Los limites hidrocarburiferos
Su nombre más familiar en nuestra lengua es Isla de Pascua. Los pascuenses no podían hacer barcos grandes, sólo les quedaban sus tierras de cultivos. Todo desarrollo tiene un límite. Si quieres construir cucharas, pues dependerá de cuánto hierro tengas o minas con metales que te permitan...
Todo desarrollo tiene un límite. Si quieres construir cucharas, pues dependerá de cuánto hierro tengas o minas con metales que te permitan hacerlas. Aquellos que declaran que el crecimiento es "infinito" probablemente no están enterados de que las cosas no se hacen solas y dependen de la cantidad de recursos disponibles para hacerlas, que es siempre finita. Lo único infinito son los números y, lo que más se acerca a éstos, los billetes de banco, sólo tienen valor en cuanto a la cantidad de productos que puedes comprar con ellos. Mientras más numeritos hay en el mercado, pues menor es su valor. Pregúntenles a los países que han sufrido hiperinflación.
Basándonos en el monto de tierra todavía disponible para cultivos, los vastos bosques con maderas preciosas para cortar, los descomunales océanos del mundo que se renuevan de peces cada vez a pesar de nuestra depredación, podría parecer que los seres humanos no hemos llegado al límite de nuestro desarrollo, o sea que tenemos mucho por dónde y para desarrollar. En primer lugar cabría hacerse la pregunta de si en verdad deseamos llegar hasta el límite. Aprendamos de experiencias ajenas. El mundo es sólo un gran Rapa Nui, a nada menos que a 4,2 años luz de la estrella más cercana, Proxima Centauri, y a 78 millones de kilómetros de Marte (en promedio) no busquemos repetir la desesperación de los pascuenses.
Ha llegado la hora de ponernos límites. Hacerlo es inevitable, mejor si lo planificamos, previniendo tragedias. Dentro de poco, si no lo estamos haciendo ya, iremos de bajada. Había mucho, ahora hay menos y menos y menos. Las llamadas "tierras raras", cruciales para componentes electrónicos, hay pocas, andan escaseando. Petróleo: se agota en 40 años, ¿30? Peces mayores: en vías de extinción, pronto sólo tendremos sardinas. Tiburones: los están aniquilando para sopas chinas. Etcétera. Todo es finito. No le veo ningún sentido al agotar nuestros preciados recursos, sobre todo los vivos.
Como siempre, la cantilena al respecto viene con los dedos de la gente señalando a las hambrientas multinacionales. Ja ja. Por favor, las empresas, grandes o pequeñas, son gatitos tiernos si los comparamos con la verdadera amenaza: el consumidor. Pueden arrestar al ejecutivo en jefe de la British Petroleum, podrían ilegalizar a toda la empresa, pero jamás podrán con los 6.000 millones de usuarios de vehículos que utilizan combustibles fósiles. Ese es el problema. Ése. No importa si tienes auto o no, utilizas transporte público. Los únicos que no andan quemando combustible son los peatones incurables y los que sólo montan bicicleta.
El voraz consumidor europeo, el devorador estadounidense y el sushifago japonés son los verdaderos culpables de un sinfín de problemas ecológicos, y tú también; aunque poquito. No te hagas al que no. Obvio, la crisis los ha golpeado, no volverán a ser lo que eran, sabemos. Han aprendido algo de moderación. El problema ahora, claro, son los otros. China, con 1.300 millones de habitantes y contando, o India, con casi 1.200. A medida que sus monedas se fortalecen, mientras el dólar comienza su caída, consumirán más de los limitados bienes del mundo. No existe depredación de las grandes empresas, los depredadores somos tú y yo. Por suerte, podemos pensar y moderarnos en nuestro consumo. La educación es nuestra única solución pacífica, el problema es que sólo se necesita de uno para cortar el último árbol.