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A patadas, no se dialoga

Dialogar es conversar respecto a algo que les interese a dos o más personas, exponiendo a su turno sus ideas, puntos de vista y comentarios de manera alternativa. Es discutir respecto a un asunto con el propósito de llegar a algún acuerdo o solución de un conflicto. Es unirse alrededor de valores comunes.

Cuando la escala de valores, costumbres y hábitos no son los mismos; también las visiones son diferentes y es cuando el diálogo no corre fácilmente y muchas veces se rompe con él; no se llega al resultado que se busca.

El espíritu del diálogo o parte inmaterial del ser humano inspira a la persona a pensar, sentir y actuar. A ello se deben unir los principios o leyes que deben ser cumplidas para que el diálogo/conversación, entre individuos, se dé y se llegue a las conclusiones y resoluciones que a los dialogantes satisfaga.

La vida, la libertad, la humanidad, el bien y la igualdad son algunos principios o preceptos de carácter universal y, la ética, la moral, la religión, el civismo y la familiaridad son algunos valores, también de carácter universal. En el diálogo, es fundamental que los dialogantes conozcan y apliquen tanto los principios como los valores, para concluir en acuerdos que busquen la convivencia social armoniosa y pacífica, hacia la superación personal de todos, sin detrimento de nadie.

Para llevar un diálogo que, de frutos positivos para todos, es básico guiarse siempre por lo correcto, evitando siempre lo incorrecto; para ello sirve mucho tomar en cuenta la siguiente frase: “Nunca hagas a nadie lo que no quisieras que te hagan a ti”.

Para ser un buen dialogante no sólo es necesario conocer bien el marco teórico anterior; sino tener una buena dosis de predisposición para buscar acuerdos; saber negociar y ello supone tener la necesaria formación/educación teniendo en frente el firme y sano propósito de buscar el bien para ambos, que ambos o todos los interesados lleguen a consensos; que todos salgan ganando de la acción dialogal.

Hay una frase que dice: “Hay que educar al niño 20 años antes que nazca”; que querría decir que la madre - padre, además de procreadores sean los principales formadores de la arquitectura humana de sus hijos; de la personalidad de los futuros ciudadanos, para que actúen como corresponda cuando ciudadanos; cuando conductores de si y de la sociedad en general en la que interactuarán.

Si tomamos en cuenta que, a los 20 años que requirieron los padres para su formación, se habrían requerido 20 años, más, para los padres de los padres (abuelos), en suma, son 40 años que algún porcentaje de familias ya lo habrían logrado, si verdaderamente no sólo fueron instruidos en algunas disciplinas curriculares sino, educados/formados integralmente en valores y destrezas para actuar acertadamente en la vida en sociedad.

La capacidad de dialogar cobra suprema importancia para una conversa amplia, diplomática, respetuosa y consciente que logre tejer acuerdos y decisiones beneficiosas entre personas o grupos confrontados por algún asunto o situación. ¿Cuándo tendremos en Bolivia la educación/formación que genere competencias tecnocientíficas, experticia en protocolos de vida, honestidad e integridad? La escuela de la vida, en nuestro país, es mal referente y mala matriz, por la forma poco civilizada con la que se actúa.

 

Para generar y vivir en diálogo debemos ser personas criteriosas; tener una escucha activa y ser amplios para lograr la lógica: ganar – ganar; es decir, como nadie pierde, o mejor, como todos ganan. 

Sin duda que el diálogo debe ser una cultura y en su caso generar acuerdos y velar por la concordia, la horizontalidad, la hermandad, la justicia, la democracia, la integración entre personas y pueblos que logren igualdad; con ella, la prosperidad, seguida de la paz y felicidad. Esta cultura debe ser formada/desarrollada desde la familia, continuar en la escuela y ser aplicada en la sociedad, en la vida, como norma fundamental de acción humana.

No se puede decir que se está dialogando cuando las palabras tienen una tonalidad y sentido de imposición, o de amenaza; no se puede decir que se está dialogando cuando alguien se pone sobre del otro u otros y exige acuerdos. Los padres y los profesores no deben ser autoritarios, mandones simples impositores; más el contrario, deben crecer en autoridad, respeto y valoración; no miedo; deben cumplir su importante rol educando/actuando en diálogo. 

Como lograr pasar de la costumbre/cultura de la altanería, de la violencia verbal, psicológica, del hostigamiento, de la bronca facial a la cultura del diálogo; sin duda es el desafío como seres humanos. Esto es educarnos/formarnos.

Los seres humanos para ser tales, demostrémoslo, mediante la virtud de la técnica del relacionamiento humano, llamado diálogo; mismo que, se manifiesta con palabras bien entonadas, con respeto, con amabilidad y con afecto; no a las patadas como comúnmente sucede en diferentes ámbitos/espacios de la vida.


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