¿Se va acabando el MAS?

Mientras el país es víctima de una pandemia que sigue avanzando (y matando gente), mientras cada día hay menos puestos de trabajo y más dificultades para hacer una vida normal, la corrupción también se incrementa, hasta el extremo de quenuestro actual Presidente tenga que destituir a un ministro (el de Desarrollo Rural) por flagrante delito de corrupción (pese a que el ministro Quintana le quita importancia al delito y lo califica de “intrascendente”, dando a entender que los fondos malversados eran moderados, ¿o sea que la corrupción recién puede ser sancionada a partir de ciertos montos elevados? ¿quién define a partir de qué montos?)…

Se ha conocido también la denuncia de que el Ministro de Planificación abusa y maltrata al personal de su Ministerio, y que aparecen datos que permiten diagnosticar que el MAS está siendo víctima de crecientes conflictos de intereses (ahí está el caso de Fundempresa).

No es sorprendente que en las elecciones sub-nacionales el MAS haya perdido en la mayor parte de las ciudades capitales, y no aparezca ya como el partido que durante quince años era el único que tenía mayoría absoluta en la mayor parte de Bolivia. ¿Qué está pasando en nuestro país? Personalmente creo que está pasando lo que tenía que pasar: el MAS se viene desgastando por el uso y abuso del poder; por el permanente incremento de los casos de corrupción: por la incomprensión, por parte del Presidente Arce, de que nuestro país puede entrar en crisis (política y económica); y que no nos podemos dar el lujo de gastar tiempo y energías (y dinero) en peleas internas.

Y no es que a estas alturas haya aparecido algún otro partido que exprese mejor los intereses de la población. No hay ningún partido con las características que tenía el MAS hace veinte años, pero eso no significa que entonces el MAS pueda seguir considerándose “el” partido, La situación política (la nuestra y la internacional) se ha complicado y requiere, de parte de la sociedad, nuevas actitudes que busquen antes el consenso que el predominio de un partido. No es el momento adecuado para priorizar las peleas internas sino para olvidar en lo posible nuestras diferencias y dialogar entre todos para resistir la pandemia y seguir sobreviviendo como “Estado Plurinacional”.

Nuestro país se caracteriza por una mayoritaria tendencia de la población a la participación en la vida política, a no dejar que otros decidan por nosotros, pero este rasgo nacional indudablemente positivo no puede llevarnos a gastar. tiempo y energías en pelearnos entre nosotros. Y el que más urgentemente tiene que entender esta nueva situación es Evo Morales. Nadie puede negar (con argumentos y con cifras) que el primer gobierno del MAS fue el mejor de nuestra historia, y que no es gratuito el hecho de que el MAS haya vuelto a ganar elecciones y reiterar la presidencia de Evo. Pero todo tiene un límite y ese límite ya ha llegado. Se está comprobando el principio de que “el poder crea daño cerebral”, Evo Morales ya no es el de hace quince años, y sería de esperar que ahora se haga a un lado y vuelva a producir en su chaco.

La mayor parte de los países del mundo están en situaciones similares a la nuestra, los recursos y las energías políticas no son interminables, y ahora es el momento de destinarlos a convivir y no a seguir viendo quién le gana a quién. Un gobierno como el que ahora tenemos está obligado a buscar la paz y el diálogo, no a descalificar a ex gobernantes (como el caso de Jeanine Áñez, cuya gestión fue un fracaso —sin duda— pero sin que eso justifique que ahora se la califique de “golpista”; si hubo algo equivalente a “golpe de estado” fue la actitud de Evo cuando desconoció los resultado del Referéndum que él había convocado y según el cual no podía volver a candidatear)… Pero tampoco es cosa de pelear ahora por eso. Olvidemos los errores del pasado reciente porque son más importantes los errores que debemos evitar ahora.

¿No están Uds. de acuerdo, queridos lectores?


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