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Evo y Salud

La pandemia del Coronavirus es una desgracia mundial (que empezó asolando a Europa, y ahora se concentra en América), y por supuesto el ex presidente Evo no tiene nada que ver con esa crisis. Pero ante la desfachatez con que sale haciendo declaraciones desde Buenos Aires (a pesar de su calidad de refugiado, y con la aquiescencia del presidente argentino, que no se entera de lo que es un refugiado político), habría que preguntarle qué hizo él como presidente, no con respecto al Coronavirus sino con respecto a la capacidad del Estado boliviano para responder a esa pandemia o a cualquier otra.

Nadie puede negar que la economía de Bolivia nunca estuvo al nivel que sí tuvo durante el gobierno de Evo, en parte por una favorable coyuntura económica internacional, pero sin lugar a dudas también por la excelente visión con que Evo marcó nuestra economía durante su gobierno y de manera especial durante su primer gobierno. No olvidemos que nacionalizó (o re-nacionalizó) la mayor parte de las empresas públicas (con excepción de la PIL) y en parte por la habilidad y consecuencia con que manejó nuestra economía. Hasta aquí el diagnóstico positivo es innegable, y quienes lo niegan están mostrando muy poca serenidad política. Cierto que a partir de su segundo gobierno mostró que se le había subido el poder a la cabeza, confirmando el principio de que “el poder genera daño cerebral”.

Pero la crisis mundial generada por el Covid nos está mostrando otra debilidad, ¡incluso de su primer gobierno!, y es el manejo de la salud pública. En sus 14 años de gobierno lo único que hizo Evo por la salud pública fue construir unos cuantos hospitales, grandes y caros, digamos espectaculares, pero que se reducían al tema infraestuctura. No había el equipamiento necesario, ni la contratación del personal médico adecuado. Es decir pura propaganda. Se construyó y equipó más estadios que hospitales, y si bien es cierto que la práctica de cualquier deporte es positiva para la salud (como él argumenta), también es cierto que no es suficiente, y ahora esa insuficiencia ha salido dolorosamente a luz con la llegada de la actual pandemia.

Cada día tenemos más muertes por el Covid, y cada día resulta más evidente que nuestro sistema de salud no tiene ninguna capacidad para responder a esa pandemia. Los pocos hospitales con que contamos están todos repletos, cada día hay más personas contagiadas que no pueden ser atendidas, hasta el extremo de que muchas han muerto en la calle, o se encuentran tiradas en el piso de esos pocos hospitales. Y para responder a esta desgracia los estadios no sirven…

En la antigua Bolivia de economía mendicante es comprensible que estuviéramos condenados a sucumbir ante semejante pandemia, pero en la nueva Bolivia, que durante el gobierno de Evo dejó de ser mendicante, y que se vanagloría de sus logros económicos (pensemos por ejemplo en la estabilidad económica y monetaria de que hasta ahora hemos disfrutado) resulta inadmisible que haya enfermos en los suelos y en las calles. Y eso sólo puede calificarse de incapacidad presupuestaria (y técnica-profesional) por parte de un ministerio de Salud que siempre fue la cenicienta del gabinete…

Por supuesto a nuestra actual Presidenta (más allá de sus limitaciones profesionales y políticas; no podemos pedirle que invente soluciones, y menos aún cuandola economía ha dejado de ser saludable —y peor si pensamos en la creciente e innecesaria deuda externa—, no podemos pedirle que invente soluciones. Ella ha heredado la conducción de un Estado que nunca se tomó en serio el tema de la Salud. Nuestros médicos y enfermeras son los primeros en arriesgar su propia salud, y la pandemia no deja de crecer diariamente, con graves consecuencias en todos los niveles (incluída la práctica del deporte, ¿para qué sus estadios, ex presidente Evo?).

Mientras tanto Evo vive tranquilo y seguro (y acumulando riqueza). Cuando tiene problemas viaja a Cuba (él, que nunca se había acordado de equipar los hospitales cubanos en Bolivia) y se da el lujo de sentirse víctima de un golpe, cuando el auténtico golpe fue el que dio él cuando desconoció el resultado del famoso 21-F).

Y ahora ¿quién podrá defendernos?


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