El Diego: mito político

Es imposible circunscribir la política a sus espacios formales. Si pensamos que la política está sólo en los Congresos o Asambleas, en los Palacios Presidenciales, en los Partidos u Organizaciones, en los procesos electorales, estaremos incurriendo en una radical incomprensión del acontecimiento político. Paradójicamente muchas veces donde más ausente está la política es, justamente, en estos espacios “sacralizados.”

La vida es un acontecimiento político, esta inunda y lucha por construir sentido a la realidad; la política está en la calle, en la comunidad, en todas las relaciones que se tejen en el espacio público y privado; la política está en el canto y la poesía, está en toda expresión artística; la política está más allá de la racionalidad y construye relaciones firmes con lo sentimental.

El fútbol como el deporte más popular del mundo, es escenario de vinculación con la política por la potencia emocional que genera, la capacidad de construir narrativa, identidades, fanatismos y antagonismos.

Y es que la política, entendida, como el espacio por excelencia de la disputa por la construcción de la “realidad hegemónica” a partir de la constitución de discursos dominantes, necesita mitos constituyentes que generan “sentido común”, explican los orígenes y destinos conjuntos de las sociedades o al menos parte de ellas. La expresión más poderosa de constitución de un mito político desde el fútbol fue sin dudas Diego Armando Maradona.

Los mitos políticos desarrollan relatos en los cuales héroes y villanos transitan de lo trágico a lo épico. En esta tarea el discurso y la constitución de un orden simbólico asumen una centralidad predominante donde la comunicación y la política generan una relación indisoluble.

El mito le da sentido a la vida social, el teórico político Sergio Labourdette plantea que “la instancia mítica jugará un rol protagónico en la articulación, sedimentación, crisis y ruptura de esa estructura compleja compuesta por valores, conocimientos, creencias y pautas de conducta, que constituyen la cultura de una sociedad”. Los mitos actuarán como un “tejido nervioso” entre los universos significativos y los conjuntos sociales.

Muy lejos de analizar sus relaciones con líderes políticos o sus tendencias ideológicas, es indiscutible que Diego Maradona fue y es la encarnación de un mito político, tiene todos los elementos para constituirse así. Sus dos goles a los ingleses, pocos años después de la guerra de las Malvinas, sirvieron para constituir en él un símbolo de la rebeldía nacionalista Argentina y Latinoamericana.

Maradona: rebelde y genial, auténtico e irreverente al poder, mágico y decadente, encumbrando en las glorias y hundido en las miserias humanas se constituyó en símbolo y en mito político.

La historia de su vida fue perfecta para hilvanar el relato del “pibe” pobre de Villa Fiorito que con la habilidad de sus piernas, actitud rebelde e ingenio criollo supo conquistar el mundo dibujando una narrativa épica cargada de emocionalidad, orden simbólico y mística.

Maradona simbolizó pueblo, pero como todo mito político poderoso generó una suerte de corriente totalitaria en torno a su imagen, abstrayéndolo de su condición humana y generando en él un imaginario de deidad.


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