia en el Sur Global lo coloca en una posición favorable para seguir abogando por los derechos laborales, la justicia social y la protección ambiental.

Con León XIV al frente de la Iglesia, parece que se reabre la posibilidad de una revalidación profunda de la DSC. En un continente marcado por la desigualdad, el nuevo papa podría jugar un papel clave como guía moral y política para una transformación social que no reniegue de sus raíces históricas, sino que las reinterprete con audacia. De todos modos, en América Latina las realidades suelen imponerse a las esperanzas. En todo caso, la historia de la región nos permite comprender el presente y confiar en un futuro transformador.


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