La mala hora

Encerrados, endeudados y desempleados, es como estar fulminados, hechos polvo. Pero la verdad es que cientos, miles de personas se levantaron de esa situación para coser barbijos, en todas las tallas, para todas las edades, y para todas las predilecciones. Los aficionados al fútbol se quedaron con los de sus equipos, los niños terminaron con la boca cubierta por su superhéroe favorito, las caritas felices taparon los gestos tristes de la mala hora, los bancos y otras empresas activas en estas circunstancias encargaron material con su logotipo. Quienes estaban dedicados a la costura de prendas de vestir ahora inundan las calles con trajes de bioseguridad. Las redes sociales cada día tienen más avisos pidiendo que compren o apoyen con un like el emprendimiento de la prima, la hermana, el hijo que vende máscaras o finalmente aquello que tiene más éxito: la comida, lo que también dio paso a que los jóvenes se ganen la vida ofreciendo delivery , en moto, auto o bicicleta. La sobrevivencia dio rienda suelta a la creatividad.

El empleo es un bien escaso en casi todo el mundo y en nuestro país por supuesto es un tesoro sin mapa y sin isla. Según el INE la tasa de desempleo durante la pandemia llega al 7,3% y esto incluye al sector informal. Existe un decreto por el cual está prohibido despedir durante la cuarentena y se designaron 1.500 millones de bolivianos para que las empresas recurran a créditos destinados al pago de salarios, pero nada de esto ha impedido que en el sector de la industria, la construcción, la hotelería, el turismo, el espectáculo, el comercio que no está relacionado con la alimentación o medicamentos cientos de personas se queden sin trabajo. Un gran número de los trabajadores fueron despedidos de forma indirecta, ya sea mediante vacaciones colectivas, baja de salarios, cambio de funciones. Los que quedaron sin trabajo mediante un memorándum de despido comprobaron que la ley puede ser un simple papel hecha para no cumplirse porque en el momento de ser echados no recibieron los salarios retrasados, ni los tres meses de desahucio y ni hablar de las vacaciones o las duodécimas del aguinaldo que les toca por seis meses de este inexistente 2020.

Es cierto que corren tiempos difíciles para todos, pero hay quienes siempre los tuvieron más complicados y finalmente serán los que terminen pagando las mayores secuelas de esta pandemia, contagiados o no, con el coronavirus. Esos son los que en más de 100 días de cuarentena se aguantaron en un cuarto con cinco hijos sin escuela, sin internet, sin aire libre en el único sitio que tienen para jugar, comer, aburrirse y dormir. Este tiempo ha sacado a todos de la rutina para derrotar la paciencia y en muchos momentos las esperanzas de días mejores.

*Lucía Sauma es periodista


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