Un Trump neoconservador para América Latina
El nombramiento de Marco Rubio en el Departamento de Estado frustra las expectativas de una política mas pragmática en la relación con Cuba y Venezuela
Hasta el pasado lunes, muchos analistas políticos en Miami tanteaban la posibilidad de que Donald Trump, en su segunda administración, fuera más pragmático en su política latinoamericana que en su primer mandato (2016-2020).
Primero, porque el presidente electo no tiene que preocuparse por la reelección. Segundo, porque la importancia del voto del hiper conservador exilio cubano y venezolano en Miami ha disminuido conforme Florida, antes el estado más indeciso de todos, se convierte en un feudo republicano. Tercero, porque gran parte de la última ola de inmigración indocumentada que Trump quiere detener procede de Venezuela y Cuba.
“Trump ve la política desde la perspectiva de un hombre de negocios”, dijo Daniel Pedreira, politólogo cubano-americano de la Universidad Internacional de Florida, en una entrevista mantenida en su oficina en Miami dos días después de la victoria de Trump. “Su gran preocupación es la migración, de modo que no sería descabellado pensar que busque una fórmula para involucrar a gobiernos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua”.
Muchos analistas en Miami pensaban que el estilo pragmático del presidente se iba a imponer
Pero luego llegó la noticia desde Washington: Trump había nombrado secretario de Estado a Marco Rubio, el senador cubano-americano por Florida, uno de los defensores acérrimos de apretar las tuercas a Venezuela y Cuba, así como de eliminar la influencia china y rusa en América Latina. De repente, una administración que se preveía transaccional e aislacionista se convirtió en un vehículo neoconservador.
Con Rubio al mando del Departamento de Estado, “es muy difícil imaginar que la política respecto a América Latina vaya a ser muy diferente en esta administración que en la primera de Trump”, dice Michael Bustamante, experto en política estadounidense en Cuba de la Universidad de Miami. Aunque Rubio se ha acercado más al realismo de Trump en asuntos como la guerra en Ucrania, “querrá tener carta blanca en América Latina porque es su región”.
Con el halcón John Bolton, Rubio era el artífice de la política de “máxima presión” y “cambio de régimen” implementada sin éxito contra el Gobierno de Nicolás Maduro en el primer mandato de Trump. Esto se tradujo en la decisión de establecer un embargo sobre las exportaciones de petróleo venezolano e intervenir varias veces con el fin de derrocar al líder venezolano.
Junto con Bolton, Rubio fue el artífice de la política de máxima presión contra Maduro
El senador, hijo de emigrantes cubanos, ha construido su base política en Florida a partir de constantes llamamientos al endurecimiento del embargo contra Cuba e incluso intervención militar. Asesoró a Trump cuando este dio marcha atrás en el 2017 a los intentos de apertura y conciliación con La Habana de la administración de Barack Obama. Rubio es integrante del núcleo de republicanos cubanos en Florida –María Elvira Salazar, Mario Díaz-Balart, Carlos Giménez y Mauricio Claver-Carone son otros– que han impulsado la línea dura en América Latina. “No veo que haya muchas posibilidades de un cambio de postura de Rubio”, dice Bustamante.
En línea con la selección de Rubio, el nombramiento, como asesor para seguridad nacional, de Mark Waltz, otro político neoconservador curtido en Florida, es una segunda señal de que un giro hacia el pragmatismo en América Latina es improbable. Waltz ha utilizado su escaño en la Cámara para preparar legislación que permitiría que Estados Unidos emplease la fuerza militar contra la delincuencia organizada dentro de México.
Otro halcón cubano americano Carlos Trujillo, embajador estadounidense ante la Organización de Estados Americanos durante la primera Administración de Trump, es el favorito para el puesto de vice secretario de Estado responsable de asuntos latinoamericanos, según adelantó ayer el Miami Herald.
Con Rubio al volante, “cuente usted con que se vuelva a la política de presión máxima en Cuba y Venezuela”, dice el encuestador Eduardo Gamarra. El nuevo secretario de Estado ha sido enfático en su apoyo a un cambio de régimen en Venezuela y el reconocimiento de Eduardo González, el candidato de la oposición actualmente exiliado en España, como ganador de las elecciones del 28 de julio. “Cualquier negociación (con Maduro) es echar un cable al narcorégimen”, dijo Rubio en agosto. Rubio emplea un discurso beligerante también con otros países de la región, tachando de “comunistas" al presidente brasileño, Lula da Silva, y al jefe de estado colombiano, Gustavo Petro.
El futuro secretario de Estado quiere un cambio de régimen tanto en Venezuela como en Cuba
Analistas consultados por Reuters prevén que Rubio anulará las concesiones de la Administración de Joe Biden que han permitido que un puñado de multinacionales petroleras, entre ellas la española Repsol, produzcan y exporten petróleo venezolano. Gracias a ello, la producción petrolera en Venezuela se duplicó hasta los 950.000 barriles al día el año pasado, aliviando en parte la crisis humanitaria. Biden restableció algunas sanciones tras los indicios de fraude en la cuestionada victoria de Maduro en las elecciones de julio.
Rubio y Waltz deberán lidiar con objetivos contradictorios de la política de Trump. La prioridad acuciante es reducir drásticamente el número de inmigrantes y deportar a los que no tienen papeles (once millones de indocumentados). La mitad de ellos son mexicanos, pero cientos de miles proceden de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para los republicanos de Miami como Rubio, estos huyen de ‘tiranías socialistas’ y deben recibir un trato diferencial. “Rubio es proinmigración, especialmente desde Cuba y Venezuela”, dice Pedreira. “Nunca ha pedido que se cierre la frontera; representa a comunidades de esos grupos en Florida, y debe abogar por ellos; es la diferencia con Trump”.
Una buena parte de la más reciente ola migratoria hacia Estados Unidos son venezolanos y cubanos. Nada menos que 850.000 cubanos —más que en el famoso éxodo de Mariel en 1980— han llegado a EE.UU. desde el 2021 gracias a nuevos programas creados por la Administración Biden, que Trump pretende desmantelar.
Trump y Rubio difieren en la deportación; muchos son venezolanos y cubanos
El programa avanzado de asilo permite que un inmigrante –la mayoría cubanos, venezolanos o nicaragüenses– permanezca dos años legalmente antes de un segundo asesoramiento. Para los cubanos es un pasaporte a la residencia: si entran legalmente, pueden lograr la residencia después de un año. 640.000 venezolanos viven en Estados Unidos, según una encuesta de la Fundación Pew. En Florida, la población venezolana crece como la espuma. Tal es el apoyo a Trump en estas comunidades que muchos se autocalifican como MAGAzolanos.
Pero Trump no es el aliado que era. En su primera administración, el presidente electo elogiaba a los venezolanos que huían de su país, “ahora los insulta y los tacha de criminales,” dijo Gamarra.
La contradicción entre defender la “libertad” frente a los regímenes en Cuba , Venezuela y Nicaragua, a la vez que los controles sobre la migración, será difícil de resolver para Trump y Rubio. El plan de deportación masiva difícilmente se llevará a cabo sin pactar acuerdos con Caracas y La Habana. Por su parte, más “presión máxima” intensificará aún más la salida desesperada de sus habitantes con el destino más anhelado: Estados Unidos.