Crónica política de la semana
De la tregua “trampa” del MAS al gas industrializado
El paso al costado de Lima puede rebajar las tensiones en el MAS y propiciar un acercamiento entre corrientes que apenas tienen diferencias ideológicas, como demuestran los hechos sobre hidrocarburos
Semana de alta intensidad política víspera de octubre: quién crea que el conflicto en el MAS está visto para sentencia no conoce este país.
La crónica lógica y desapasionada diría que el lunes Evo Morales sintió el peso de una posible derrota, que tal vez imaginó como sería un gobierno “de la derecha” ante la desnutrida marcha que lo acompañó a cruzar El Alto (porque ciertamente quienes miran desde las pasarelas no cuentan), y que entonces decidió frenarla en la cervecería, lanzar tres o cuatro amenazas repetidas y dispersas y soltar ese mítico “hasta aquí mi responsabilidad (…) voy a sembrar tambaqui” que hizo a más de uno soñar con una retirada definitiva del expresidente.
En el mismo esquema lógico, también cabría señalar la desnudez del gobierno. coleccionista de errores comunicacionales, que tal vez al final decidió ya no enfrentar a Morales sino dejarlo hacer, pero quedó demasiado ligado a una suerte de violencia represiva, amenaza de cárcel incluida.
Morales tuvo que dar una conferencia de prensa para explicar lo que quiso decir en la marcha, aunque siguió sin especificar cuales eran las medidas que se tomarán si no se cumple el ultimátum. También dio vueltas sobre las cabezas de los ministros, aunque 24 horas después de vencerse el plazo le llegó una en bandeja de plata. Y de las importantes: Iván Lima, el ministro de Justicia, el gran operador de la auto – prórroga del Tribunal Constitucional y el “experto” en semiótica que insiste en que la Constitución prohíbe la reelección discontinua sin que haya una sola línea al respecto en todo el texto.
La caída de Lima, al que en la interna no le perdonan que pusiera al presidente a prometer un referéndum sin tener atado ni de lejos el procedimiento, se presentó como una renuncia y él mismo, en su despedida, describió un inminente conflicto por la democracia ofreciéndose como “operador desde fuera” para combatir a quienes “han hecho daño al pueblo boliviano y sus niñas”, en una maniquea referencia a Morales, al que ha convertido en obsesión. Nadie sabe si ese escenario está solo en la cabeza de Lima, muy propenso a imaginarse como el salvador de la especie, o si Arce no lo acabará colocando en algún otro chiringuito, pero lo cierto es que ha abierto las dudas en todos los frentes.
A priori, la caída de Lima gse trata de una invitación a dialogar entre las dos corrientes del MAS, algo así como un reconocimiento implícito del liderazgo de Morales para una nueva etapa, pero no es tan sencillo. La oposición tiembla al pensar que puede estudiarse una tercera vía de mutuo acuerdo que vuelva a ser la única opción que le habla a 4 millones de votantes, pero en los Ministerios también tiemblan: mostrar debilidad ante Morales puede servir para que saque la “motosierra” y reclame “todo el poder”, como antaño.
El gas se ha estido
Como fuere, la posibilidad del rencuentro está hoy más cerca, lo que seguramente obligue a detener la estrategia de liquidar el legado de Evo Morales, aunque los acontecimientos se empeñen en mostrar los errores que ambos compartieron:
Esta semana se volvió a dar el cierre definitivo de la venta de gas a Argentina, esta vez parece que definitivo, lo que supone un hecho político de primera magnitud aunque la frialdad de las relaciones entre los gobiernos de Bolivia y Argentina han hecho que no suceda. Al menos de momento.
La oposición, particularmente Carlos Mesa, ha traído la fecha a colación para ilustrar el fiasco del MAS en los sucesivos gobiernos y lo cierto es que en el asunto de los hidrocarburos es verdad, aún con matices. El contrato de gas con Argentina se cierra en las fechas pactadas y no hay problemas de excedente, simplemente porque las reservas se han ido agotando.
Se trata del mercado: Los 20 años que Bolivia ha estado suministrando gas a Argentina, los vecinos han estado desarrollando Vaca Muerta no solo para ser autosuficientes, sino para copar el mercado regional e incursionar en el GNL. En este caso los “socios y no patrones” del lado boliviano han actuado cabal al mercado disponible.
A partir de aquí unos y otros pueden culpar al gobierno de Evo o de Arce de no haber explorado, pero lo cierto es que tampoco habría mercados, porque Argentina y también Brasil con el Presal buscaban autoabastecerse.
La alternativa al mercado energético basado en renta sobre cotizaciones ajenas era, precisamente la industrialización del gas, comerciar con productos acabados de plástico o con químicos agroalimentarios, pero nunca se hizo.
Cabe recordar ahora que la oposición criticaba los proyectos de la industrialización, esos mismos de los que hablaban Evo y Arce, pero que en realidad, nadie hizo nunca nada para ello.
Manfred, el rico
El último de los candidatos a la presidencia boliviana en “presentarse en sociedad” es Manfred Reyes Villa, aunque es sobradamente conocido: alcalde de Cochabamba, candidato en 2009 y 2002 y con una larga trayectoria a sus espaldas, incluyendo el exilio. Reyes Villa no apela a ninguna unidad ni busca aliados, tampoco cuenta con muchas simpatías de la oposición, que lo ven “funcional” a Luis Arce, pero este tiene clara su hoja de ruta con un manual tan populista como el que más: su primera gran frase, antes incluso de confirmarse a sí mismo como candidato es: Voy a hacer una Bolivia rica, como Catar. Sin más explicación, sin más soporte. Fe y confianza.