Transfuguismo, deporte nacional
Bolivia no se caracteriza precisamente por sus logros deportivos en campeonatos mundiales. La selección boliviana de fútbol no se clasifica para un mundial desde el celebrado en Estados Unidos en 1994, las medallas brillan por su ausencia cuando se celebran juegos olímpicos, y en básquetbol,...
En esa disciplina Bolivia tendría medalla asegurada, no sé si la de oro, pero en el podio seguro tendría su sitio.
La clase política boliviana no entiende de siglas, ni de colores políticos, ni de ideologías. Se vende al mejor postor, o más bien, al partido dominante, en este caso el Movimiento Al Socialismo del presidente Evo Morales. Los casos de políticos que abandonan las filas de sus partidos, siempre críticos con su gestión, se suceden cada cierto tiempo. Ya no sorprende a nadie que un político de la oposición que hasta hace poco profería insultos día sí día también hacia el presidente Morales o hacia miembros de su partido, se cambie la chaqueta y se ponga la azulada del MAS. Solo en Tarija, la cifra es alta. Francisco Navajas, César Milciades o el último en “darse la vuelta” el concejal por Unir Freddy Yucra, son algunos ejemplos de los “craks” de este deporte nacional con los que cuenta el departamento.
Pero si el cambio de partido es un comportamiento de dudoso honor, todavía lo es más la desfachatez, la falta de pudor, la falta de vergüenza y el cinismo con la que actúan y se defienden los tránsfugas. Donde dije digo, digo diego. De la noche a la mañana el odio se convierte en amor eterno, una semana de revuelo en la opinión pública y después a saborear las victorias del nuevo partido político, ese al que en el fondo, pensarán los tránsfugas siempre debí haber pertenecido. La actitud de estos políticos es semejante a la de aquel niño ingenuo que cansado de las burlas en el colegio y que de su equipo de fútbol pierda, decide apuntarse al de los títulos y los éxitos. Tal vez la política boliviana sea la representación adulta de un patio de colegio en el que Evo Morales, ese alumno repetidor, siempre acaba comiéndose tu recreo.