Recuerdos del presente Nacionalizaciones suaves

Sin embargo, la última nacionalización, de una parte del paquete accionario de una fábrica de cemento, fue seguida de explicaciones, de disculpas y de nunca mases. El ministro de Finanzas y el viceministro Wilfredo Chávez debieron salir a dar explicaciones y decir que las seguridades...

Sin embargo, la última nacionalización, de una parte del paquete accionario de una fábrica de cemento, fue seguida de explicaciones, de disculpas y de nunca mases.


El ministro de Finanzas y el viceministro Wilfredo Chávez debieron salir a dar explicaciones y decir que las seguridades jurídicas para las inversiones siguen vigentes, porque a partir de ahora la revolución sólo nacionalizará lo que fue alguna vez del Estado. La revolución no afectará los intereses de los privados. Por eso no se llama revolución, sino proceso de cambio.


Podría ser que el uso de la banda de música en la ceremonia de anuncio de la primera nacionalización haya sido identificado como algo que trae mala suerte. El desastroso estado en que ha quedado el sector petrolero desde entonces recomienda no repetir el ritual de mayo de 2006.


Y eso que aquella no fue una nacionalización. Se quedó en una reforma del sistema tributario.


La propaganda que se hizo de ella, como decir que a partir de ese momento las empresas pagarían 96% de impuestos, terminó asustando más a las petroleras que el ajuste tributario.


Es probable que por esa razón esta vez la propaganda no haya dicho que la nacionalización de un tercio de Fancesa iba a resolver la escasez de cemento que se da, casualmente, porque el sector petrolero no produce el suficiente gas natural.


Los resultados que está produciendo el proceso de cambio recomiendan sofrenar los ímpetus de los responsables de la propaganda. Por eso es que ya no es convocado mi amigo Wálter Chávez, que comparte conmigo el gusto por los gallos de riña. Es que su entusiasmo de publicista improvisado le hizo ofrecer demasiadas cosas con motivo de la reforma del sector petrolero.


Pero lo de Fancesa podría tener un efecto desalentador entre las empresas petroleras que hubieran tomado en serio las palabras del presidente Evo Morales, de mediados de agosto, cuando les dijo que el gobierno les daba plenas, completas y suficientes seguridades jurídicas para que inviertan.


Algo saben los argentinos de las verdaderas posibilidades del sector petrolero boliviano de producir mayores volúmenes de gas, que han decidido instalar nuevas plantas de regasificación para comprar GNL de ultramar. Además de una planta que atenderá también la demanda de Uruguay, con lo cual ese pequeño país podrá elegir entre el gas de la planta flotante de Argentina o el de la planta en tierra firme que Brasil instalará muy cerca de la frontera. Una prueba más del antiguo dilema uruguayo.


Habrá que esperar, sin embargo, que por lo menos alguno de los apurados descubrimientos de nuevas reservas de gas que se dieron en agosto sea verdadero. Porque, como van las cosas, la escasez de gas para el mercado interno pone al gobierno en un conflicto: ¿prohibir las exportaciones para garantizar el mercado interno?


En fin, que para nacionalizar y comer pescado hay que tener mucho cuidado.


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