Editorial: Las elecciones que deben ser



En 2020 debe haber autoridades electas. Así lo dice la Constitución, la ley que anuló las anteriores elecciones, los acuerdos secretos de pacificación de octubre y noviembre y el sentido común. Bolivia necesita autoridades legítimas para enfrentar la pandemia y los efectos que esta crisis sin precedentes vaya a dejar en el país y así lo entendió Salvador Romero, presidente del TSE, en su afán de quedar bien con Dios y con el Diablo, que modificó la fecha ligeramente – un mes y doce días – para que los bolivianos concurramos a las ánforas el 18 de octubre.
El cambio se hace a ciegas, porque el Comité Científico y el Servicio de Epidemiología del Ministerio de Salud hace tiempo que están al servicio de la estrategia política y electoral del Gobierno. Estos órganos que avalaron el levantamiento de la emergencia sanitaria en junio y que vuelcan la culpabilidad hacia las personas “irresponsables”, son también las que proyectaron 130.000 casos para inicios de septiembre y los que no quieren señalar los que proyectan en octubre y, sobre todo, desvelar la fórmula mágica para hacer que un crecimiento exponencial de la pandemia se disuelva como un azucarillo en un mes y 20 días.
No hay ciencia de respaldo, pero sí política, y tecnología. Tener una vacuna cerca – como la de Oxford, cuyas necesidades experimentales se acomodan a las ambiciones; y la posibilidad de incrementar ahora las identificaciones usando nuevos métodos mientras faltan PCR y eliminarlos después, puede generar imágenes distorsivas en la curva y, sobre todo, en la ansiedad.
Otra cosa es la economía. Para entonces, con seguridad, la economía no habrá mejorado y los ingresos del Estado tampoco. 2020 empezará a agonizar sin haber concretado ninguna de las inversiones prometidas y apenas tener la capacidad para pagar salarios.
No hay nada inocente en el retraso de la fecha electoral. Tampoco habrá ningún ahorro. El TSE está dispuesto a asumir más riesgos sociales que políticos, y con todo, suscribimos al detalle su declaración en este punto: Las heridas de la elección de 2019 siguen abiertas, y solo un proceso limpio y competido por todos podrá permitir a la sociedad boliviana superarlas, y avanzar. Hay que identificar claramente a aquellos que quieren seguir viviendo sobre esas cenizas.