¿Es rentable la educación de los niños más pequeños?

Junto a un compacto equipo de economistas, psicólogos sociales, sociólogos, expertos en estadísticas avanzadas y neurocientíficos, Heckman ha desarrollado las metodologías y los instrumentos de análisis que nos permiten comprender lo mucho que tenemos que ganar al invertir en la educación...

Junto a un compacto equipo de economistas, psicólogos sociales, sociólogos, expertos en estadísticas avanzadas y neurocientíficos, Heckman ha desarrollado las metodologías y los instrumentos de análisis que nos permiten comprender lo mucho que tenemos que ganar al invertir en la educación de niños en su temprana infancia. Estos resultados son presentados en la obra “Beneficios en Ciclo de Vida de un influyente Programa para Niños Pequeños” (The Life-cycle Benefits of an Influential Early Childhood Program).Este documento calcula los beneficios de largo plazo generados por un influyente programa, dirigido a la infancia temprana, en familias con desventajas y privaciones. Lo valioso de semejante investigación consiste en haber realizado un seguimiento documentado de los participantes, desde su temprana infancia hasta mediados de los treinta años. Heckman demuestra que esa inversión tiene sustanciales beneficios para la salud, los ingresos salariales futuros de los niños participantes, criminalidad reducida, menores necesidades de educación especial y menores costos, mejores salarios de las madres, etc. Los ingresos registrados en toda la vida de estas personas, así como los beneficios sociales asociados, fueron estimados utilizando múltiples sets de datos y comprobados modelos económicos.A lo largo de este periodo, la tasa interna de retorno de lo invertido en esos niños fue del 13.7% anual y la razón costo/beneficio ha sido calculada en 7.3. De acuerdo a la investigación, estos estimados son muy robustos y resisten numerosos análisis de sensibilidad.El trabajo del premio Nobel contribuye grandemente a una creciente literatura científica sobre el valor y el impacto económico de programas educativos destinados a la primera infancia en niños que nacen en hogares con limitaciones económicas. Los niños en los dos programas estudiados (ABC y CARE en Carolina del Norte, 1970), eran admitidos desde las 8 semanas de vida hasta los 5 años, luego sus vidas fueron observadas por los científicos hasta bien entrados sus treinta años.La base neurocientifica que explica el éxito de estos programas es que los estímulos que reciben los seres humanos en los primeros años de vida son decisivos en su desempeño social futuro. En esta fase, el cerebro se desarrolla a un ritmo que no tiene paralelos en la vida adulta y prepara el terreno sobre el cual los conocimientos y las emociones se van a desarrollar más tarde. De manera que si actuamos en ese periodo crucial de una manera adecuada, las probabilidades de éxito para esos niños en su vida futura se incrementan muy significativamente.Pero, cuan temprano es temprano? Se le pregunta a Heckman: “… puede parecer exagerado, pero la ciencia ya ha reunido evidencias de que esa cuenta comienza en negativo, es decir, desde que el niño está en el vientre de su madre!”La probabilidad de que el niño tenga una vida saludable se multiplica cuando la madre es educada y disciplinada en el período prenatal. Hasta los 5 o 6 años, el niño aprende a un ritmo asombroso; algo que lo marcará de por vida si el contenido adecuado es puesto a su disposición, con los estímulos correctos. Desafortunadamente, de acuerdo a las investigaciones de Heckman, es justamente este periodo el que es descuidado por la sociedad, la economía y el Estado. En particular, las familias de menores ingresos, en su lucha por la sobrevivencia, no reciben ni buscan orientación básica sobre como criar un bebe y los accesos a guarderías o prekinder les es vedado.Lamentablemente, las políticas públicas se concentran en dirigir la inversión hacia obras de infraestructura antes que a este tipo de programas cuyo valor real solo puede estimarse en el largo plazo y tienen poco valor publicitario. De manera que es hora de cambiar viejas y anquilosadas prioridades centradas alrededor del cemento para volcarlas al talento no destapado de nuestros pequeños. No es algo fácil de hacer y requiere de una visión de largo plazo en una coyuntura histórica y política marcada por el corto plazo y por la disputa virulenta por el excedente económico que genera nuestra sociedad entre las clases tradicionalmente dominantes y los sectores subalternos circunstancialmente empoderados por el proceso de cambio que, lastimosamente, no ha impulsado con la suficiente fuerza justamente esa, la más efectiva y rentable de las políticas sociales: invertir masivamente en la temprana infancia.


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