Entorno machista o negación de la realidad

Además de interiorizar la necesidad de poder en sus diferentes niveles, sea cual fuera el escenario cultural y en diferentes proporciones, en el fondo esa es la idea, pues vamos incorporando poquito a poquito en esos seres extraordinarios pautas de conducta que hacen de ellos personas adultas...

Además de interiorizar la necesidad de poder en sus diferentes niveles, sea cual fuera el escenario cultural y en diferentes proporciones, en el fondo esa es la idea, pues vamos incorporando poquito a poquito en esos seres extraordinarios pautas de conducta que hacen de ellos personas adultas con características culturales aprendidas, que en el fondo no es más que obligarlos a dejar de ser seres únicos, extraordinarios, felices, faltos de verdadera humanidad.Pero ¡cómo!, ¿qué paso?, pues bueno ahí nos encontramos con la realidad de una sociedad descarada, que facilita patrones de comportamiento adquiridos en un entorno familiar, escolar, recreativo, político, donde prima la ley del más fuerteEs cierto que se ha avanzado mucho legalmente en el tema de equidad de género, lucha contra la violencia, y que ha costado de esfuerzo organizado en su mayoría de muchas mujeres, pero hoy en día es solo un tema, pues no se está haciendo lo necesario para que dentro de nuestra cultura ciudadana se interioricen como aprendizaje significativo nuevos roles de las mujeres y hombres, así como la resiliencia, entre otras actitudes que permita a este ser extraordinario (niñ@) adaptarse a espacios equitativos libres y sanos que no desvirtúen su esencia humana. Tanto es así, que hay hombres o mujeres que han interiorizado tanto en su cuerpo y mente la violencia como algo natural (resultado de vivencia propia), que pese a conocer la teoría discursiva de equidad, de no violencia de respeto a los derechos, entre otros, y quizás en su consiente no quieren ser violentos, reproducen actos de violencia iguales o peores a los vividos en su infancia, pero ni por un minuto en su consiente asimilan la idea de ser culpables, más por el contrario se hacen ver como víctimas, crecen, se sienten, reaccionan y lo peor sufren como si realmente fueran víctimas, pero ¿Por qué? Porque realmente en muchos momentos de su infancia han sido víctimas, y todo comportamiento aprendido, se queda, por más discurso elocuente de no violencia o de equidad de género que se maneje en el colegio, trabajo, etc., pues un niñ@ víctima de agresión física constante peor psicológica en su infancia, cuando es padre o madre reproduce lo aprendido culturalmente, y el odio, rabia, rencor frente a su agresor que por su estado de vulnerabilidad tuvo que reprimir, esto lo comienza a reflejar en su pareja e hijos. Pues para un macho agresor contenido, una pareja es su mujer, su cosa, al igual que los niñ@s, quienes se constituyen en desventaja sobre la cual puede ejercer poder, desventaja en la que se encontraba de niño, pero más no de adulto. Y bueno, a este paso estamos perdidos…. Salvo que el entorno cultural tenga mecanismos profesionales de contención, apoyo, superación que le permita más temprano que tarde, dejar ir sentimientos negativos para crecer. Y bueno seguimos en el abismo, porque no conozco espacio, ni público, ni privado que apoye profesionalmente a superar esas secuelas, que han sido adquiridas, pues nos guste o no la agresión física, la inequidad, la lucha de poder es parte de diferentes culturas, ya en los colegios se la está reduciendo, pero el comportamiento aprendido culturalmente no puede ser cambiado por decreto o con marchas, ni se resuelve encerrando a alguien en una cárcel, si en el fondo, el infante víctima y hoy adulto no cura su ser interior y logra despojarse de su dolor, pues aun estando encerrado en la mayoría de los casos mantienen su sentimiento de víctima y no perciben ni por un momento su comportamiento como negativo. Por eso cada vez que una mujer se defiende, tal vez sin saberlo, sin predecirlo, incluso enfrentándose con un entorno familiar culturalmente machista, defiende a todas la mujeres, porque tienen el valor y la fuerza de decir… no quiero ser una más (víctima de feminicidio), y mi condición de mujer me debe dar el derecho de mantenerme como ser extraordinario y bajo ningún motivo como sinónimo de cosa, debilidad o inferioridad. Por eso hago un llamado a las instancias públicas como privadas para seguir con la lucha, pero ahora para generar mecanismos de comportamiento inclusivos, a las instancias educativas a generar aprendizaje significativo en los estudiantes que permita romper ciclos de violencia desde nuestro diario vivir, porque la suma de pequeños fueguitos puede contribuir a contar con una sociedad culturalmente resiliente, que nos permita mantener la esencia con la que nacemos a la vida.


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