Primer año de gestión
Las flaquezas del Gobierno Arce
La falta de liderazgo en los Ministerios, la desconexión con las regiones y las dificultades para cumplir con los compromisos están complicando al Gobierno de Luis Arce, que actualmente está asediado desde fuera y también desde dentro, pues no encuentra quien lo defienda en la calle, como pidió



Luis Arce acaba de cumplir un año de la victoria en las ánforas y pronto, el 9 de noviembre, su equipo cumplirá un año en el poder. Un año que sin duda ha tenido dificultades, como la gestión de la pandemia, y otras, producto de la crisis política, como la alta polarización política.
La victoria de Luis Arce fue incontestable en términos políticos, el 55 por ciento de la población boliviana en una elección administrada con Jeanine Áñez en el poder, con su antimasismo declarado, y Salvador Romero, un producto de la OEA y las grandes consultorías “democráticas”, a los mandos del Tribunal Supremo Electoral. Hubo después un poco de ruido en los cuarteles, que ahora se sabe que tenía un objetivo específico, pero en general todos los partidos y líderes asumieron su catástrofe ordenadamente, empezando por Carlos Mesa, íntimo de Romero, que concedió la derrota y se presentó como principal fuerza de la oposición.
La instalación de Luis Arce al frente del gabinete, señalan analistas a uno y otro lado del tablero político, ha tenido un debe permanente por encima de todos los demás: el estado del Movimiento Al Socialismo.
Arce ha cambiado la estrategia económica, un cambio que ha dejado también atónitos a los estrategas de uno y otro lado, pero sobre todo a los de la oposición, que llevaban tiempo acumulando datos y razonamientos para contrarrestar lo que parecía la estrategia principal de Arce para sustentar sus medidas económicas, que se preveían traumáticas: culpar de todo a Áñez por encima de la pandemia.
Sorprendentemente, Arce sigue apoyándose en los malos datos de 2020, que son básicamente igual de malos que en todo el mundo, pero desde antes del 6 de agosto de 2021, lleva proclamando la recuperación y la victoria sin dejar madurar ningún relato alternativo. Economistas afirman que es estrategia liberal, porque hablar de buenas perspectivas “estimula” el consumo y la inversión.
Un cambio de actitud
En general, los estrategas reconocen un cambio en la actitud del Gobierno a partir del mes de marzo, luego de las elecciones subnacionales, cuando Luis Fernando Camacho asume la Gobernación de Santa Cruz y por lo general firma unos resultados malos aunque similares a los de otras contiendas subnacionales: Pierde todas las capitales del eje y no avanza en las Gobernaciones.
Hasta entonces, el Gobierno de Arce era feliz con el retorno al poder y aunque hacía guiños a la interna, en general hablaba de reconciliación y profundización del proceso. Los resultados, sin embargo, parecen dar alas al sector más duro del Movimiento Al Socialismo que empieza a ejecutar un nuevo plan: acelera el proceso por “golpe de Estado” sin pasar por la Asamblea y su juicio de responsabilidades, y básicamente aprehende a Jeanine Áñez y la conduce a prisión. Además, refuerza los ataques contra la OEA, la UE y otros organismos multilaterales que participaron de los hechos de 2019.
Desde entonces, prácticamente todos los hechos del país se interpretan desde la óptica del golpe de estado/fraude, pues la oposición se sube al carro de la polarización, y salvo algunos patinazos estratégicos, como el de Rodrigo Paz pidiendo cumbres, la confrontación es permanente hasta por asuntos intrascendentes como una declaración camaral a Bonny Lovy.
Esta estrategia parece haber tocado techo en octubre. En la efeméride cruceña, más allá del conflicto por la wiphala, Luis Fernando Camacho recordó que hasta entonces no habían sido capaces de citarle en un caso en el que evidentemente tendría que ser el primer imputado.
El Ministerio Público rápidamente lo citó por las cosas del qué dirán, pero después tuvo que suspender la citación. Esto se juntó en el tiempo con el rechazo a la Ley sobre Ganancias Ilícitas, que acabó movilizando a importantes sectores de la informalidad – por decirlo de alguna manera – y que el Gobierno también acabó retirando, aunque todavía queda pulso en las calles para contestar también las leyes marco que justifican esa estrategia, que no es propia sino condicionada por organismos multilaterales, ciertamente cansados de que el financiamiento desaparezca en corrupción.
Ni la celebración del primer año de la victoria de Luis Arce, ni el wiphalazo, ni los dos años de la elección que acabó con Evo Morales en México han logrado dar un aire nuevo al Gobierno, que sigue en modo defensivo, pero diferentes analistas señalan que no se trata de un momento coyuntural, sino que realmente el Gobierno puede entrar en problemas abruptos si no logra al menos corregir tres de sus grandes déficits:
Ministros invisibles
Es verdad que la pandemia ha dado poco margen de acción y la crisis económica sigue siendo fuerte, pero la acción de Gobierno viene reposando exclusivamente en los “ministros de Evo”: Iván Lima en Justicia y Eduardo del Castillo en Gobierno, que básicamente se encargan del tema “Golpe”, junto al Procurador General del Estado.

Los ministros económicos están pasando una mala racha por su déficit comunicacional y porque es Luis Arce quien asume la comunicación de las “buenas noticias” mientras que el resto debe hacer de “stopper”, aun así, es apenas el ministro de Economía, Marcelo Montenegro, quien asume vocerías frente a los desaparecidos ministros de Desarrollo Productivo, Tierras, Planificación y similares.
Los ministros de “lo social” son todavía más inexistentes. Tanto el de Salud, Jeyson Auza, como el de Educación, Adrián Quelca, han sido superados por la pandemia y no hay mayores respuestas que las de la propia naturaleza.
En cualquier caso, los grandes desaparecidos son el Vicepresidente, David Choquehuanca, que no tiene una misión particular dentro del gabinete y sus apariciones son cada vez más limitadas; y la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, que apenas aparece para comunicar malas noticias.
Desconexión con las regiones
El Gobierno de Luis Arce se ha atrincherado en La Paz más que nunca, lo cual empieza a generar ciertas grietas con las departamentales, que de por sí nunca han sido sencillas de gestionar. La crisis de la Ley Antilegitimación se atribuye, en buena medida, a la desmovilización de las propias bases en la defensa particular de temas concretos, pues son estas las principales movilizadas.
Hay quien ve la mano de Evo Morales en esta crisis Gobierno – Partido. El expresidente mantiene el planteamiento: un partido fuerte que marque el paso al Gobierno y no al revés, que es exactamente como se gestionó en su Presidencia: el Gobierno disponía y el partido, como maquinaria electoral y de choque, arropaba en las calles. Arce invocó a la defensa en las calles y ciertamente no le funcionó.
Ahora mismo hay Departamentales abiertas en canal, como en el caso de Tarija, donde los más cercanos a Arce buscan reconocimiento por sobre la dirección elegida más cercana a Evo Morales y que encarna Pilar Lizárraga.
Poca confiabilidad en sus acciones
Con todo, el corolario que erosiona al Gobierno de Luis Arce es la poca confiabilidad en sus acciones. Ni la Ley del Oro, ni el impuesto a las tecnológicas, ni la Ley Antilegitimación han avanzado; la vacunación se ha quedado exactamente en punto muerto; no hay plan para volver a la escuela; la Ley de devolución de recursos de las AFP se hizo para que no se devolvieran los recursos y los “éxitos” económicos no se acaban de sentir en el llano.

Por otro lado, no se ve ninguna voluntad en reformar la Justicia, al contrario, y cada acción en ese sentido se ve como una verdadera intervención. El hecho de que se mantenga a Jeanine Áñez en la cárcel, pero no se hayan tomado medidas sobre Carlos Mesa y que Luis Fernando Camacho ni siquiera haya brindado declaración siete meses después de la aprehensión de la expresidenta le resta credibilidad.
Al Gobierno Arce le quedan cuatro largos años por delante con enemigos fuera y al parecer, también dentro.