Agenda política
Las fuerzas de Montes
La relación gobierno – gobernación ha entrado en otra fase. El sometimiento económico y la ausencia de vías de comunicación marca el presente. El gobernador analiza estrategias y fuerzas para tratar de completar una gestión que deje un legado y no una mala experiencia. La cuestión es ¿Quién gana en



Al gobernador de Tarija Óscar Montes se le acaban las alternativas y la única vía de escape que le queda sigue siendo la de la confrontación. Sus aliados reconocen que nunca fue la vía preferida y de hecho, asumen que tienen demasiados vacíos como para ir a una “guerra” con garantías, pero que no quedan demasiadas opciones para salvar una gestión que no solo es una gestión, sino probablemente el último paso de Montes por la administración pública, por lo que no le gustaría “acabar mal”.
El análisis es muy evidente, sobre todo porque las pruebas son irrefutables: el Gobierno nacional no tiene ninguna intención de ayudar a Óscar Montes a hacer una buena gestión. Hasta ahora no se han reunido el gobernador y el presidente Luis Arce, mientras que el ministerio de Economía apenas ha concedido algún aplazamiento en el pago de cuotas crediticias de proyectos cofinanciados mientras da vueltas a las autorizaciones de endeudamiento con la banca privada.
El problema de la falta de liquidez no es exclusivo de la Gobernación de Tarija, al contrario, es generalizado y afecta particularmente al gobierno nacional, a quien le complica la vida el alza de los precios de los hidrocarburos por el efecto de la subvención a los carburantes en las cuentas. Así, las posibilidades de que Luis Arce llegue a Tarija a financiar alguno de los grandes proyectos pendientes como la petroquímica, la planta de tratamiento de aguas residuales, la Avenida Ecológica, o incluso los anunciados como el aeropuerto, son remotas.
El presidente sí tiene una agenda más o menos discreta que desarrollar con los alcaldes, tirando de proyectos ya iniciados y que requieren de su finalización, y además, ha vuelto a poner operativa la Unidad de Proyectos Especiales de la Presidencia, la omnipresente UPRE, encargada de esos proyectos vistosos pero poco profundos con los que se viene bicicleteando la crisis. Así, Arce va a tener presencia en Tarija y Montes corre el riesgo de convertirse en el gobernador de paja, alguien que no licita nada ni hace nada aparte de quejarse y anunciar recortes.
De momento ya hay detonante: el gobernador asegura que las cuentas están congeladas porque un juez ha dispuesto que se priorice el pago de 120 millones de bolivianos a Ende por el interconectado después de varios años de negociaciones por encima de cualquier otro compromiso también adquirido por la Gobernación tarijeña, como la canasta del adulto mayor o lo que sea. Montes señala que si esto se materializa, la Gobernación deberá cerrar “dos o tres meses”, lo que implica dejar en la calle a muchos trabajadores.
¿Cotiza la confrontación?
La confrontación política cotiza a la baja salvo que sea absoluta y real, tipo Luis Fernando Camacho en Santa Cruz, y aún así, pues el gobernador cruceño vive básicamente de las rentas de 2019.
La discrepancia con la autoridad de turno está en el ADN tarijeño y hay ejemplos ya desde la colonia, cuando el cabildo se rebelaba contra la autoridad de Potosí y Charcas por sentirse abandonada, o cuando decidió ser Bolivia y no Argentina. En los últimos años, sin embargo, se ha exacerbado: Mario Cossío leyó claramente los tiempos en 2005 y construyó una alternativa política departamental a la creciente influencia del Movimiento Al Socialismo (MAS) que se apoyaba sobre argumentos de gestión, con la autonomía por bandera, pero también sobre un buen montón de argumentos identitarios que en muchas ocasiones trascendieron la línea del racismo y la xenofobia.
2008 es el ejemplo de la confrontación, donde lo político bajó a lo social, pero también de lo electoral: ni Evo Morales ni Mario Cossío fueron revocados en el referéndum en Tarija dejando la lectura abierta.
Óscar Montes está lejos de ser Mario Cossío o incluso Adrián Oliva, cuyas gestiones apostaron en general por la confrontación, pero con resultados diferentes.
Mario Cossío fue directo y abierto en el desafío al MAS y ni bien se aprobó la Constitución y se hicieron elecciones para gobernador en mayo de 2010, fue suspendido de acuerdo a la Ley marco de Autonomías en diciembre de ese mismo 2010 y huyó a Paraguay, donde nunca quiso renunciar al cargo. Cuando retornó a Tarija en diciembre de 2019 tras la caída de Evo Morales, su arrastre electoral se había reducido a la nada y de momento se mantiene muy alejado de la primera línea.
Por su parte Adrián Oliva fue elegido en 2015 enfrentando un escenario dificultoso, pues el MAS tenía mayoría absoluta en la Asamblea, el Chaco ya era autónomo y controlado por figuras del MAS y 9 de las 11 alcaldías también, además de las subgobernaciones. Afortunadamente para él ya se había declarado inconstitucional el mecanismo por el que se suspendió a Mario Cossío. Oliva trató de contemporizar la confrontación para obtener alguna ventaja en la gestión: no se posicionó con el No en el referéndum de 2016 hasta las últimas semanas mientras negociaba el plan de rescate económico integral para salvar la gestión heredada con Lino Condori y mantuvo tono bajo, salvo algunos episodios muy sonoros, en particular uno contra Luis Arce, tratando de gestionar fideicomisos y contrapartes, pero mientras tanto el MAS aprobó la Ley del 1 por ciento y lo fritó con débitos automáticos y otras iniciativas que lo dejaron contra las cuerdas. En la elección de 2021 Oliva fue relegado al tercer lugar.
Precisamente en esas elecciones fue Óscar Montes el elegido por la población tarijeña, que se presentó a las elecciones con un perfil de tecnócrata, apelando al “tiempo feliz” del pasado y argumentando que él sí supo gestionar en crisis y hacer que el gobierno hiciera cosas por Tarija, lo que a líneas gruesas hablaba de una gestión colaborativa con el MAS, sin embargo en algunas ocasiones sí apeló a la polarización con el MAS, sobre todo en el fragor de la campaña para hacer frente a los ataques de Álvaro Ruíz, y con el fin de reforzar ese episodio unió fuerzas de forma más o menos vistosa con Camino al Cambio, aunque sus voceros más duros, como Luis Pedraza, fueron proscritos desde el primer día.
Tanto Cossío como Oliva tenían el “sello” del autonomismo y no se dudaba de que eran opositores al MAS, mientras que sobre Óscar Montes siempre hubo ese halo de sospecha por sus silencios estratégicos en momentos importantes como por el insistente cortejo al que le sometió Evo Morales. Además, sus críticas específicas a algunos mecanismos de la autonomía lo hacían quedar en un espacio gris.
¿Armas o argumentos?
Ninguno de los analistas y apenas alguno de los operadores cree que Montes tenga capacidad de movilización popular para sostener un pulso en las calles con el gobierno por asuntos netamente locales, como Margarita, el Prosol o la confiscación de cuentas. Algunos se aventuran a decir que “no lo eligieron para eso”. El comité cívico es flojo y el contexto socioeconómico no está para alegrías ni movilizaciones, por lo que la confrontación en este caso debería ir de arriba a abajo.
Montes es el gobernador más experimentado del país con más de tres décadas en la política activa y con resultados más o menos tangibles que le pueden ayudar en la proyección, pero en su entorno no contemplan que Montes trate de abanderar una alternativa nacional más allá de ejercer de “faro” técnico para resolver algunos problemas en la coordinación autonómica. Ahí que se le pida más participación en la demanda del Pacto Fiscal.
Por otro lado, Tarija siempre ha sido el departamento productor por excelencia y más o menos escuchado en el resto del país, aunque con ciertos recelos. Los campos más importantes siguen estando en Tarija, a excepción de Hincahuasi, y también buena parte del futuro del sector pasa por Tarija.
¿Qué fue de sus aliados?
En esto, como en tantas otras cosas, Montes tiene limitados aliados. Las guerras internas en su partido, UNIR, que apartaron a Rodrigo Paz Pereira en una crisis y a Víctor Hugo Zamora y Gina Torres en otro le ha dejado con pocas cabezas visibles. A nivel departamental tampoco Camino al Cambio confía del todo en su socio y aliado, que ha impuesto el silencio institucional como método de trabajo. Voceros de Camino al Cambio como Luis Pedraza, en su día tan crítico con Montes como con el MAS, han sido apartados literalmente y la posibilidad de que CC instigue “a las masas” para una revuelta por abajo son mínimas.
Lo propio sucede a nivel nacional. Montes no tiene buena relación con el otro referente de la oposición nacional, que es Luis Fernando Camacho, a quien no le compró y apenas recibió en su gira cuando empezó a cabildear el tema del federalismo y tampoco tiene puerta de entrada con Comunidad Ciudadana, no solo por la presencia de Rodrigo Paz, sino por las palabras gruesas que Montes le dedicó en campaña a Mesa.
En cuanto a munícipes, más allá de Iván Arias o Manfred Reyes Villa, además del propio Torres, hay poca alternativa para construir una oposición, además todos ellos están comprometidos.
Algunos venturosos señalan que si alguien puede sacar partido de la división en el MAS y su lucha fratricida entre evistas y renovadores es precisamente Montes, que mantiene sus vínculos con empresarios como Milcíades Peñaloza, indultado por el propio Evo Morales pese a su “borronazo” tras los hechos de 2019.
¿El MAS gana en el conflicto con Tarija?
Pelear con Tarija no se le ha dado especialmente mal al MAS a nivel nacional en los últimos 20 años. Por lo general, y aún hoy, suele ser una vía de escape para distraer la atención cuando se habla de redistribución de recursos y se pone en el punto de mira a las regalías.
El despegue del MAS en Tarija fue mucho más lento que en el resto del país, principalmente porque los símbolos de marcada cultura aymara y quechua no se correspondían con las clases populares tarijeñas y el campo fue rápidamente objeto de disputa entre las dos identidades. Con todo, el MAS en general y Morales en particular fue creciendo en cada elección. En 2009 superó por primera vez el 50 por ciento en la elección nacional y también en 2014, aunque después en 2016 ganó el no y en 2019 perdió con un 40 por ciento.
El crecimiento regional también fue consistente. En la primera elección de 2005 cuando se presentó Luis Alfaro a la Prefectura llegó al 20 por ciento, pero en 2010, el mano a mano entre Mario Cossío y Carlos Cabrera (MAS) se saldó con un 49-44% que fue el mejor resultado de su historia. Cabrera hablaba de una no confrontación, pero Cossío claramente planteaba el choque.
En 2015, después de una jugada poco trasparente con Carlos Cabrera, el MAS optó por un candidato netamente chapaco y converso como Pablo Canedo, que hablaba de un MAS diferente, con tarijeñidad. Canedo entró por décimas en segunda vuelta con apenas 35 por ciento de los votos gracias a la escisión de Luis Alfaro, que fue tercero. En segunda vuelta apenas llegó al 40 por ciento y perdió por más de 20 puntos.
En 2021 el candidato fue Álvaro Ruíz, otro candidato converso pero que sí había hecho trabajo de convencimiento en la conversión y contaba con el pleno respaldo del MAS nacional. Su estrategia de campaña se basaba, básicamente, en que la única salvación para Tarija era llevarse bien con el gobierno – algo parecido a lo que decía Montes -. Ruíz se impuso por la mínima en primera vuelta al dividirse la oposición entre Montes y Oliva, pero en la segunda vuelta apenas sumó votos y quedó a más de quince puntos del actual gobernador.
Lo que las encuestas le dicen a los estrategas que luego les dicen a los políticos es que “la confrontación no suma” y que los ciudadanos quieren “resultados”, pero lo cierto es que al MAS sí le ha ayudado a crecer y a su oposición, que en Tarija es oficialismo, no le ha ayudado, pero tampoco le ha perjudicado. En ese equilibrio es en el que Montes deberá batirse tomando en cuenta además que el Chaco hace tiempo que es “otra historia”.