El Che, 5 mujeres y una sopa de maní
Hace muchos años recopilé las historias de aquellas cambacollas, como se proclaman las vallegrandinas, con los escritos de los cubanos Cupull y Rodríguez, y con testimonios de testigos de esos días de octubre. Ya llevo unos 10 años difundiendo estas versiones en honor del Che al decir que...
Hace muchos años recopilé las historias de aquellas cambacollas, como se proclaman las vallegrandinas, con los escritos de los cubanos Cupull y Rodríguez, y con testimonios de testigos de esos días de octubre. Ya llevo unos 10 años difundiendo estas versiones en honor del Che al decir que una ama de casa le dio a comer una sopa de maní tres horas antes de que lo asesinaran, que una profesora de escuela habló con él a las 5 am y otra montó guardia en el aula-jaula de La Higuera y que, ya muerto el guerrillero, una lavandera de hospital le limpió el polvo de pecho y pies, y, en fin, que una enfermera le acicaló pelos y barba hasta darle ese aire de Cristo yacente que tiene el Comandante echado en un poyo de cemento del hospital Señor de Malta.En octubre del año pasado viajé a Vallegrande y La Higuera para sugerir a autoridades y vecinos de esos pueblos apropiarse de una vez de las historias de Ninfa Arteaga, Julia Cortez, Élida Hidalgo, Graciela Rodríguez y Susana Osinaga y ostentarlas como ejemplos de la vocación humanitaria de las bolivianas. De mi ronco pecho les pedí que proclamen la sopa de maní como el último alimento que probó el Che y que inviten (o vendan) ese plato a los visitantes que llegan a la histórica región.Por gestiones de mi camarada Osvaldo Chato Peredo fui recibido en Vallegrande por el comité para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del Che a cargo del sacerdote Erwin Joseph Kohmannn; unos 25 asistentes oyeron mis sugerencias. El 9 de octubre por la noche me presenté en un acto artístico y político de los pobladores en honor del Guerrillero Heroico en la plaza principal; allí leí partes de mi libro Mantología poética, ofrendas y militancia, y luego peroré mi cantaleta de las cinco mujeres y la sopa de maní, “de maniche”, dije, por maní y Che. Me aplaudieron, y ya.Después hablé en La Paz con dos ministros de Estado. Mi amigo Juan Ramón Quintana me propuso encabezar una comisión para aterrizar esas iniciativas y yo le dije que sería mejor dejar eso a los propios vallegrandinos, pues no vayan los enemigos a decir que caravaneo con sombrero ajeno. Al ministro le pareció bien y quedamos en nada.Ahora, dentro de 17 días se cumplirá el medio siglo de la ejecución del Che y se le rendirán homenajes en todo el mundo. Ya sabemos que se hablará mal del país que éramos entonces y del Partido Comunista Boliviano que desertó de su deber combatiente en la hora de la prueba. Se dirá de todo, pero nadie hablará sobre lo trascendente del gesto de aquellas nuestras mujeres, dos de las cuales viven aún. Como pasa en los concursos literarios, no habrá para ellas ni oro ni plata sino, y tal vez, un premio de consuelo llamado Mención Honrosa.Tengo claro que la adhesión popular no se logra por decreto pero deseo motivar actitudes que pudieran prender y hacerse buena costumbre y, en tal sentido, caray, qué bien se vería que, ese día, el comité rememorativo o el Gobierno inviten unos platos de sopa de maniche a quienes lleguen a La Higuera o Vallegrande.Aunque sí, algo trascendental habrá desde el páramo ciudadano. El médico beniano Jaime Ortiz piensa presentar el 8 de octubre en Vallegrande un disco grabado con su hermosa voz en honor de aquellas nuestras mujeres. Le puso música a un texto mío y se hizo acompañar por excelentes artistas. Jaime y yo sabemos el costo de esa producción discográfica, pero no cómo lo pagaremos. Sea, pues. Que es por amor que la mujer existe... y en el amor vuelve bello lo triste.