Editorial: Los autonomistas



A dos semanas de la fecha clave electoral y a la espera de que se produzca el aclamado debate electoral que divida finalmente las aguas entre los tres principales candidatos o encumbre a alguno de los secundarios, cabe reflexionar sobre los asuntos que no están sobre la mesa.
La autonomía parece haber pasado de moda. En un momento en el que la crisis sanitaria ha arrasado el país y el modelo Plurinacional centralista se consolida, Tarija parece haber escondido uno de sus grandes caballos de batalla, seguramente el más genuino, porque viene en la impronta sureña desde antes de que el Moto Méndez quisiera hacerse boliviano.
¿Es bueno, malo o indistinto hoy ser autonomista en Tarija? A decir verdad, los líderes recientes fueron más autonomistas cuando las regalías eran mucho más voluminosas y algunos fantaseaban con ser Qatar y vivir sobre un mar de gas. Eran los tiempos en los que se rivalizaba por construir carreteras y hospitales que luego quedaron a medio construir, hoy monumentos a la plata botada.
En las últimas, alguien recordó que hacía falta actualizar el Pacto Fiscal porque la plata se había acabado, pero los otrora combativos departamentos se habían diluido en estratégicas guerras de poder marginal y sumado fuerzas con el centralismo para diluir lo poco que quedaba.
Ya contra las cuerdas, la victoria del MAS tras una trágica “primavera oriental” ha acabado por negar las propias señas de identidad. Donde hubo traidores y dictadores ahora hay un Gobierno con el que hay que negociar para culminar obras y encauzar un desarrollo particular.
Las banderas de la autonomía parecen destinadas a guardarse en un cajón. El revisionismo está en marcha: Autonomía Regional, Ejecutivos Seccionales, Asamblea representativa, etc., pueden acabar siendo pasto de las llamas, de la nueva furia de la subordinación. Y quién sabe qué más.