Argentina, Brasil y Tariquía

Primero Argentina, ahora Brasil. Desde ámbitos mediáticos y oficiales se ha anunciado la intención del futuro presidente de Petrobras de rebajar al menos a la mitad los volúmenes de gas comprados a Bolivia. Como era de esperarse, el Ministerio de Hidrocarburos, a través de su titular Luis...

Primero Argentina, ahora Brasil. Desde ámbitos mediáticos y oficiales se ha anunciado la intención del futuro presidente de Petrobras de rebajar al menos a la mitad los volúmenes de gas comprados a Bolivia. Como era de esperarse, el Ministerio de Hidrocarburos, a través de su titular Luis Alberto Sánchez, ha presentado la noticia como otro éxito.

Sánchez ha matizado la situación diciendo que es una " gran ventaja", pero sin hablar de volúmenes, precios, contenido calórico, licuables, etc. Aspectos esenciales cuando uno sopesa ventajas y desventajas del negocio.

Por el lado brasileño tampoco existen explicaciones técnicas claras, y al igual que lo que ocurre con Argentina, la noticia parece tener una intencionalidad política, con Bolsonaro a punto de asumir mandato y mostrando el tono de su futura gestión.

El Presal brasileño y la Vaca Muerta argentina vienen siendo anunciadas hace una década. Sobre el primero, se dice que el próximo año alcanzará producción pico y con ello se cubrirá parte importante del mercado interno, quitándole espacio al gas boliviano, que también competirá con otras importaciones.

Sobre el segundo, dicen que también el próximo año comenzará a exportarse el gas de esquisto extraído con técnicas no convencionales de peligrosos impactos ambientales, convirtiendo a Argentina en un gran exportador del energético.
Como reacción tardía, poco meditada y quizá hasta desesperada, hace varios meses el gobierno ha ido jugando con el ingreso de actividades extractivas en áreas protegidas.
Bolivia tuvo tiempo para prepararse para estas épocas de vecinos menos amistosos que los de la década del progresismo. Parte de esa preparación era la industrialización del gas. Parte también es la (idealmente) constante exploración para encontrar nuevos reservorios gasíferos que alimenten no solo esa industrialización, sino también el mercado interno y otros posibles mercados.

En ambas tareas, el Ministerio, YPFB y el propio gobierno boliviano, se durmieron en sus laureles. Ahora, una nueva realidad poco benevolente –menos mercados, menores precios, menores reservas, falta de alternativas- está tocando la puerta. Bolivia no parece muy preparada y con una posición de negociación más bien debilitada.

Como reacción tardía, poco meditada y quizá hasta desesperada, hace varios meses el gobierno ha ido jugando con el ingreso de actividades extractivas en áreas protegidas.

El caso de Tariquía lo grafica a cabalidad. La sonada entrega de licencias ambientales para esta incursión tan polémica muestra el grado de urgencia por encontrar el gas que permita seguir financiando el modelo económico, dure lo que dure.

La nueva postura oficial a favor de los hidrocarburos no convencionales también es un síntoma de ello. Y aunque todavía solo hay anuncios e intenciones de una transnacional interesada, los riesgos ambientales son concretos. Prueba de ello es justamente Vaca Muerta, que ya ha producido un desastre ambiental en 3 hectáreas y otros 27 kilómetros afectados, costándole incluso la licencia ambiental a YPF.

El país tendrá que demostrar en las próximas semanas y meses si está dispuesto a lo que sea por los “petrodólares”. Por ahora no hay alternativa al desarrollismo planteado en la Agenda 2025, y por tanto, el gas, la agroindustria depredadora y la minería, siguen siendo las únicas apuestas. La Historia se repite.

 

 

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