“¿Computadoras e Internet, más ruido que nueces?”
Con esta cita, inicia el investigador Robert Gordon el Cap 13 de su intrigante libro “The Rise and Fall of American Growth” (Surgimiento y caída del crecimiento americano).No resulta para nadie extraño que un iPhone tenga hoy mil veces más capacidad de proceso y memoria que aquel...
Con esta cita, inicia el investigador Robert Gordon el Cap 13 de su intrigante libro “The Rise and Fall of American Growth” (Surgimiento y caída del crecimiento americano).No resulta para nadie extraño que un iPhone tenga hoy mil veces más capacidad de proceso y memoria que aquel computador que llevó al Apolo XI a la luna, tan sólo unas cuantas décadas atrás. En la segunda mitad de los años 70 y principios de los 80, la UAJMS de Tarija ya tenía operando un equipo “Digital PDP11” que era la envidia del país. Estudiantes de electrónica y aficionados a la programación como nosotros, con la guía del “Lorito” Roca, una gran persona y apasionado de esta actividad, extrajimos una vez, para testear una falla, la “poderosa” memoria de 32 K, del tamaño de una bandeja para hornear salteñas, y nos quedamos mirándola en actitud de éxtasis, como si se hubiera aparecido alguna virgen.Sin embargo, como bien demuestra Gordon, todas las maravillas conseguidas por las computadoras así como, a partir de la segunda mitad de los 90, por la internet, han mal direccionado a muchos analistas en la creencia de que el progreso social acelerado que hoy percibimos es el mayor en la historia y que incluso será más rápido en el futuro.En la realidad, la contribución de las computadoras al crecimiento económico es relativamente pequeño, cuando se la compara al resto de las actividades que conforman el Producto Bruto global, donde el ritmo de la innovación tecnológica no se está acelerando y, siempre según Gordon, en muchos aspectos incluso está haciéndose más lento al acercarnos a la tercera década de este nuevo siglo.Los datos son elocuentes: el año 2014, el total de gastos incurridos por los hogares y las industrias en hardware y software, además de los gastos en telefonía móvil y fija e internet, no llegaron al 7% de la economía.Desde el computador “maiframe” que resolvió tantas tareas tediosas desde los 60, pasando por las máquinas de reservas electrónicas de pasajes aéreos en los 70 y la fotocopiadora hasta los cajeros automáticos de los 80 y el lector de código de barras en los supermercados, saltamos a las computadoras personales para tareas no sólo de computo sino de procesamiento de textos e intercambio electrónico de datos.Las primeras aplicaciones de integración de procesos remotos en Tarija las realizamos con un sencillo modem que recogía las transacciones capturadas en las ”Zonas Comerciales” de YPFB en el Departamento, transmitidas e integradas en la “ZCT” (Zona Comercial Tarija), y se sentía ese milagro tecnológico como algo fuera de este mundo. Eran los tiempos felices donde los trabajadores de YPFB que habían entrado en contacto con estos engendros tecnológicos preferían pasar sus horas libres con el “Tetris” antes que jugando al futbol o leyendo a García Márquez. Sin duda ellos mismos deben sentir que están hoy reflejados en sus hijos y nietos igualmente adictos a su “Smartphone”.Si asociamos la performance de un computador con la densidad de transistores incorporados en sus procesadores y observamos la evolución de este dato en el tiempo, nos encontramos con la Ley de Moore: “El número de transistores incorporados en un chip se va a duplicar aproximadamente cada 24 meses”. Debido al avance de la tecnología, sin embargo, la capacidad de cómputo de los computadores modernos creció desde fines de los 90 hasta el 2010 a un ritmo 30% superior al predicho por Moore. Si a esto le sumamos la caída sostenida de los precios podemos afirmar que el “poder de computo” al que tienen hoy acceso los seres humanos es el que ha caído más en su precio que ningún otro producto en la historia.Sin embargo, en los últimos años esto empieza a cambiar y el desarrollo se ralentiza contradiciendo la Ley de Moore en el sentido inverso. Hal Varian, el principal economista de Google considera que el cambio tecnológico en las computadoras personales, a partir del 2005, “se está estancando debido a que… nadie necesita un supercomputador en su escritorio”. Ahora el énfasis parece estar volviendo sobre las “mainframes” asociadas a telecomunicaciones e internet ultra rápidas. El mejor ejemplo parece ser “Siri” que transmite datos a un computador central que tiene una gigantesca capacidad de cómputo y que en tiempo real atiende los requerimientos del usuario con sus avances en inteligencia artificial y reconocimiento de patrones convirtiendo al remoto teléfono en un capturador de solicitudes que ya no necesita tanto poder de cómputo y que, por ello mismo, puede continuar bajando en sus precios año tras año. Pero no todo es positivo en esta dimensión de la actividad humana llamada las “redes sociales”. Entre sus aspectos negativos esta la creciente desigualdad de oportunidades de acceso al conocimiento y consiguiente desempeño escolar o universitario entre quienes disponen de un computador en su casa o en su bolsillo y quienes no lo tienen. El ser hoy un analfabeto en internet puede ocasionar desventajas que afectan a una persona toda su vida.Por otro lado, jóvenes adictos al entretenimiento ilimitado que contienen sus teléfonos, pierden la atención en clases aburridas y desarrolladas con criterios del siglo XIX. La revolución social que traen consigo las computadoras y la internet, termina Gordon,”… trajo un nuevo nivel de conveniencia, conectividad y colaboración para, al menos, un 80% de la población. Un campesino que hoy es dueño de un teléfono inteligente tiene mejor acceso a una variedad enorme de datos e información que la que tenía un profesor universitario hace 20 años.” A pesar de ello, los beneficio medibles de este gigantesco desarrollo tecnológico ni siquiera se acercan a los talones de los beneficios sociales que se lograron entre 1870 y 1970 con la aparición de otros inventos como la electricidad, el transporte, el aire acondicionado, el inodoro o los antibióticos.