Análisis: Áñez no tira la toalla



La presidenta Jeanine Áñez no tira la toalla y piensa llevar su candidatura electoral hasta el final. Así de claro lo ha dejado en su mensaje institucional del 6 de agosto, que vino precedido por la enésima pulseta con la Asamblea Legislativa Plurinacional - BTV apenas pasó el discurso de Eva Copa y la ALP negó la participación de Áñez en la Sesión de Honor -. El nombramiento de Branko Marinkovic como Ministro de Planificación ya le había dejado claras las intenciones a los críticos de Demócratas más cercanos a Rubén Costas, pero tras el discurso no hay margen de duda.
El discurso institucional ha servido para marcar el eje de su estrategia en los próximos meses calcando lo que ya hizo en el discurso del 22 de enero, Día del Estado Plurinacional, en el que advirtió su inminente candidatura al marcar un antes y un después con la misión de pacificación y transición que señaló se le había encomendado, y que daba por cumplida. Tres días después se confirmó.
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En esta ocasión, Áñez se ha aferrado esencialmente a los bonos para marcar diferencias entre su Gobierno - candidato y el resto. Áñez ha inicidido en la teoría de "los dos caminos", que sus asesores y operadores vienen posicionando desde hace mes y medio para polarizar con el MAS, pero a la que le ha dado una vuelta de tuerca al señalar que hay un camino de la "solidaridad con los bonos" - el suyo- y el de los que no quieren bonos, camino en el que ha metido a todos los candidatos "de izquierda y derecha" y "antiguos y nuevos".
La instrumentalización de los bonos no sorprende a los estrategas de larga data, pues era uno de los elementos más valorados en las encuestas durante la gestión de Evo Morales, sin embargo, dudan sobre el efecto que puede causar sobre sus potenciales votantes y advierten que no es lo mismo un bono en tiempos de bonanza, que suma, que uno en tiempos de crisis, que no alcanza, puesto que el monto de 500 bolivianos es mínimo.
Áñez también cargó tintas contra el Tribunal Supremo Electoral a quien llegó a tildar de "infantil" y antojadizo con el cambio de fechas electorales y a quien responsabilizó de las movilizaciones sociales - vinculadas al MAS - que eso ha generado. La propia Presidenta pidió en un acto en Tarija, luego de conocerse la fecha del 6 de septiembre, atrasar uno o dos meses la elección "porque no hacía daño a nadie", sin embargo no concede que la modificación del TSE se haya debido a sus deseos.
La Presidenta también dejó algunos mensajes cifrados, como la petición de repetir los bonos entregados en enero y febrero de 2021 "porque será cuando la pandemia esté de bajada", que puede interpretarse como la enésima corrección de previsiones; además de una justificación poco consistente respecto a la clausura del año escolar, con más promesas de habilitar plataformas que hasta la fecha no se han logrado.
Ni el tono empleado ni las palabras auguran algún cambio en la relación entre el ejecutivo y el legislativo, o entre el MAS y Juntos, que es lo mismo. El ejecutivo dejó la responsabilidad de intermediar en el conflicto político al TSE y se desentendió de las consecuencias. Tampoco nadie vio el nuevo plan "bueno" para enfrentar la pandemia más allá de la idea de repartir algunos kits de medicamentos.
Áñez, Núñez, Murillo y compañía dicen que no creen en las encuestas, pero más allá de la polarización, no parecen guardar ningún as en la manga, o al menos no han utilizado el 6 de agosto para develarlo.