¿Y ahora quién es el verdadero caballo de Troya de la oposición boliviana?
Si hay un clásico en la política boliviana, ese es el de la “infiltración”. Así, desde siempre se han identificado a candidatos de falsa bandera que en realidad trabajaban para el oficialismo de turno en alguna de las variantes estratégicas: Bien como plan B en el caso de inhabilitación; bien restando votos al “segundo” planteando diferencias ideológicas o bien, directamente atacando con denuncias y críticas.
El asunto se ha acentuado con el Movimiento Al Socialismo (MAS), precisamente por sus arrolladoras mayorías absolutas. De trabajar para el MAS se ha acusado a prácticamente todos los políticos en activo que alguna vez encabezaron una lista:
- Se le ha acusado a Doria Medina cuando presentó listas en 2005 y 2009 al margen de la que se suponía era la mayoritaria en la oposición (Podemos y Convergencia), e incluso en su propia insistencia se le ha llegado a acusar de ser el más beneficiado de las políticas del MAS, pues cuanta más obra, más cemento.
- Se le ha acusado a Carlos Mesa porque en su gestión presidencial de 2003 acabó dándole argumentos al MAS para hacerse más fuerte, además de que después haya trabajado en la Demanda Marítima etc.
- Se le ha acusado a Tuto Quiroga por aparecer a última hora en las campañas como en 2014, que le restó un 9% a Doria Medina – que entonces figuraba como la mayoritaria – e incluso cuando apareció en la ya muy atomizada elección de 2020 donde el MAS volvió a ganar ante la dispersión total de la oposición y la penosa gestión de Áñez.
- También a Jaime Paz, por insistir en tener protagonismo cada vez.
- También a Rubén Costas o a Óscar Montes, por el simple hecho de haber cohabitado 10 años con Evo Morales sin haber ido presos.
- Por supuesto al MNR, que en el fragor de sus guerras departamentales ha llegado a pactar con el MAS en más de una ocasión, en parte porque los más viejos reconocen en ese partido parte de su legado.
- Y últimamente también a Manfred Reyes Villa, que aún no es candidato a nada y que dice que no se moverá de su alcaldía, pero que por si acaso ha ido restando peso judicial de sus espaldas.
Antes de entrar en la campaña propiamente dicha hay una fase cero que la oposición dedica a debatir si vale la pena hacer un frente único o no. Normalmente lo discuten mucho tiempo y finalmente concluyen que sí, siempre que sea entorno a ellos mismos, entonces suele nacer el argumento de la necesidad de unir sobre “programas” y “proyectos” y no solo sobre nombres, etc., ahí también nacen las acusaciones cruzadas y frentes que trabajan con mucho ahínco precisamente para evitar la unidad: es justo el momento en el que la oposición se encuentra.
A estas alturas unos cuantos ya han levantado la cabeza, mientras que otros aguardan movimientos ¿Quién es el verdadero caballo de Troya?
Entre los que han manifestado su voluntad de concurrir a las ánforas está Vicente Cuéllar, rector de la Gabriel René Moreno y aparentemente, cuadro mirista. Ya en la campaña para el Rectorado se difundieron fotos del candidato en reuniones con Evo Morales. Su aparición discreta en el marco de la efeméride cruceña ha sido marcada como de riesgo para otras fuerzas.
Desde Santa Cruz también Rubén Costas ha levantado la mano, en este caso para ofrecer su partido como vehículo de la unidad, pero la desconfianza es grande no solo por la cohabitación con Evo sino por la campaña de 2019, donde se negó a retirar a su candidato Óscar Ortiz que al final sumó apenas 4%, una cantidad que hubiera sido clave para que no hubiera dudas sobre la segunda vuelta.
También ha aparecido un grupo de liberales – libertarios no solo fascinados con Milei sino con intención de implantarse. En ese espectro siempre se movió Tuto Quiroga, experto en consultorías y financiamientos del Atlas Network. Ahora, el líder del movimiento, Antonio Saravia, es muy cercano a Sánchez Berzaín, que si bien lo inhabilita como caballo de Troya, lo señala como torpedero de la unidad.
Por ejemplo, hace inviable una reunión con Carlos Mesa, acusado de colaboracionista abiertamente por ese grupo. Mesa mantiene el argumento de la pasada elección: la unidad la definirá la gente, un argumento sin pies ni cabeza que básicamente dice que a él le votará más gente y el resto, por tanto, que se sume.
También hay interés electoral entre los activistas de El Búnker, con Agustín Zambrana y probablemente, Luciana Campero, pero que tienen muy cerca a Virginio Lema, último candidato del MNR, aunque de prestado, y que tiene su talón de Aquiles en su hermano y los diversos negocios que ha hecho con el oficialismo. Ya en la campaña de 2019 se le acusó de jugar para el adversario.
Y luego está Doria Medina, claro, preparando su venganza desde 2019, cuando la jugada de Costas y Ortiz lo dejaron fuera de la lista, aunque al final se riera a carcajadas. Doria Medina no tuvo tampoco revancha en 2020 porque Áñez se acabó retirando.
¿Y usted qué opina? ¿Quién es aquí el caballo de Troya?