ALGO SOBRE VACUNAS Y FILOSOFIA POLITICA

Los datos dicen que al 25 de este mes había un total de 68,3 % de vacunados con todas las dosis en Alemania. Sin embargo, a pesar de la amplitud el esfuerzo, la oleada de contagios volvió a repuntar, y por ejemplo el día 26, dicho país marcó un record de 76.500 contagios (europress). ¿A qué se debe el nuevo repunte?, a dos factores dicen los expertos; las dificultades para restringir los contactos personales, por una parte, pero sobre todo a la fuerte tendencia instalada en una minoría poblacional (un 20% aprox. en ese caso) que resiste el esfuerzo inmunizador. A simple vista el hecho es incomprensible; en el mismo país los expertos han comprobado que las personas no vacunadas de 1 a 59 años tienen cuatro veces más opciones de enfermarse que los que lo hicieron, el dato sube a seis en el caso de los mayores de sesenta años (DW). En Bolivia, donde los datos no son tan completos, pero donde evidentemente existe una oferta amplia de vacunas, según los últimos boletines hemos alcanzado a un total de 8.517.323 vacunados entre primeras, segundas y terceras dosis, y evidentemente también se ha instalado una fuerte tendencia “antivacunas” (al igual que en la mayor parte de los países del globo hay que decir). ¿Cómo se puede explicar la irracionalidad instalada en forma tan persistente en gruesos sectores de la población?, ¿Cómo caracterizar a este fenómeno que cruza fronteras, culturas, religiones, etc., y que evidentemente constituye una tendencia social?

1.     TAMBIEN LA TIERRA ES PLANA.  En una entrevista en Tarija, una dirigente de los sectores antivacunas (respetada como activista en diversos ámbitos) después de poner énfasis en los fundamentos filosóficos y legales de su postura (libertad de elección, Constitución Política del Estado, etc.) lanza argumentos “científicos”: “nadie ha demostrado que muera menos gente vacunada, que no vacunada”, cuando el entrevistador le informa de los datos de terapia del Hospital San Juan de Dios (el 100% de las camas de terapia intensiva ese día estaban ocupados por personas no vacunadas), la entrevistada recurre a argumentos más “genéricos”: “¿acaso los médicos no mienten?, ¿acaso han podido desarrollar medicinas en nuestro país para curar el Covid?”. Los argumentos son diversos y varían según el sector poblacional: desde los seudocientíficos para la clase media; “hay indicios de que las vacunas causan autismo” (ignorando la sólida evidencia de los millones de muertes evitadas por las vacunas desde que se descubrieron), pasando por los conspiracionistas; “te van a implantar un chip para el dominio mundial”, los religiosos (más frecuentes de lo que se ve a simple vista); “la vacuna es la marca de la bestia, el anticristo, etc.”, y terminando en los que lindan con el folclore urbano popular; “te vas a volver hombre lobo, te vas a desfigurar”. Y una vez más uno puede preguntarse: ¿Cómo es posible que, en el siglo XXI, la ignorancia y la irracionalidad tengan una legitimidad tan amplia? Pero el fenómeno no es nuevo; ha saltado a la luz por la urgencia de la pandemia, pero lo cierto es que movimientos de este tipo existen y crecen desde hace tiempo, es el caso por ejemplo de “Los Terraplanistas”, que suman millones y sostienen que la tierra es plana, y sin ir mucho más lejos de los grupos religiosos que niegan las investigaciones sobre la evolución de las especies, reafirmando que todos venimos literalmente de Adán y Eva (justo en el momento en que la genética demuestra absolutamente todo lo contrario).

2.     LA CIENCIA YA NO ES REBELDE. En este caso tomo prestado el concepto que Pablo Estefanoni desarrolló en su texto ¿La Rebeldía se volvió de derecha? Desde el siglo XVIII la humanidad vivió una suerte de matrimonio explicito ente la ciencia y las tendencias políticas progresistas (liberales primero, izquierdistas después). De ahí para adelante se desarrolló la noción de que el camino para solucionar los problemas de la gente se daba a través del progreso y que mientras los conservadores (defensores del viejo orden feudal) la resistían, los “revolucionarios” la enarbolaban. El problema en el siglo XXI es que a pesar de que la ciencia sigue avanzando a pasos agigantados, el ciudadano común ya no percibe las expresiones políticas mencionadas (liberalismo demócrata, “izquierdismo” en la mayor parte de los casos) como cuestionadoras del orden imperante, y menos como la solución a los problemas que le preocupan. La corrección política formal ha ganado la mayor parte de los discursos y aparentemente existe un consenso sobre la forma de gobernabilidad de la humanidad, pero los problemas de esta no desaparecen y más bien en algunos casos se agravan; el caso de temas cotidianos, como el de la corrupción o el desempleo y más aún de otros  el calentamiento global que amenaza nuestra existencia tal como la conocemos (es muy probable por ejemplo que en unos años más la gente empezará a trabajar y “vivir” de noche para escapar del calor del día). “Demócratas” e “izquierdistas” en muchos casos son identificados como defensores del “statu quo” y por ello los grupos de extrema derecha se convierten en los “rupturistas”, es decir los que expresan el malestar del ciudadano común. De ahí que ni los “antivacunas”, ni los “terraplanistas” sean grupos inocuos políticamente, y por ello también resulta imposible convencerlos con ningún tipo de “racionalidad” científica.

LA POSIBLE EQUIVOCACION DE MARX.  Tanto Marx como los positivistas liberales (en cierta medida Marx era heredero de estos) creían ciegamente en la infalibilidad de la ciencia, de ahí que uno de los principales postulados del viejo teórico sin duda podría ser suscrito por todos ellos: “La Humanidad solo se plantea problemas que puede resolver”.  Se trata de una frase que rezuma confianza en la ciencia y en los seres humanos; en el ciclo histórico que, según esa percepción, solo puede conducirnos al progreso. Una confianza que hoy en día parece desvanecerse bajo del peso de ciertas evidencias, y la presencia creciente de los muchachos que afirman que la tierra es plana y que las vacunas terminaran convirtiéndote en un monstruo de las películas de los cincuenta.


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