Análisis: Los siete errores que sepultaron la candidatura de Áñez



El 22 de enero, día del Estado Plurinacional, Jeanine Áñez dio un discurso desde el Palacio Quemado en el que dio por culminada su tarea de transición con el país “pacificado” y las elecciones convocadas. Ese mismo día las redes se poblaron de mensajes “¿Y si fuera ella?”, con los ministros Álvaro Coimbra y Arturo Murillo como principales activistas.
Dos días después anunció su candidatura al frente de la alianza “Juntos”, que pretendía ser el factor de unidad, pero que solo sumó a Demócratas, Unidad Nacional, Sol.bo y las agrupaciones tarijeñas Todos y Unir.
Con la decisión de retirar la candidatura, se pone fin a nueve meses de vaivenes y trincheras donde las encuestas nunca le fueron favorables, y donde la última, Tu Voto Cuenta, ha sido el desencadenante.
Analistas y estrategas identifican al menos cinco aspectos que perjudicaron su lanzamiento.
La unidad inexistente/Vieja política. La presidenta Jeanine Áñez y sus voceros trataron de posicionar la idea de ser el “factor de unidad” que necesitaba Bolivia, pero lo cierto es que, después de 14 años de cohabitación, Unidad Nacional y Demócratas representan “la vieja política” a ojos de los votantes menores de 40 años, que son mayoría en el país. La elección de Samuel Doria Medina como Vicepresidente supuso la confirmación de que era “más de lo mismo”.
Aerotaxi y otros abusos. Áñez llegó al poder prometiendo desterrar el “caudillismo” de Evo Morales, pero pronto empezaron a aparecer pequeños escándalos que distorsionaron esa imagen. El caso Entel, con farras de fin de año pagadas con dinero público, contratación de “amiguetes”, etc., fue el primero. El caso “aerotaxis”, con la diputada Ginna Torrez viajando en avión presidencial para asistir al cumpleaños de la hija de Áñez o el viaje de una modelo del Beni en avión enviado por Yerko Núñez generó indignación. En paralelo, crecía el uso de la televisión pública y otros privilegios a favor de la campaña.
La instrumentalización de la pandemia. La explosión de la pandemia del Covid en plena campaña le ha perjudicado en sus aspiraciones, pero fundamentalmente por el manejo de la misma, según señalan los expertos epidemiólogos. Entregó el cuadro de mandos al joven Mohammed Mostajo, que acabó saliendo del país. Inicialmente prohibió el uso de pruebas rápidas e impuso una cuarentena rígida que no tardó en mostrarse insostenible, e inútil. En mayo, cuando los casos llegaban a 10.000, levantó la emergencia, determinó cuarentena flexible incluso con paseos dominicales y arrojó la responsabilidad a las Gobernaciones. El incremento de la curva se utilizó para presionar y retrasar elecciones, y una vez aplazadas, se empezó un rápido decrecimiento de la curva oficial, pues el Ministerio no contabiliza pruebas rápidas. Hay 20.000 muertos extras hasta el 31 de agosto, de los que solo 5.000 se atribuyen al Covid. Nadie quiere explicarlos ni perjudicar la imagen de aparente control que se quiere proyectar con la vuelta a la normalidad.
La corrupción. En medio de la pandemia, el caso de los respiradores españoles fue una puñalada en el centro de las aspiraciones políticas. La adquisición de unos equipos que no servían para la emergencia, hacerlos pasar por los 500 prometidos desde principios de la crisis – aunque llegaron dos meses después – y cerciorar que se pagó cuatro veces más a través de una extraña red de intermediarios aniquiló las expectativas de regeneración. El ex ministro Marcelo Navajas fue señalado en la operación y no sirvieron los argumentos de la “conspiración externa”, tantas veces utilizada por el MAS.
Ineficiencia y sospecha de “antipatria”. En medio de la crisis y de la transición, el gabinete de Áñez ha tomado algunas decisiones de largo plazo y de calado, que responden a intereses “sospechosos”, como todas las ventajas dadas al agronegocio: semillas transgénicas, plan etanol, etc., o la renegociación del contrato con Petrobras para la exportación de gas, donde Bolivia redujo exigencias de compra, permitió la suspensión del mismo y asumió costos como el de transporte del gas hasta la frontera que no correspondían.
Un equipo ministerial político y poco solvente. En noviembre, Áñez eligió un gabinete altamente político y con varios cuadros radicales en su discurso, lo que inhabilitaba el argumento de la necesidad de incluir senadores y diputados para garantizar la mediación y consolidar la pacificación. Las debilidades del equipo han pasado factura y también algunas ocurrencias: desde los dos millones de muertos ahorrados que soltó Víctor Hugo Zamora hasta el simulacro de emergencia Covid de Iván Arias – y sus avengers – en Yungas, pasando por el pose de duro de Murillo – que apenas ha conseguido un par de arrestos menores – o los excesos verbales del ministro de Defensa, Luis Fernando López, no ha contribuido a la resolver los problemas. Además, el gabinete de Áñez ha sufrido alta rotación y apenas quedan siete ministros desde el principio: Longaric, Zamora, Murillo, López, Núñez, Guzmán y Coimbra
La campaña de los dos caminos/fustigar a Mesa. El 6 de agosto Áñez y su equipo decidieron doblegar los esfuerzos para levantar su candidatura. Erik Foronda, secretario privado de Áñez y funcionario de la embajada de EEUU en Bolivia se marchó de embajador a New York y Suárez asumió la dirección. La teoría de los dos caminos – o con el MAS o con nosotros – se amplió a tres para encuadrar al nuevo enemigo: Carlos Mesa, a quien fustigó en cada ocasión que tuvo. Buscó una estrategia de diferenciación con “los bonos” – especialidad del MAS - y sus excesos por conseguir los recursos acabó despertando rechazo.