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Hacia una nueva geografía urbana

De la misma manera como los científicos están trabajando para ganar tiempo y acortar las etapas sin poner en riesgo los resultados de una vacuna contra el COVID19, la necesidad de respuesta a la administración de los espacios donde vive la gente, se encuentra enfrentando desafíos teóricos y metodológicos para investigar y planificar la ciudad post-pandemia.

Los organismos internacionales en alianza con la academia, los gobiernos, los centros de ideas y los investigadores sociales en toda su diversidad, reflexionamos sobre las respuestas que debemos ofrecer en favor de un ámbito social, no nos cansaremos de repetirlo, que fuera en lo colectivo irresponsablemente descuidado.

La ciudad como sujeto social irrumpe dejando en evidencia agendas inconclusas y compromisos incumplidos, cuando no, ausencia de ellos. Y comprobamos la necesidad de recuperar el tiempo buscando hallazgos que, con la calidad de evidencias, pudieran ayudarnos.

Se plantea que el acceso a la información es esencial para la toma de decisiones por parte de los actores públicos, privados y sociales, que las ciudades han crecido de manera extensiva con un alto consumo de suelo y en perjuicio de sus activos naturales, con patrones de baja densidad poblacional y económica, y con una estructura urbana y un espacio público descuidados. Y aunque se repite que hemos conseguido mejorar la calidad de vida y la inclusión social en las ciudades, estas afirmaciones ingresan en la duda cuando se las analiza desde la continuidad y la sostenibilidad de los procesos. Los administradores de las ciudades continúan siendo grandemente dependientes de los recursos de un nivel central que tuvo otra agenda, y que puso a prueba la autonomía de su gestión, acrecentadas hoy por las dificultades generadas por la crisis económica de la pandemia. En realidad, es todo el modelo autonómico y su marco institucional quienes desconocen hasta ahora el fenómeno de la aglomeración y no ha logrado hacer funcionar adecuadamente la regionalización metropolitana para actuar en consecuencia frente a la crisis. Constatamos que se requiere apoyar una planificación urbana con perspectivas e instrumentos diferenciados a las particularidades urbanas. El proceso urbano, en resumen, necesita articularse en una relación diferente entre los ciudadanos y el estado.

Este conjunto de enunciados forma parte de un trabajo que, bajo el análisis de la prosperidad de las ciudades en Bolivia, lleva adelante el Viceministerio de Vivienda y Urbanismo con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos - ONU-Hábitat y la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional – ASDI. La propuesta está siendo puesta en consideración y debate con el reto propio de un proceso marcado por la pandemia, y busca enriquecer una política de ciudades en una sociedad que vive en ellas sin haber asumido a plenitud la responsabilidad de lo que eso significa.

Necesitamos reflexionar la situación real en la que nos encontramos, cuando los sistemas básicos de desechos, los modos de movilidad, la administración de los suministros o el acceso al ocio productivo, no acompañan procesos ligados a la economía, el desarrollo y a la salud. Cuando todavía lo urbano y rural se encuentran en el ámbito de la confrontación, y una política de desprecio a lo urbano, desconoció la existencia de flujos migratorios, abandono de las áreas rurales y la presión sobre la calidad y universalidad de los servicios.

La Participación Popular nos reconcilió con el territorio que estaba más allá de los radios urbanos de las 186 mal llamadas ciudades hasta el año 1994; lo hizo también con la geografía y los actores que vivían en ella. Ahora tenemos una deuda con las ciudades territoriales.


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