¿El año 1 o el 15?: contextos y rasgos discursivos del nuevo Gobierno

Está claro: el MAS no llegó al poder el año 2005 a administrar la burocracia estatal o a gerenciar un Gobierno; el MAS logró constituir una nueva era política instalando una narrativa hegemónica en Bolivia que fue la piedra fundamental del proyecto político que durante más tiempo gobierna el Estado boliviano.

Ese relato hegemónico se constituyó interpelando el pasado profundo de la historia, reflexionando la constitución de las relaciones de poder desde la Colonia, su reproducción y constante reactualización en la República en ámbitos sociales, políticos, culturales, económicos, entre otros. 

A partir de esta lectura de la historia se hilvanó una narrativa política refundacional que planteó, en términos discursivos, la constitución de un nuevo orden simbólico y material en Bolivia: la era del Estado Plurinacional.

La constitución de este relato con una marcada raigambre indígena, nacional y popular logró vislumbrar un horizonte de futuro que genere una reivindicación histórica de un campo popular, en términos zavaletianos, que fue invisibilizado en el pasado.

Además de la reivindicación histórica, el MAS administrando el Estado logró generar una imbricación de la dignidad nacional con la estabilidad y bonanza económica que significó en términos políticos la adhesión semi pragmática de clases medias e importantes sectores de las élites empresariales.   

La constitución de estos nuevos rasgos de un orden simbólico y los resultados pragmáticos de un periodo de estabilidad y crecimiento económico generaron una adhesión política, cultural y pragmática que devino en un permanente apoyo en las calles y en las urnas al MAS IPSP desde el segundo lugar electoral el 2002 y las 5 victorias electorales presidenciales obtenidas entre el 2005 al 2020.

Sin embargo, vale la pena entender que si bien el fondo de lo planteado como narrativa hegemónica del MAS no fue cuestionado, el poder constituido logró fracturarse a partir de una creciente crítica en las formas de gobierno afincadas en dos ejes: la corrupción y el abuso de poder.

Las denuncias por distintos casos de corrupción fueron cada vez más constantes y el 21 F se convirtió en el símbolo del abuso de un poder que tuvo su máxima expresión de equivocación en no reconocer la decisión del pueblo en las urnas.

Sumado a ello, y para terminar de constituirse en un auténtico estallido social, cuando en medio del recuento de votos en octubre del 2019 se paraliza el conteo, se desata una demanda de fraude en principio minimizada por el ex presidente Morales que terminó en su renuncia.

Un año bastó para demostrar que la oposición al MAS fue incapaz de construir un proyecto político alternativo de poder que además se fragmentó en varios “juntes” electorales y tuvo el precedente de un Gobierno transitorio que cometió gravísimos errores en un momento de un marcado mal humor social producto de una crisis multidimensional que se profundizó con la pandemia.

Hoy Bolivia está en transición política; existe el consenso mayoritario de que no se quiere cambios profundos al orden material y simbólico planteado por el MAS. Se busca cambios en las formas de gobierno y la incorporación de nuevas causas, aspiraciones y miradas de las nuevas generaciones de bolivianos.

En ese marco, el nuevo Gobierno tiene al menos tres macro desafíos:

·       Generar certezas y una ruta clara para salir de la crisis económica y sanitaria que dejó el Covid 19.

·       Profundizar la inclusión social y construir un reencuentro político de los bolivianos dejando aislados a los sectores radicales.

·       Incorporar las pulsiones, causas y aspiraciones de las nuevas generaciones de bolivian@s como prioridad del Estado.

El acto de posesión marcado por el simbolismo, banderas de Bolivia y Whipalas sin la bandera del Patujú, movimientos sociales, pututus, minuto de silencio para los fallecidos en Senkata, el presidente Arce (representando la clase media) con camisa y saco pero sin corbata, el vicepresidente con un traje con elementos originarios. Los discursos plantearon dos líneas discursivas bien marcadas.

David Choquehuanca planteó una lección del pensamiento de los pueblos originarios del Abya Yala, una mirada totalmente alternativa al pensamiento antropocéntrico occidental grabado en la colonia y su reproducción en los esquemas republicanos marcados por el colonialismo.

 El flamante vicepresidente planteó conceptos centrales de esta otra mirada como el equilibrio, la complementariedad, el vivir bien y la ancestral resiliencia de los pueblos originarios sin sentimientos de rencor y venganza. Su profundo discurso hizo sentido con la necesidad de estabilidad y paz social que pide una mayoría de los bolivianos.

El nuevo presidente, Luis Arce, interpeló de manera muy dura el pasado reciente y al “Gobierno de Facto” como denominó al errático periodo al mando de Jeanine Añez. El nuevo Presidente usó más de un 80% del tiempo de su discurso para interpelar la conducción política y económica del gobierno saliente, aunque dejó frases como “se debe rectificar lo que estuvo mal y profundizar lo que estuvo bien”, generar estabilidad, paz social y encuentro para salir de la crisis generando certezas.

En ninguno de los discursos Evo Morales fue el centro, quien retorna a Bolivia un año después de su salida y definitivamente jugará un rol en la vida política del país.

 Sólo el tiempo dirá cuál línea política y discursiva se impondrá en el nuevo gobierno; si se constituirá el año 1 de una nueva etapa en el denominado proceso de cambio profundizando aciertos y con autocrítica en los errores; o se dará una continuidad total a lo que se venía haciendo en los últimos 14 años del gobierno que estaba liderado por Evo; o tal vez un híbrido de ambas, sólo el tiempo dirá.


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