Juzgar

en la ley de Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú que dices?”,  Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra, luego les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado que le tire la primera piedra”. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse....

en la ley de Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú que dices?”,  Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra, luego les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado que le tire la primera piedra”. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse. Jesús perdonó a la mujer. Es el amor lo primero que brilla en las actitudes del Maestro, toda esta misericordia, toda esa compasión, toda esa comprensión nacen de su corazón puro, lleno de amor.Este pasaje nos debe llevar a una reflexión profunda sobre nuestro actuar y sobre nuestro hablar.Muchas veces acusamos, criticamos y condenamos, nos convertimos en jueces, miramos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro.Sabemos que de la abundancia del corazón habla la boca; todo lo que tenemos acumulado dentro, sale en las palabras que pronunciamos.Si nuestro corazón está lleno de resentimiento, de odio, de envidia, es imposible que salgan de nosotros sentimientos buenos y actitudes positivas, al contrario, toda la maldad, el odio, el rencor se desbordarán de nuestro interior y serán como puñales lanzados en contra de nuestro prójimo.Somos todos seres humanos capaces de caer en el error, capaces de equivocar el camino, somos débiles y nuestra debilidad muchas veces nos conduce hacia el hoyo, no hay excepciones, nadie puede decir: “Yo no he pecado”, porque eso sería una mentira ¡Ay! de los que se convierten en juzgadores, porque: “Con la misma vara que midiereis serás medido”.Si acusamos sin caridad con saña, así seremos juzgados sin misericordia.El Maestro fundó su iglesia santa y pecadora, santa porque la cabeza es Cristo y pecadora porque la formamos los hombres y como hombres somos pecadores; pero tenemos una hermosa promesa de Jesús cuando nos dice: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.A pesar de sus errores, a pesar de sus juzgadores, a pesar de sus enemigos como siempre a través de los siglos, la iglesia seguirá firme, fuerte y cada día más grande como la estamos viendo hoy después de dos mil años.La iglesia abre las puertas a todos los seres humanos, no importa la raza, ni los credos, si son pecadores o no, porque ella es la prolongación de Cristo y solo sabe dar amor.La iglesia se presenta al mundo como Jesús desde la cuna de Belén, en esa humildad y a la vez en esa grandeza, siempre al lado de los que sufren injusticia, el poder de la iglesia, nace desde el respeto a la libertad, desde la autenticidad, desde la santidad de sus costumbres.Nuestra iglesia sabe ceñirse con sinceridad la toalla para lavar los pies a los hombres, a sus mismos enemigos, a los que la traicionan, la persiguen, la juzgan y la niegan.La iglesia habla al mundo en nombre de Dios, con la palabra de Dios; por eso tiene audiencia en el santuario de las conciencias y los hombres: “Reconocerán su voz” una voz que ellos llevan ya dentro, por eso será obedecida con amor y por amor.

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