La absurda competencia de la ejecución presupuestaria
Desde la restauración de la democracia, donde se introdujeron algunas pequeñas modificaciones para transparentar la gestión pública – con éxito muy limitado -, las diferentes administraciones han peleado por lograr un buen desempeño en la “ejecución presupuestaria”, un indicador tan...
Desde la restauración de la democracia, donde se introdujeron algunas pequeñas modificaciones para transparentar la gestión pública – con éxito muy limitado -, las diferentes administraciones han peleado por lograr un buen desempeño en la “ejecución presupuestaria”, un indicador tan manipulable como absurdo para valorar cualitativamente una gestión; como si lograr gastar el 100 por ciento de los recursos fuera sinónimo de éxito.
El uso torticero de las cifras genera confusiones y debates que, al final, solo vienen a confirmar las mezquindades de representantes y autoridades, acostumbrados a acomodar peras y manzanas mientras el resultado les sea favorable. Es habitual acomodar las cifras en función del desempeño o de lo realmente desembolsado por parte de la institución superior según el mensaje que se quiera trasladar.
Gastar, así como suena, no resulta un ejercicio muy difícil en ningún hogar. Más bien es su contrario lo que realmente “cuesta muelas” a cualquier tarijeño, peor en estos tiempos. Es curioso por tanto que los políticos quieran ser valorados por cuánto gastan, e incluso sean criticados por no haber gastado con suficiente agilidad. También es cierto que resulta poco comprensible que existiendo recursos disponibles, haya instituciones incapaces de cumplir con sus obligaciones o compromisos por culpa de la burocracia, el temor a la Ley Marcelo Quiroga o la simple ineptitud.
Estos días lo volvemos a ver aquí en Tarija la pelea por estos porcentajes y desempeños, sin embargo, la discusión suena especialmente grosera en esta era post – Lino Condori que tanto está costando a las familias tarijeñas.
Condori y su equipo articularon un sistema de gestión que básicamente troceó la unidad departamental, y, sin mayor plan de desarrollo compartido y conocido, idearon decenas y decenas de proyectos de cualquier tamaño, que fueron licitados en base a una “disponibilidad presupuestaria” que finalmente fue inexistente y adjudicados al mejor postor – no siempre, recuerdan los tribunales -.
El Gobernador interino Lino Condori asumió el poder en diciembre de 2010 arrebatándoselo al primer Gobernador electo de la Autonomía, Mario Cossío, en base a unos artículos hoy eliminados del ordenamiento jurídico, que desconocían la presunción de inocencia para autoridades electas. Cossío huyó al Paraguay, pero esa discusión no viene al caso hoy en este editorial.
Lino Condori administró los años de mayor bonanza de los hidrocarburos en el país; el superciclo de ingresos entre 2012 y 2014, donde los presupuestos se multiplicaron hasta cifras nunca antes vistas. Por Tarija pasaron más de 2.500 millones de dólares y hasta la fecha, nadie ha podido dar una explicación lógica de su paradero.
Condori y su equipo articularon un sistema de gestión que básicamente troceó la unidad departamental, reforzando las subgobernaciones municipales cada cual con su Sedeca, su Sedeges, etc., y con quienes, sin mayor plan de desarrollo compartido y conocido, idearon decenas y decenas de proyectos de cualquier tamaño, que fueron licitados en base a una “disponibilidad presupuestaria” que finalmente fue inexistente y adjudicados al mejor postor – no siempre, recuerdan los tribunales -.
En ese tiempo, la ejecución se elevó hasta porcentajes notables, el gasto fue “fantástico”, pero el agujero generado en las cuentas lo seguirán pagando las siguientes generaciones de tarijeños. No es por tanto tiempo de entrar en batallas absurdas. No se trata de elefantes rojos, azules o naranjas. Se trata de demostrar que las autoridades han aprendido lo que está en juego y de asumir la gestión pública con responsabilidad, de darle la transparencia debida hasta al último centavo, no de un juego del “y tú más”. O menos.
El uso torticero de las cifras genera confusiones y debates que, al final, solo vienen a confirmar las mezquindades de representantes y autoridades, acostumbrados a acomodar peras y manzanas mientras el resultado les sea favorable. Es habitual acomodar las cifras en función del desempeño o de lo realmente desembolsado por parte de la institución superior según el mensaje que se quiera trasladar.
Gastar, así como suena, no resulta un ejercicio muy difícil en ningún hogar. Más bien es su contrario lo que realmente “cuesta muelas” a cualquier tarijeño, peor en estos tiempos. Es curioso por tanto que los políticos quieran ser valorados por cuánto gastan, e incluso sean criticados por no haber gastado con suficiente agilidad. También es cierto que resulta poco comprensible que existiendo recursos disponibles, haya instituciones incapaces de cumplir con sus obligaciones o compromisos por culpa de la burocracia, el temor a la Ley Marcelo Quiroga o la simple ineptitud.
Estos días lo volvemos a ver aquí en Tarija la pelea por estos porcentajes y desempeños, sin embargo, la discusión suena especialmente grosera en esta era post – Lino Condori que tanto está costando a las familias tarijeñas.
Condori y su equipo articularon un sistema de gestión que básicamente troceó la unidad departamental, y, sin mayor plan de desarrollo compartido y conocido, idearon decenas y decenas de proyectos de cualquier tamaño, que fueron licitados en base a una “disponibilidad presupuestaria” que finalmente fue inexistente y adjudicados al mejor postor – no siempre, recuerdan los tribunales -.
El Gobernador interino Lino Condori asumió el poder en diciembre de 2010 arrebatándoselo al primer Gobernador electo de la Autonomía, Mario Cossío, en base a unos artículos hoy eliminados del ordenamiento jurídico, que desconocían la presunción de inocencia para autoridades electas. Cossío huyó al Paraguay, pero esa discusión no viene al caso hoy en este editorial.
Lino Condori administró los años de mayor bonanza de los hidrocarburos en el país; el superciclo de ingresos entre 2012 y 2014, donde los presupuestos se multiplicaron hasta cifras nunca antes vistas. Por Tarija pasaron más de 2.500 millones de dólares y hasta la fecha, nadie ha podido dar una explicación lógica de su paradero.
Condori y su equipo articularon un sistema de gestión que básicamente troceó la unidad departamental, reforzando las subgobernaciones municipales cada cual con su Sedeca, su Sedeges, etc., y con quienes, sin mayor plan de desarrollo compartido y conocido, idearon decenas y decenas de proyectos de cualquier tamaño, que fueron licitados en base a una “disponibilidad presupuestaria” que finalmente fue inexistente y adjudicados al mejor postor – no siempre, recuerdan los tribunales -.
En ese tiempo, la ejecución se elevó hasta porcentajes notables, el gasto fue “fantástico”, pero el agujero generado en las cuentas lo seguirán pagando las siguientes generaciones de tarijeños. No es por tanto tiempo de entrar en batallas absurdas. No se trata de elefantes rojos, azules o naranjas. Se trata de demostrar que las autoridades han aprendido lo que está en juego y de asumir la gestión pública con responsabilidad, de darle la transparencia debida hasta al último centavo, no de un juego del “y tú más”. O menos.