El camino, no el resultado

Haciendo la observación de que el sustantivo es injusto, los dinosaurios fueron criaturas muy eficientes en su tiempo, extintos hace 65 millones de años; en cambio, los marxistas nunca sirvieron para algo. Estos primitivos lectores de entrañas de ganso ven la actual crisis, las complicaciones...

Haciendo la observación de que el sustantivo es injusto, los dinosaurios fueron criaturas muy eficientes en su tiempo, extintos hace 65 millones de años; en cambio, los marxistas nunca sirvieron para algo. Estos primitivos lectores de entrañas de ganso ven la actual crisis, las complicaciones que se sienten, así como las que llegarán, como inconfundibles señales de que el capitalismo ha fracasado. A eso llamo yo no saber sumar uno más uno. Estar en blanco, no saber nada. O sea, siguen igual. La verdadera pregunta es ¿por qué existen todavía? Aparte de la fuerza que las malas ideas simplonas tienen, también es muestra de la incapacidad intelectual de este tiempo. Una sociedad debería desechar lo que es malo, deshacerse de lo que no sirve, el que no pueda hacerlo prueba que está enferma. Por fortuna, el virus está muy debilitado, y sólo prospera ahí donde no visitan la luz y la higiene (mental, claro). En Europa, ya nadie les escucha y hasta el Partido Socialista, de Zapatero, se ve obligado a hacer lo que dictan los liberales. Los Estados Unidos y Japón se ven afectados por otro mal, el keynesianismo. Nadie agita sables de revolución, las huelgas, todas egoístas, sólo buscan más de esa torta estatal que tan feliz se reparten numerosos sindicatos. No promueven ningún cambio, tan sólo reniegan del descuento. No hay otras propuestas. Como siempre, lo único que servirá, lo único que funcionará será el capitalismo.

Ya expliqué que capitalismo' es sólo una palabra que se utilizó para describir el cambio de sociedad feudal, basada en la tierra, a una burguesa, donde lo que importaba eran el comercio y la producción de bienes. La definición idealizada de capitalismo sería una sociedad donde los medios de producción están en manos privadas, dedicados estos, a su vez, a proveer al mercado. Para completar esta imagen ideal, el mercado tendríamos que ser los ciudadanos, tú y yo. Esto no existe. En ninguna parte hay una economía libre de la burocracia del estado. En los EEUU, esto genera, entre otros problemas, magníficos aviones militares, que no tienen ningún uso (ni siquiera sirven para luchar contra los terroristas de Afganistán o Iraq). En Europa, tenemos precios exagerados de, por ejemplo, libros escolares, y el encarecimiento de servicios básicos (por alguna razón deben estar llorando los griegos, con un salario mínimo de 700 euros, o los españoles con 650 euros. Lo que quiere decir que a ciertos servicios, y ciclos de producción, les han subido el precio artificialmente. Sin ir a detalles, ahí está la mano del estado y las regulaciones. Ejemplo, algo como salario mínimo elevado, acaba subiendo el precio de todo, perjudicando a los menos favorecidos. O sea, una supuesta solución burocrática, castiga a los más pobres). Ahora, con todos los problemas que los recortes fiscales traerán, con todas las huelgas que recorren Grecia, España y Francia, y que amenazan a los demás países europeos, a lo que deberemos añadir el recorte de gastos del gobierno de Estados Unidos o, de lo contrario, el colapso del dólar. En contra de este diluvio de dificultades ¿servirá de algo el capitalismo?, ¿resolverá algún problema? Claro que no.

Quienes creen que el capitalismo es solución de algo no entienden de qué estamos hablando. El capitalismo es un sistema que permite liberar las fuerzas productivas, para que éstas atiendan las necesidades del mercado, o sea, de lo que necesitamos tú y yo. En otras palabras, cualquier solución deberá provenir del talento, habilidad, creatividad y disciplina, que tengan las fuerzas productivas, además de la afinidad que puedan tener con el mercado. En Bolivia hay muchos ejemplos de acumulación de riqueza que no se puede multiplicar de manera apropiada por las limitaciones de las fuerzas productivas, siendo el clásico despilfarro uno de los mayores defectos del capitalista boliviano. Otro problema es la falta de confianza, sumada a una mala ética laboral. Estos vicios limitan mucho la expansión y permanencia de la riqueza en nuestro entorno económico. El capitalismo es una puerta abierta, una invitación a la superación y el progreso, los incompetentes serán descartados, los flojos, relegados, todo país que libere a sus fuerzas productivas se encontrará con que la gente aprende rápido y gusta del trabajo. La velocidad del progreso, claro está, vendrá limitada o aumentada por aspectos culturales.

Las fuerzas productivas de los Estados Unidos, en la actualidad, distan muchísimo de ser las que promovieron su crecimiento de los años 50 y 60, ni siquiera son similares a la ambiciosa generación que manejó los asuntos económicos durante los años 80.

Los EEUU han engordado de regulaciones, festejado en despilfarro, les costará mucho cambiar el rumbo, retomar un camino de productividad y competitividad, adoptar una ética de genuino trabajo. Diría que, viendo lo que hizo su mercado financiero, midiendo el tamaño de su burocracia y sus inflados salarios, revisando los números de trabajos productivos creados desde 1980, no lo lograrán, que sólo les queda el rezago en camino a la insignificancia mientras Asia se reparte el mundo (con o sin violencia, ya veremos), mas sé perfectamente que decir eso estaría equivocado. El mérito del capitalismo consiste en que los torpes y flojos entran en quiebra rápidamente, el fracaso es un severo maestro y acicate seguro para impulsar el crecimiento, de igual manera, el éxito de los hábiles también enseña. Esta selección natural rinde frutos rápidamente, Corea del Sur, Singapur y Taiwán, sólo requirieron de una generación para alcanzar a los países industrializados. Estados Unidos requerirá sólo de algunos años para deshacerse de los defectos que, en este momento, plagan su economía. En cualquier caso, tanto si triunfan como si fallan, el capitalismo sólo habrá sido el camino, no el resultado.


Más del autor