¿Cuántas Bolivia hay en Bolivia?

Cada vez me convenzo más, que muchas. Cada una con su peculiaridad, su especificidad y su diferencia, sin que ello tenga que significar confrontación.

El intento de unificarnos a la fuerza, ha sido el error político más grave. Si aceptamos las diferencias de geografía, temperatura, humedad, lengua, comida, vestimenta, formas de divertirnos, de despedir la muerte y recibir la vida, de bailar… ninguna de esas cualidades son tragedia, son, simplemente, evidencias de la realidad que nos obligan a ser más tolerantes respetando la diversidad.

Hemos ido aceptando progresivamente las manifestaciones que se viste de cotidiano. Tenemos dos sedes de los poderes públicos, dos banderas, somos república y estado plurinacional, hablamos 37 lenguas, tenemos dos formas de justicia, nos movemos entre los 6542 msnm del Sajama en el departamento de Oruro y los 70 msnm del Río Paraguay en el departamento de Santa Cruz… y puedo seguir con un lista festiva y provocadora.

Existimos unidos por una decisión inicial de ser parte de algo nuevo y distinto. El Cerro Rico de Potosí, la Audiencia de Charcas, la separación entre Manso y Ñuflo de Chavez, la fundación de Santa Cruz de la Sierra y la creación de los territorios libres de Moxos y Chiquitos definieron el territorio. Aquí ya estaban desde siempre los Uru Chipayas, la cultura Wari, los señoríos aimaras, el imperio colla, los llanos de Guelgorigota, los Ava Guaraní, los Chanés y otros Arawaks, chapacuras, otuquis y samucos esparcidos en la tierra colorada de lo que ahora es la Nación de los Indios Chiquitos, con la musicalidad de los Piñocas, Quibiquias, Tubasis, Penoquís, Tobicas, Curucones, Borasíes, Sarabes, Penotos, Subericas, Simiquíes, Taucas…

Y cuando fuimos Bolivia, fuimos descubriendo con batallas y guerras la razón de nuestra existencia. Quizá la última, la de la Guerra del Chaco, nos terminó de marcar. Y la Revolución del 9 de abril cerró el círculo de nuestro imaginario. Después de ellas, de la guerra y la revolución, ya fue imposible detener el crecimiento de la patria que ascendía todos los días desde el oriente.

Los combatientes que fueron al Chaco, volvieron ciudadanos comprometidos exigiendo ciudadanía, democracia, regalías, progreso, pavimento, luz y agua. Y aprendieron a vivir en poblados, ciudades y ahora en metrópolis. En esta historia, trabajamos donde nacimos y migramos donde había esperanzas. Desencantamos la tierra y aprendimos a vivir con el Duende y el Ajayu.

Cada nueva etapa es una ruptura y un aprendizaje y aquí seguimos porque así lo queremos, aunque a veces cuesta. No nos gusta que nos digan cuales son las condiciones para ser bolivianos. La rebeldía cultivada por Lanza, Méndez, Pagador, Warnes, Cañoto, Ascencio y Doña Juana, es la misma que nos enseñaron para compartir respeto y libertad.

Y en medio de esa construcción tan complicada y afectuosa, algunos miembros del Estado boliviano no comprenden todavía que el mejor instrumento para superar la crisis se llama Santa Cruz, y al pretender negarlo, desconocen la opción para compartir la experiencia con los otros 8 departamentos. Bolivia ya está en Santa Cruz. Como en los otros departamentos.

 

Habrá que recordarles que los enojos gubernamentales no modifican una secuencia de 70 años. Ni el utilizar la fuerza en contra, cuando lo inteligente sería sumarlas.

 

Y los que aquí estamos, porque aquí nacimos, nos vinimos o viven nuestros parientes, tampoco debemos caer en la provocación o en la soberbia. Es un tema de tiempo, y los caminos están marcados. Que el abrazo de todas las Bolivias vuelva a florecer en septiembre.


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