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Una increíble vocación de servicio

Se supone que las autoridades están al servicio de su pueblo, se supone que las necesitamos para organizarnos y funcionar mejor, y se supone que por eso mismo las elegimos de acuerdo con nuestras necesidades sociales y nuestros criterios políticos. Y se supone además que precisamente por eso, porque las hemos elegido, están comprometidas a escucharnos y a hacer posible un permanente diálogo social.

Y todo eso debería ser todavía más importante y necesario cuando se trata de  autoridades municipales, es decir autoridades de distritos más o menos chicos en los que resulta más fácil el diálogo permanente entre electores y elegidos. Los alcaldes y alcaldesas tendrían que ser autoridades en permanente diálogo con las bases de la sociedad, y responder a las necesidades cotidianas de la población del respectivo municipio.

Los alcaldes y alcaldesas, como también los y las concejales, tienen que estar al servicio de la población, lo que supone mucha escucha y mucho trabajo, y lo normal sería que muy pocas personas estén dispuestas a asumir tamaña responsabilidad, ya que servir a la sociedad (que además de ser diversa y compleja, puede llegar a ser incómodamente exigente) supone sacrificar muchas comodidades e intereses personales.

Sin embargo, ahora que se acercan las elecciones municipales, asistimos a increíbles peleas entre posibles candidatos (y también entre electores y electoras). Y lo más notable no son los enfrentamientos entre candidatos y electores de diferentes partidos (que sería algo perfectamente normal que no estén de acuerdos en muchos temas y puntos de vista), sino entre posibles candidatos y candidatas del mismo partido. Se producen enfrentamientos entre miembros y grupos de cada partido, pareciera que la vocación de servicio es tan grande que genera divisiones y conflictos entre miembros de la misma agrupación política, que la vocación de servir a la sociedad es insaciable…

Sin embargo la larga experiencia que ya hemos vivido nos muesta que es al revés, que la pelea por candidaturas (dentro del mismo partido, y cuanto más grande sea éste, más conflictivas dichas peleas) es una pelea por las ventajas que lleva consigo el ser autoridad. Por eso el mayor problema que enfrentan la mayor parte de los municipios (afortunadamente hay excepciones) es la pelea por disponer de un presupuesto que les permita trabajar por ventajas personales o de grupo, beneficiarse, o simplemente robar…

Y eso es lo que estamos viviendo en estos momentos, la vocación de servicio a la sociedad es tan grande que cada vez son más los que se pelean por servir, y como no es posible satisfacer a todos, los presuntos candidatos y candidatas se pelean entre sí, llegando en ocasiones a producir la ruptura de sus respectivos partidos. “Yo también tengo derecho a servir”, parece que dijeran, y mucho nos tememos que en el fondo lo que defienden es su derecho a aprovecharse, es decir su derecho a robar.

Entonces resulta que en medio de dichos enfrentamientos los/as que están de más son los/as que realmente están dispuestos a servir, a poner sus capacidades y experiencias para mejorar el funcionamiento de los municipios, a enfrentar los problemas del respectivo municipio, pero que no tienen vocación para enfrentar competidores que lo que buscan son beneficios personales…

¿Hay alguna solución para este problema? ¿Serían mejor los tiempos en que los alcaldes o alcaldesas eran nombrados por el gobierno (más o menos dictatorial)? Es evidente que no, puesto que esos eran tiempos autoritarios, y lo que por encima de todo queremos es demo-cracia. Pero lo que de hecho vivimos es el  manoseo de la democracia para beneficios personales o de grupo. En realidad lo que logran es quitarnos las ganas de votar (por eso en Bolivia el voto es obligatorio).

Y ahora ¿quién podrá defendernos?

Pregúntenle al Chavo del Ocho…


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