Atrapados en las redes

En el país, los adolescentes entre 13 y 18 años están acechados por estilos de vida extremos, y todos tienen que ver con su apego a las redes sociales y la falta de relacionamiento afectivo con la familia, los profesores o incluso los amigos de su edad. El cutting (realizarse cortes en varias...

En el país, los adolescentes entre 13 y 18 años están acechados por estilos de vida extremos, y todos tienen que ver con su apego a las redes sociales y la falta de relacionamiento afectivo con la familia, los profesores o incluso los amigos de su edad. El cutting (realizarse cortes en varias partes del cuerpo) es uno de estos peligros, que amenaza a cuatro de cada 10 adolescentes, según datos de la Asociación Boliviana de Lucha contra la Autolesión.

Esta práctica se está extendiendo rápidamente entre los estudiantes, porque les permite transformar un dolor emocional inmanejable en un dolor físico más fácil de controlar. Muchos jóvenes dan el siguiente paso, exponiendo las fotografías de sus lesiones en las redes sociales para obtener comentarios, llamar la atención, compasión o simplemente para que los demás sepan que existen.

El grooming es otra forma de acoso dirigido a niños y adolescentes, en la que un adulto (groomer) se hace pasar por un joven o un adolescente para contactar y conocer a sus víctimas en las redes sociales (principalmente Facebook y WhatsApp) con el fin de ganar su confianza, acordar una cita, vejarlas sexualmente y, bajo amenazas, obligarlas a prostituirse.

Las estadísticas revelan que este tipo de delitos va en aumento, a pesar de las advertencias y la información que varias entidades empeñosamente difunden. Las redes ejercen un enorme poder sobre los usuarios, y más aún si son menores. Los maestros y padres de familia parecen haber perdido el control del modo de vida de sus hijos y estudiantes; y se limitan a opinar que en su adolescencia las cosas no eran tan “graves” como ahora. Esta afirmación es una verdad a medias, porque la pubertad siempre ha sido difícil, hay una brecha generacional que impide la total comprensión de lo que vive el otro. Los adultos siempre están en la disyuntiva de ser “amargados” cuando ponen límites, o ser “buena onda” por ser permisivos.

A los adolescentes no se les puede meter en jaulas aunque sean de oro; tampoco se les puede quitar el derecho a acceder a la tecnología que tienen a su alcance. ¿Qué queda? Poner las reglas claras, dialogar, concertar, llegar a acuerdos, aprender a negociar y, sobre todo, educar con el ejemplo desde que nacen. Si no se le escucha cuando son chiquitos, más adelante no se les puede pedir que sean comunicativos.

Los chicos y chicas necesitan saber que hay normas de convivencia. Los padres tienen que aprender a explicar lo que les puede dañar, a exponer los peligros que existen en las redes sociales. Los adolescentes tienen que aprender a desarrollar un criterio propio, a tener elementos de juicio para poder discriminar lo que les ayuda de lo que les daña o perjudica.

* Periodista.

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