Seguridad hídrica

Espectaculares en biodiversidad y altamente importantes para el aprovisionamiento de agua y alimentos, los Humedales de Importancia Internacional (celebrados cada 2 de febrero) en Bolivia abarcan 14,8 millones de hectáreas en 11 sitios Ramsar creados desde 1990, a partir de su adhesión a la convención Ramsar (un tratado intergubernamental de 1971 firmado en la ciudad iraní del mismo nombre) con el objetivo de establecer medidas de protección y conservación ante el preocupante deterioro y pérdida de humedales.

Muchos de estos sitios no solo representan la seguridad hídrica actual y futura, son también un eslabón clave de nuestra historia. Ancestralmente las “Culturas Hidráulicas de Moxos” (culturas precolombinas, 800 a.C. y 1200 d.C.) supieron sacar el mayor provecho a las inundaciones; sus obras hidráulicas en las llanuras desarrollaron una producción agrícola intensiva que permitió la supervivencia.

A escala mundial, Bolivia es el país con mayor extensión de sitios Ramsar y es responsable de salvaguardar las mayores reservas de agua dulce donde habitan más de 15 pueblos indígenas, interconectan ecosistemas terrestres y acuáticos en más de 16 áreas protegidas nacionales y subnacionales, posibilitando la funcionalidad ecosistémica fundamental para sostener medios de vida y para afrontar el cambio climático.

Sin embargo, más allá de su declaración no se han dado los pasos esenciales para impulsar una estrategia nacional para la conservación y uso sustentable de los humedales, tampoco se cuenta con planes de monitoreo. El 35% de la extensión de los sitios Ramsar coinciden con áreas protegidas, por lo que se asume que esta fracción estaría bajo planes de manejo y con gestión de protección. No obstante, en las últimas dos décadas existe un debilitamiento en la gestión de las áreas protegidas que batallan y afrontan grandes problemáticas con bajos recursos, escaso personal que arriesga su integridad física para frenar actividades ilegales y no son valorados ni dignificados por el valioso rol que desempeñan. Bolivia podría generar importantes ingresos impulsando el turismo local e internacional en estos espacios, además de otras iniciativas compatibles con la conservación.

El país requiere mayor atención en sus espacios protegidos, deben ser gestionados desde el conocimiento técnico y no político porque ahí se localiza nuestra fábrica de agua. La deforestación y los incendios avanzan disminuyendo nuestras posibilidades de un desarrollo sostenible que será difícil de alcanzar si no logramos la seguridad hídrica a través de estos espacios. Sin beber agua apenas se sobrevive de 3 a 5 días, sin este elemento se apaga la vida.

Estamos en la era del desbalance global, las sequías e inundaciones se intensifican; la lluvia puede ser nuestra aliada o amenaza. No logramos planificar bien los espacios que habitamos, ocupamos zonas de riegos y no tenemos certeza de cómo afrontar el cambio climático. Pese a la pandemia, no hemos comprendido el rol que juega la naturaleza en el equilibrio de la vida; con la zoonosis no se juega, tampoco con la degradación del medio ambiente. Cada espacio protegido, sea bosque o humedal, define nuestro presente y futuro, se trata de supervivencia humana.


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