Bolivia, Brasil y la incertidumbre
Evo es uno de los preferidos en el Foro de Sao Paolo más allá de las disputas coyunturales entre Bolivia y Brasil. La negociación por el precio del gas es el plato fuerte de la próxima legislatura. Los condimentos están servidos, un comensal ya reservó plato, falta el brasilero.
Con 3.423 kilómetros de frontera compartida, no sorprende que Brasil sea el principal socio comercial de Bolivia con casi 4.000 millones de dólares en ventas y más de 1.800 millones de dólares en compras, lo que supone prácticamente el 40 por ciento del total de acuerdo a los datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). El peso específico del gas natural en la balanza comercial es más que evidente, ya que Brasil compra más de 32 millones de metros cúbicos de gas al día (casi la mitad de lo que se produce en el país).
No hay datos oficiales pero en los resultados del censo de Población y Vivienda realizado en Bolivia en 2012 se refleja que 54.417 bolivianos viven en el vecino país. Una cifra poco superior al flujo migratorio que se registra en los pasos fronterizos de Pando, Beni y Santa Cruz.
Brasil tiene 20 veces más habitantes que Bolivia y su PIB nominal en millones de dólares, que suma 2.242.854, es 75 veces que el boliviano (29.802) según el Banco Mundial.
Brasil retiró su embajador de Bolivia en mayo de 2013, cuando el senador Roger Pinto cruzó la frontera para buscar el exilio en ese país. Las relaciones entre Bolivia y Brasil, quizá, no atraviesan su mejor momento, pero el distanciamiento más se parece a una riña fraterna que a un conflicto fratricida.
Las relaciones siguen al alza, tanto en lo comercial como en lo social, las empresas brasileras siguen operando en Bolivia, tanto Petrobras como otras polémicas constructoras como OAS. Bolivia sigue siendo una de las estrellas del Foro de Sao Paolo, el lobby de izquierdas fundado por el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva en los 90 que ha cambiado la cara a la región.
Una decisión clave
Bolivia hoy está más pendiente que nunca de los resultados. Aécio Neves y la socialdemocracia amenaza con cambiar la deriva continental, apostando por el Tratado de Libre Comercio con EEUU y Europa. El eufemismo es “integrar nuevas cadenas comerciales”. El temor, enterrar el BRIC y de forma prioritaria, el Mercosur que según analistas afines supone una carga que está lastrando el desarrollo del país (0,7 por ciento previsto para este 2014 por el Banco Mundial).
Bolivia tiene pie y medio dentro del Mercosur, el mercado común inicialmente ajeno a las tendencias ideológicas, pero que con la entrada de Venezuela primero y la de Bolivia después, junto a Argentina y Uruguay (con Paraguay en el limbo) ha dado señales de una apuesta subregional.
De momento, la UNASUR, la mayor apuesta de integración política del continente parece a salvo de los vaivenes electorales, pero como advirtió el ex presidente Jaime Paz Zamora en una pasada entrevista con El Nacional, no hay integración posible sin integración económica. Para Paz Zamora, el objetivo debería superar incluso el Mercosur y conformar un bloque sudamericano “capaz de negociar y apuntar a los grandes centros económicos mundiales”.
El precio del gas y una necesidad ficticia
En términos más mundanos e independientemente de quien resulte vencedor en las elecciones de mañana, el interés de Bolivia se centra en conocer quien estará al otro lado de la mesa para negociar el futuro contrato de exportación a partir de 2019 (cuando vence el GSA) y sobre el que el Gobierno de Bolivia ya ha manifestado interés en renovar (aunque varias voces reclaman una evaluación previa).
El precio actual ronda los nueve dólares el millar de BTU. El lobby industrial paulista, con varios medios de comunicación a la cabeza, ya han empezado a presionar sobre una rebaja del mismo en una nueva negociación. Expertos en hidrocarburos, como el ex ministro Andrés Soliz Rada, recuerdan que el precio actual es fruto de una dura negociación pero que todavía no contempla de forma real el precio de los licuables que se exportan en el torrente de gas. De hecho, la planta de Río Grande (Santa Cruz) apenas separa una sexta parte de los 31 millones de metros cúbicos que se exportan diariamente.
“Va a ser una negociación muy dura y ojalá todos nosotros los bolivianos entendamos que nuestra comisión negociadora tiene que ser respaldada por nosotros, tenemos que enviarles energía positiva a esa comisión que va a hacer esa negociación que es clave. Estamos hablando de los principales recursos de nuestro país”, dijo el senador electo del Movimiento Al Socialismo (MAS), José Alberto “Gringo” Gonzales, en entrevista con radio ERBOL.
El “Gringo” advirtió que Petrobras generará un “microclima” de negatividad sobre la negociación y habrá bolivianos que producirán miedo de que “cuidado Brasil no nos compre”. En este sentido, señaló que “ojalá nuestros negociadores no se dejen asustar ni se dejen impresionar”.
Lo cierto es que las líneas maestras ya están sobre la mesa, incluida la certificación de reservas de gas en suelo boliviano, actualmente cifradas en 10,45 trillones de pies cúbicos y a un ritmo de exploración bajo, por lo que el interés de Bolivia en vender puede ir en decremento de los proyectos de industrialización. Un mundo globalizado y con la actividad económica paralizada, que tira de los precios de los hidrocarburos a la baja, no aconsejan precipitarse en una negociación a la ligera. Tanto el Presal en Brasil como Vaca Muerta en Argentina y las muchas promesas de que el “fracking” llegue a buen puerto tienen un horizonte todavía lejano. Brasil consume 40 millones de metros cúbicos propios, 30 de Bolivia y 20 compra de ultramar a precios sensiblemente mucho más altos. Los expertos, particularmente los desligados de las transnacionales, lo advierten: En 4 años la situación no cambiara demasiado.
Los condimentos para una negociación están puestos, un comensal ya fue refrendado en las urnas el pasado domingo en Bolivia. Falta conocer el invitado brasilero. La respuesta, mañana.