Política y Mercados

Las esperanzas y expectativas de sustitución del modelo neoliberal resultado de las reformas económicas propuestas por el gobierno del Presidente Morales, es una noción confusa de un modelo radicalmente nuevo, el “socialismo del siglo XXI”. En todo caso, es importante descubrir si esta...

Las esperanzas y expectativas de sustitución del modelo neoliberal resultado de las reformas económicas propuestas por el gobierno del Presidente Morales, es una noción confusa de un modelo radicalmente nuevo, el “socialismo del siglo XXI”. En todo caso, es importante descubrir si esta noción de socialismo delineado, debería entenderse como un conjunto de políticas específicas a partir  del pleno empleo, consumo social, y redistribución igualitaria del ingreso, o también como un conjunto de instituciones específicas.

Bien podríamos imaginar un modelo de socialismo que incluya todas las características de una economía de mercado, con el agregado que permite la entrada y salida irrestricta, complementada con una competencia leal en el mercado. Esta noción implica también una cierta configuración de los derechos de propiedad y una innegable estructura institucional y política, al mismo tiempo que estimula la iniciativa individual y el espíritu empresarial, restringiendo la intervención estatal excesiva, en un ambiente democrático, donde impere la ley y se permita la competencia de las fuerzas e ideas políticas. Si bien en el país estos aspectos son considerados en las normativas, y están presentes en la nueva Constitución, en leyes y decretos, hasta ahora no se ha podido acabar con la ineficiencia, la inercia y la inestabilidad del sistema económico.

Las asimetrías sociales, son muy difícil de eliminar a partir únicamente de las políticas públicas, siendo que formidables barreras estructurales impiden el cambio del crecimiento económico al progreso real como meta central de la política económica. Una visión comprometida con el crecimiento, imaginada como una torta de riquezas en expansión, es una herramienta política poderosa y conveniente porque permite esquivar las cuestiones de la desigualdad del ingreso y la sesgada distribución de la riqueza. Mientras exista crecimiento económico, siempre habrá la esperanza de que se pueda mejorar la calidad de vida de los más pobres sin sacrificio de los ricos. La garantía de un empleo productivo con un ingreso mínimo supone una estrategia más eficaz en la lucha contra la pobreza, donde la igualdad de oportunidades debería ser más importante que la igualdad del logro efectivo.

La nueva economía seguramente requiere nuevas instituciones, a fin de evitar lo que en economía se denomina la “atomización de la sociedad” a favor de grupos de interés organizados y para manejar los conflictos sociales que el mercado no puede resolver. Sin embargo, los nuevos líderes se han mostrado hasta ahora incapaces de aprender no sólo de los errores de los “otros”, sino también de sus propios errores, de despolitizar la economía. Una economía sostenible representa un orden social superior preocupado por las generaciones futuras como por la generación actual, lo que desde el punto de vista ambiental no es posible sin que los ricos limiten su consumo para que los pobres puedan incrementar el suyo.


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