El avión de Evo

para que lo utilice el presidente de la República  o, para quienes lo prefieren, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia o, o finalmente el señor Evo Morales, que no es sino la cabeza del Órgano Ejecutivo, que es como se llama ahora  esa institución a la cual estábamos más...

para que lo utilice el presidente de la República  o, para quienes lo prefieren, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia o, o finalmente el señor Evo Morales, que no es sino la cabeza del Órgano Ejecutivo, que es como se llama ahora  esa institución a la cual estábamos más acostumbrados a llamar Poder Ejecutivo.

No existe entonces “el avión de Evo”, aunque eliminar ese concepto del imaginario colectivo será muy difícil.  Sin embargo, que se ocupen de eso sociólogos, antropólogos u otros cientistas sociales. Es su oficio.

Nosotros insistiremos en diferenciar personas de instituciones, para evitar que prosperen y se arraiguen esos mitos, que en sentido estricto sólo significan, aproximadamente, ‘discurso’, ‘palabras' (por oposición a actos), es  decir se trata de algo muy repetido, pero que no se puede comprobar.

Los mitos, en nuestro medio son fáciles de crear y de incorporarse a una especie de folklore, que tampoco son más que rasgos culturales de creación reciente, que con el tiempo se convertirán en tradicionales.

En contraposición a eso están las instituciones, que son mecanismos de orden social y cooperación que procuran normalizar el comportamiento de un grupo de individuos (que puede ser reducido o coincidir con una sociedad entera).

Las instituciones, en ese sentido, trascienden las voluntades individuales al identificarse con la imposición de un propósito en teoría considerado como un bien social, es decir: normal para ése grupo.

Eso es lo que estamos tratando de hacer, tanto los elegidos (y pagados) para que se ocupen de eso, como quienes los elegimos, por  considerarlos idóneos (pudimos equivocarnos) para que cambien las instituciones que en Bolivia (llámenla  República o Estado Plurinacional) ya no funcionaban como un bien social.

Y re-institucionalizar es complejo, porque los grupos humanos en una sociedad, por la comunicabilidad técnica, que no es equivalente a la comunicación social, tienden a la dispersión, para  re-agrupamientos fundamentados en nuevas identidades compartidas: por género, por compartimentalización etárea o por otras  “particularidades compartidas”.

Por supuesto que esa fragmentación, además, interesa y conviene a quienes, por su poder acumulado, prefieren que sus potenciales críticos estén lo más divididos que se pueda, para dominarlos mejor. Eso no es nuevo. Se lo a tribuyen a Maquiavelo, pero es muy anterior a él.

Quedemos entonces en que no existe al “avión de Evo”. Es un bien público institucionalmente puesto a su uso, con normas y controles para que lo use en cumplimiento del mandato que los bolivianos le dimos: administrar el país con  resultados objetivamente positivos.

¿El  resto? El resto podrían clasificarlo como mitología o como folklore.


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