Rumbo al 7M
Tarija y el candidato antimasista menos antimasista
La victoria del MAS a nivel nacional ha roto esquemas y ha movido el piso incluso a los planteamientos más arraigados sobre el futuro a seguir en plena crisis económica del Covid-19
En lo que respecta a la oposición al MAS, la elección subnacional en Tarija no deja de tener ciertos paralelismos con lo que fue la elección presidencial, pero al revés. Durante todo el 2020 los candidatos que aspiraban a la Presidencia de Bolivia se esforzaron por demostrar lo poco que tenían en común con el MAS, cuando no lo mucho que lo odiaban.
Los analistas como Andrés Gómez insistían en que “el 70% de los bolivianos” no quería que volviera el MAS y, por lo tanto, los Áñez, Mesa y Camacho insistían en declararse los más odiadores del MAS y mostrar al otro más cerca del enemigo: A Mesa se le pintó de social comunista filtrando videos en los que ponderaba la gestión del MAS; de Áñez se recordaba la connivencia histórica de los Demócratas con Evo y hasta de Camacho, al final, cuando decidió llevar su candidatura hasta el final, se decía que lo hacía para reponer al MAS “que sacó”.
En Tarija, sin embargo, el asunto ahora es al contrario. ¿Quién es el menos antimasista de los aspirantes? Los analistas han detectado al tiro el agotamiento de los votantes en Tarija, 15 años opositores consecuentes al Gobierno de Evo Morales sin que eso haya servido para nada. En la lógica antimasista, Tarija volvió a cumplir el 18 de octubre de este 2020, pero el resto del país no. “¿Vale la pena mantener el pulso?” preguntan los politólogos en los focus groups a sus ciudadanos observados que cada vez tienen más claro que necesitan estabilidad económica y paz política por encima de otras consideraciones culturales.
De ahí que esta vez ninguno vaya a exhibir su antimasismo, sino todo lo contrario: las posibilidades de cooperar con el Gobierno de Luis Arce para superar la crisis económica.
Al margen del MAS, en Tarija corren por el momento Adrián Oliva, Óscar Montes y Luis Alfaro, una tríada de por sí compleja y que confía, sobre todo, en que el MAS no llegue al 40% para asegurar una segunda vuelta.
Candidatos de pasado
Luis Alfaro ha sido del MAS hasta que sus ambiciones de ser el candidato oficial toparon con la estrategia de Morales y sus socios en el departamento, que pusieron primero a Cabrera y después, como para no ganar, a Pablo Canedo – “porque alguna oposición has de tener” decían las malas lenguas de entonces.
Por origen y discurso, Alfaro podría acabar encajando en un esquema nacional – popular administrado por David Choquehuanca, pero no por el resto. La “traición” se paga caro en los movimientos sociales y en sus órganos de Gobierno, sin embargo, su perfil le permite jugar a la ambigüedad.
Por su parte, Adrián Oliva puede alardear de haber salido vivo teniendo todo en contra: Gobierno Nacional, Asamblea Departamental, ocho de once subgobernadores, otros tantos alcaldes, deudas adquiridas, comunidades campesinas, Gilbert Muñoz en el Ministerio Público, etc. Al principio no salió casi nada con aquella negociación sui géneris del Plan de Rescate que el Gobierno descartó de entrada y finalmente acabó concediendo parcialmente a través de los Municipios y con la conformación de varios fideicomisos.
Oliva ha logrado pequeños avances a través de la negociación y el endeudamiento y ha impedido que el departamento se frene por completo, todo esto manteniendo línea opositora, pues en los últimos días antes del referéndum de febrero de 2016 se pronunció en contra de la reelección, después se alió con Carlos Mesa en 2019 y en 2020 se colocó con Áñez en la foto en una apuesta de alto riesgo que salió mal. En cualquier caso, hay un video en la hemeroteca que preocupa profundamente y es aquel en el que Oliva enfrentó directamente a Luis Arce por su política económica y su impacto en Tarija.
Óscar Montes y Johnny Torres, con su olfato político de largo recorrido, han captado rápido el contexto. En su misma presentación Montes se presentó como el político que puede conseguir que a Tarija le vaya mejor en lo económico, y para ello tiene su propia receta: la no confrontación.
Cuando era alcalde, los ofrecimientos de Evo Morales para sumarse a sus filas fueron intensos, y entre sonrisas lo fue difiriendo, aunque su actuar haya sido muchas veces considerado como funcional al MAS: en 2014 se sumó a Tuto Quiroga, que acabó tercero restando al segundo; en 2019 se sumó a Óscar Ortiz, que acabó cuarto con un 4% pero que de haber repetido votación en Tarija y Santa Cruz, el MAS hubiera obtenido una victoria solvente.
En 2020 se sumó a Jeanine Áñez como parte del Gobierno a través de Víctor Hugo Zamora, alardeó de ello en la plaza Luis de Fuentes, y en enero asistió a La Paz para el lanzamiento de la candidatura de Jeanine Áñez. A los pocos meses, cuando se olía el fiasco, Montes se separó de Áñez y de Zamora, quedándose al margen de la contienda y asegurando que se concentraba en las departamentales. Un par de semanas después Áñez se bajó y Montes quedó descolocado. Con todo, la decisión de unirse a Áñez supone un “borrón” en su trayectoria.
La coyuntura está compleja, la crisis acecha y el poder suficiente para resolverlo sigue estando en el Gobierno nacional. Los partidos y sus candidatos tendrán que esforzarse para hablar de economía y de soluciones milagrosas contando con el Gobierno nacional y, a la vez, no hacerle la campaña al mismo MAS y al candidato que seleccione, pues ¿quién sino tiene la vía más directa?