No al acoso laboral

Estos días, al escuchar hablar sobre los derechos de la mujer, recordé la historia que una amiga me contó: “Vivía aterrorizada. Él era mi jefe, en principio parecía muy educado, pero al cabo de un mes de trabajo pasó a pedir que nos quedáramos más tiempo para terminar lo pendiente. Eso...

Estos días, al escuchar hablar sobre los derechos de la mujer, recordé la historia que una amiga me contó: “Vivía aterrorizada. Él era mi jefe, en principio parecía muy educado, pero al cabo de un mes de trabajo pasó a pedir que nos quedáramos más tiempo para terminar lo pendiente. Eso significaba quedarnos solos. Poco a poco las insinuaciones se hicieron más evidentes, pasaron a roces en el hombro, el cuello. En un principio pensé que podría parar ese acoso. Él parecía más caballeroso de lo que en realidad era. Sabía que era divorciada y que tenía dos hijos que vivían conmigo. Y ese hecho le parecía que le daba piedra libre. Mis rechazos provocaron la descalificación de mi trabajo, todo lo que hacía le parecía mal. Siguieron las amenazas hasta llegar a la palabra muerte. Finalmente renuncié y cambié de ciudad”. Este testimonio tiene que ver con el derecho de toda persona a trabajar libre de acoso laboral.

Aunque el acoso en el mundo del trabajo afecta a hombres y mujeres, estas últimas lo sufren mucho más que los varones. El acoso va desde una mirada intimidante o un grito a solas o en presencia de los demás trabajadores; pasando por la asignación de labores con plazos imposibles de cumplir, sobrecarga de trabajo, cambios repentinos de tareas, horarios o unidades desconocidas, tocamientos o insinuaciones intimidantes; hasta propuestas bajo amenazas o agresiones sexuales que pueden incluir la violación.

Es muy frecuente escuchar la frase “los problemas de tu casa los dejas en tu casa”. ¿Pero y los problemas del trabajo los dejamos en la puerta de la oficina, el taller, la fábrica, el negocio? Eso no es posible. Los seres humanos somos uno solo, y los problemas que tenemos en el trabajo generalmente nos quitan el apetito y el sueño. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en ocho de cada 10 casos de acoso laboral el resto de los trabajadores sabe quién es el acosador y quién es la acosada. Casi todos callan, y sus reacciones van desde sentir pena, incomodidad, solidaridad —aunque escasa—, no saber qué hacer, aislar a la víctima, hasta decir que ella se lo buscó y justificar el acoso.

En junio de 2019, la OIT aprobó el Convenio 190 sobre la “Violencia y el Acoso en el Mundo del Trabajo”, con el objetivo de eliminar estos flagelos. Este convenio es una oportunidad para que cada país que lo ratifique adopte posteriormente políticas públicas aplicables tanto al sector público como al privado. Las cuales deben traducirse en información sistematizada sobre lo que significa el acoso laboral; alentar la denuncia; conformar las instancias que reciban las denuncias; capacitar a operadores para que identifiquen las características del acoso, entre muchas otras acciones. Como primera medida, Bolivia debe ratificar el Convenio 190.

* Es periodista.

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